El PROMETEO

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Se siente el viento acariciando las hebras de las cabelleras secas. Resucitan las ánimas y se respiran respiros de vidas pasadas. 

Se sienten las voces de un cielo con luto incompleto, atorado, una riña con otros cielos por resolver.

La rapidez me llama para cautivar al aire con mi cansancio. 

Yo corro y huyo, rebasando las flores, masajeando la tierra.

 "Para contemplar al viento hay que ir deprisa" me dice el águila en busca de un Prometeo.

Con el ahogo de mis pulmones recuerdo lo que vale un amor y dejo que el águila me devore en nombre de la terquedad y de los egos marchitos.

 Vienen conmigo los fantasmas de Heidegger y los de identidad bastarda, los que habiendo buscado, no encontraron.

En eso vi a un rebaño con la marca del hierro occidental al rojo vivo de la sangre inocente. Se dispersaban, se iban en dirección "todoente".

 Unos se quedaban, otros rumeaban, otros se comían al aire, otros anhelaban el interminable devore del águila; como una filia, otros hacían globos enormes para "provocar" y otros decían "estoy perdido " con emotividad y amor.

El pastor, tranquilo y vigilante a la vez, con su vara metálica, se encargó que ninguno en el rebaño fuera en otra dirección diferente a "todoente". Ahí donde cada uno del rebaño creía haber escapado, ahí estaba el pastor orgulloso, silbando algodón y lino verdoso.

En lo obscuro, en el "no lugar", ahí donde el rebaño esquiva, atraviesa, rodea. Ahí estaba un lobo flaco, hambriento y enfermo. 

Ese lobo que ha arañado las cercas con sus garras rotas y quebradizas. 

El mismo lobo al que le dieron a oler plata para encontrarla y con la misma se hizo el báculo que  hoy reprende su hocico roto: "Déjalo aullar, así se calma; perro que ladra, no muerde" decía el pastor orgulloso del báculo que acostumbra la sangre.

Pero el aullido retiembla en las mentes sin tiempo.

 A lo lejos, pero muy lejos, la mujer que caza al águila para arrancarle las alas exclamó: "¡Ay de ti usurera y antigua cara del César! que soy moza y me falta cuerda para atarte. Pero soy joven y tu viejo, y ya te digo que cuando el auge de la voluntad se alce sobre las piernas del Atlas, yo seré aún joven y tú habrás muerto, seré fuerte y tú quieto. 

Yo y tus hijos te recordaremos con repulso y desdén. Te incinerarán y con tus cenizas harán la tinta con la que se pinta la marca de Caín".

Cazó al águila y con una mirada fija y convencida me dio sus alas arrancadas. Ahora cargo el peso de la libertad en mi hombro izquierdo y el de la angustia en el derecho. He quemado la raquítica indemnización de Sófocles. El hijo ya ha visto a la madre ser golpeada, ahora tiene pavor de reblandecer su puño por siempre tenso y su quijada apretada.

¡Eres alma muerta, espíritu de hojalata! Enloquecido por tu propia omnipresencia. ¡Pobre pastor, víctima de tus contradicciones! Que buscas en tus ropas finas y no encuentras ni una que no esté manchada de sangre. 

Ahora tengo las alas del águila que devora los hígados de aquellos que confían en el sudor y las taquicardias. Y con una de sus plumas escribo estos versos. 

La cabeza de Medusa que tanto anhelabas cortar, hoy te mira a los ojos y te hace piedra, la misma piedra con la que construyeron estatuas las manos callosas que sometiste en nombre de la razón, de la pólvora y de las cobardes valentías.

Ahí, en los corazones cansados de promesas corrompidas, en las mordazas arrancadas con uñas curtidas, en el hueso frágil y quebradizo de tu aristocracia vieja , ahí, en las manos que empuñando al viento y conociendo tus mentiras se revelan, ahí irá a parar la tinta y hasta allá volaran las alas en busca de un Prometeo.

Viento Nuevo. Febrero/ 2023

El PrometeoWhere stories live. Discover now