II Una Pizca de... Descontrol

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La reunión se había prolongado más de lo estimado. Apenas concluido todos los temas tratados, Ana se fue directo a su oficina donde pasaría un par de horas más hasta terminar algunos reportes que entregaría a su prima en un par de días.

Cuando al fin consiguió acabar el último documento dejó salir un gran suspiro claramente agotada por la larga jornada de su día. Aún así, le tomó pocos minutos recomponer su semblante trás recordar que esa noche tenía pensado pasar a visitar a una persona en particular.

...

Mientras su chófer se encargaba de llevarla al destino, decidió mandar un par de mensajes avisando a su adorada chef que estaba en camino.

Extrañamente no tuvo una respuesta pero no le tomó importancia ya que creyó que quizá se encontraría llegando del restaurante.

Aunque sí había recibido un mensaje, se trataba de Alberto quien le mandaba saludos después de haberse tomado un pequeño descanso del trabajo.

Alberto: Antes de salir de viaje fui a tu antiguo departamento y dejé con el encargado un par de obsequios para tí y Verónica. Espero que los disfruten.

Ana: No tenías que haberte molestado.

Alberto: Na. Lo hago con gusto.

Ana: Pues gracias y espero verte pronto.

Alberto: Así será. Tengo que dejarte, te escribo luego.

Ana: Si, cuídate.

Alberto: Ah, una cosa. No abuses de los brownies.

Ana: ¿Ah?

Ya no tuvo respuesta de vuelta, cerró la conversación luego de ver qué se desconectó. Nuevamente no le dió importancia y guardó el celular.

En el edificio, la persona que cuidaba la recepción identificó a la morena de inmediato y tal como lo había mencionado su amigo Alberto le fue entregado una bolsa únicamente pues al parecer el otro obsequió ya estaba en manos de la chef tan pronto llegó.

—Dijo brownies pero aquí solo hay una botella de vino —cuestionó confundida luego de revisar el contenido.

...

El ascensor se detuvo en el último piso. Salió con una clara chispa de emoción debido a que después de mudarse parecía que estás visitas se volvían más especiales principalmente porque ya no era como antes cuando la tenía a escasos metros de ella.

Tocó un par de veces y cuando notó que nadie respondía decidió usar la llave que la chef le dió hace un buen tiempo.

—Chef, ya estoy aquí —se asomó por el primer corredor luego fue a la cocina y finalmente a la habitación pero no la encontró por ningún lado, después de revisar un par de sitios más creyó que se encontraba en la azotea pero tampoco la vió.

Entonces sí que se preocupó porque según el encargado Verónica había llegado hace más de 2 horas y era correcto porque su mochila del trabajo se encontraba en la sala y la bolsa qué le dieron en recepción también estaba, aunque vacía.

Seguía sin responder el teléfono y entonces Ana se preocupó. Salió del departamento para investigar y estaba por bajar hasta que escucho pequeñas risas en las escaleras de emergencia. Le tomó una fracción de segundos identificar qué la voz era de Verónica.

—¿Chef, qué haces?

Sonriendo la miro a los ojos cargada con una fantasiosa señal de amor, Verónica estaba sola sentada en las escaleras, algo que no parecía propio de ella.

—¡Anilla! —expresó con una cara llena de ilusión—. Al fin estás conmigo.

—Uhm. Si. ¿Por qué no respondías mi llamada? —observó que tenía el celular en las manos.

—Tu rostro es lindo aquí —señalando el fondo de pantalla de su celular, era una foto de ambas—. Y tus mejillas son suaves aunque frías —restregó su rostro en el objeto.

—¿Qué estuviste haciendo? —se acercó para observar sus ojos y después de analizarla mejor se dió cuenta de que tenía una pequeña cajita con apenas dos brownies de chocolate restantes, lo olfateó y después de darle una pequeña probada se dio cuenta del contenido—. Oh, por Dios. ¿Estás drogada? —sonrió nerviosa sin poder creerlo.

—No. Estoy en Miami —le tocó la nariz con la punta de su dedo—Y tú estás conmigo.

—Chef... —Verónica la observó tan feliz que se permitió acariciar el contorno de sus ojos luego fue deslizando un poco desde su cabello hasta bajar a los hombros y llegar al inicio de sus manos—. ¿Q-qué haces? —sus nervios crecieron cuando vio que sus labios tocaban la yema de sus dedos.

—¡Esto es mío!

—Jajaja —se soltó de su agarre para tomarle el rostro—. Nop, es mío.

—¡No! ¡Mío! —hizo un puchero mostrando su inconformidad.

—Es mío pero si quieres algún día ¿te parece si te los prestó?

—Uhm. Si. Bueno.

—Es un trato, amor.

—¿Me dijiste amor? —se emocionó de nueva cuenta—. Te escuchas como mi novia. Aunque ella es más bonita que tú, bueno tiene tu misma cara pero es más bonita que tú.

—¿Ah? ¿Q-quién es tu novia? —se alarmó.

—La chica que más amo, mi novia. Ana, Anita, mi Anilla. Suena bonito cuando lo digo —la miró a los ojos sonriente mientras tarareaba su nombre. La morena observó un tanto sorprendida de la actitud de su chef aunque era de esperarse tras comer esos chocolates.

Aunque no entendía porque ella los tenía, lo más probable es que el encargado se haya confundido de paquete y además ¿por qué demonios Alberto le había obsequiado esas cosas?

—Chef, será mejor que te saqué de aquí.

Nuevamente en el departamento y tras varios intentos de mantenerla acostada en el sofá, se rindió. Verónica tenía bastante energía que demostraba en saltitos, bailes improvisados, cantos y una que otra broma a la morena qué la seguía de aquí para allá.

Después de un largo tiempo haciendo cuánta cosa se le ocurría a la chef, consiguió agotarla. Ana la cargó hasta su habitación.

—¿Así se siente flotar entre nubes?

—Si.

—¿Quiero flotar entre nubes contigo más tiempo?

—Si así lo deseas.

—¿Ana, ya te dije hoy que te amo?

—No, pero es lindo escucharlo ahora.

—Entonces te lo diré todos los días.

—Así lo ansió, amor.

Entre pequeños mimos y susurros la cuido toda la noche en caso de que la chef tuviera alguna complicación en su estado.

***

A la mañana siguiente Verónica despertó un tanto confundida por los sucesos del día anterior, y su confusión creció más al notar a cierta persona sentada en el suelo durmiendo a un costado de la cama.

—¿Anilla? —bajó de la cama un poco mareada.

—Uhm. Oh, Chef despertaste.

—¿Qué haces ahí? ¿Qué pasó anoche? —la ayudó a levantarse.

Ana se estiró un poco, sintiendo algo de dolor en la cintura y el cuello. Suspiró aliviada tras unos cuántos estiramientos. —Digamos que tuvimos una noche bastante entretenida, la cual espero volver a repetir aunque sin ayuda de sustancias extrañas.

—¿Eh?

La morena sonrió divertida, tomó a Verónica de la cintura para robarle un pequeño beso y decirle que se recostara en lo que preparaba algo sencillo de comer. Ya habría tiempo para platicarle su alucinante noche.

—Tu me vas a ayudar a golpear a alguien. Le dijo Verónica.

Ámame  (VerAna)Where stories live. Discover now