VII

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Tras mis últimos palabras, todos asintieron y se concentraron en sus respectivos computadores para ingresar al servidor. Me puse detrás del líder apoyando mis manos en el respaldo de su silla.

— Yamada Akito.

Escuché decir, parpadeé intentando capturar en mi mente el nombre y debatiéndome que decirle. No entendía si me hablaba a mi o no, ya que su mirada estaba puesta en la pantalla del computador.
Tan pronto volví a ver esos ojos, por alguna razón siento gran atracción por ellos y su color, son tan bonitos y profundos. Me quedé perdida mirándole, su rostro se veía tan suave, su piel debe ser tan delicada.

— Ese es mi nombre Ma'am.

Su voz me hizo entrar en razón, tuve que hacer que me limpiaba mi propia mejilla porque sin darme cuenta mi mano iba directo a tocar su rostro, él seguía sosteniendo su mirada tan profunda en mi, eso causó que me sonrojara demasiado y mi corazón latiera en gran ritmo.

— Es... es un lindo nombre, Yamada.— traté de decir sin tartamudear, sin embargo cuando reaccioné el ya estaba nuevamente mirando la pantalla del computador.

El servidor estaba listo, el juego daba inicio, algo me pareció muy raro y era que el avatar de Yamada era tan feo, miré a través de su pantalla como iban apareciendo más jugadores y todos eran preciosos y tiernos.

— Que mal gusto.— murmuré mirando el avatar del prodigio jugador, acercándome a la pantalla para ver mejor.

— Kazumi-San

Mi nombre fue dicho por su voz, mi rostro rápidamente se volvió un tomate; estaba segura que estaba roja porque me ardía la cara. Sentía su mirada en mi, traté de mirarlo de reojo, dios.
Me giré levemente para verle y así contestarle, su rostro inexpresivo estaba demasiado cerca; mis ojos parecían que se iban a salir de sus cuencas tanto que los abrí. Él suspiró y yo pude sentir las restos de su aliento, mi cuerpo no responde, no me estoy moviendo ¿qué es esto? Me preguntaba, porque tengo la sensación de que soy yo quien se está acercando a él.

— Muévete, por favor, no me dejas ver bien.

Sus palabras me hicieron sentar cabeza, ahora solo quería que la tierra me tragara. Me separé rápidamente, le observé y ni siquiera una pista de sonrojo o nerviosismo en él ¿será que es homosexual? Me pregunté, internamente comencé a debatir y crearme un drama psicológico innecesario.

— Pero, es muy guapo para gustarle los hombres...

— ¿Quién?

— Yamada, claramente... yo digo... no se puso nervioso cuando...

— Porque me estorbabas para jugar.

Creo que mis manos y mentón temblaron cuando me di cuenta que estaba hablando en voz alta y Akito me respondió. La desgracia y la vergüenza parecieran no aburrirse nunca de mi, me la vivo pasando situaciones embarazosas, ya no hay dignidad en mi ser.

— Kazumi-San.

Un amor diferente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora