La mañana siguiente, después del desayuno, ellas se dispusieron a pedir que las llevaran a la plaza nuevamente. Cuando estuvieron por pedir a sus padres la oportunidad, todos los adultos parecieron más tensos de pronto: sin razón aparente. Cuando preguntaron qué era lo que ocurría y el porqué del ambiente tan serio, de nuevo fueron excluidas y enviadas al patio trasero para que no escucharan la charla. Incluso el hermano de Lilith las dejó solas con la intriga.

—Pero, ¿qué les pasa? —cuestionó Nina, bufando de molestia.

—Seguramente escucharon algo en la radio —sugirió Lilith—. O tal vez vieron algo en las noticias.

—Es probable —Alessa asintió, con un dejo de preocupación.

Nina se cruzó de brazos, se veía realmente indignada.

—¡Es absurdo! Eso quiere decir que no podremos ir a esa inauguración —exclamó la menor de las gemelas.

Alessa, al ser la mayor, trataba de ser prudente y no espolear demasiado a su hermana que, en ocasiones solía ser infantil y altamente manipulable.

—Cálmate; no es el fin del mundo.

Aunque no lo era, las tres estaban decepcionadas de no poder cumplir su gusto. Terminaron acostadas en el suelo esperando a que pudieran volver a entrar a la casa, sin embargo, pasó al menos una hora sin algún tipo de luz verde a poder entrar
Para colmo, el calor se intensificó cuando dieron las once de la mañana y ellas comenzaron a sentirse abochornadas. Cuando se sintió lo suficientemente cansada, Nina se levantó y fue hacia la barda de madera que separaba el patio de la calle y comenzó a treparla hasta que se encontró del otro lado de la misma. Rápidamente las dos jovencitas restantes corrieron a prisa hacia la barda mientras llamaban a la que había escapado.

—¿Qué crees que haces? —preguntó Lilith en voz baja por miedo a ser escuchada.

—No se ustedes, pero yo no me voy a perder la oportunidad de comer helado gratis —añadió Nina.

Alessa y Lilith se miraron la una a la otra, angustiadas por esa espontánea decisión. Temiendo que Nina en verdad fuera a irse sola, terminaron por saltar a barda de madera. La mayor ayudó a Lilith a subir con una escalera hecha con sus manos, pues la pelirroja más joven no tenía la fuerza suficiente en sus brazos para trepar por sí misma. Cuando las dos estuvieron fuera del patio se apresuraron para llegar a la otra joven y tratar de detenerla.

—¡Detente ya, Nina! —ordenó la mayor.

—Ni en sueños.

—Si se dan cuenta que nos fuimos así, tendré muchos problemas —dijo Lilith.

Al ver que estaban dispuestas a hacer cualquier cosa por llevarla de vuelta, Nina optó por rogarles ir, alegando que solamente irían por los helados y regresarían de inmediato. Incluso recordó que no había problema en tener que pagar porque sería gratis y en caso de necesitarme, por cualquier inconveniente; mostró una tarjeta negra, la había hurtado de la cartera de su padre.

—En serio vas a provocar que nos maten a las tres. —Alessa emitió un suspiro comenzando a avanzar.

Cuando Lilith se convenció de que no volverían sin antes haber ido a la plaza, comenzó a seguirla con los nervios recorriendo su espalda. Al llegar, se veía mucho movimiento causado por las múltiples actividades recreativas. El ver a tanta gente junta le terminó causando a Lilith un vértigo que sólo sentía cuando se ponía sumamente nerviosa.

Avanzaron tomando las escaleras eléctricas para llegar al segundo piso, y ahí llegaron a la heladería, dándose cuenta que en realidad había bastante gente formada para recibir su porción gratuita de crema helada, sin embargo, gracias al buen servicio al cliente, la fila pudo avanzar rápidamente. Sin remedio, ellas tuvieron que ir al final de la fila y permanecieron ahí hasta que pudieron ordenar.

L.I.L.I.T.HWhere stories live. Discover now