Un idiota afortunado

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– Hey, tú– Boruto, a espaldas del comedor donde se encontraban sentadas dos personas, volteó su cabeza molesto ante el llamado. –Dejaste los vegetales.

El plato del susodicho estaba medio lleno, la mitad había zanahorias y brócolis sin tocar.

– Sí, ¿y...?

– Cometelos. –Gruñó Kawaki, sentado en la mesa frente a una Himawari nerviosa por la discusión próxima, ambos pelinegros con sus platos casi vacíos. Realmente le enfurecía que desperdiciaran la comida sólo porque nunca habían sentido el dolor del hambre extrema.

– ¿Por qué? Tú no me das órdenes– exclamó bufón el blondo de trece años, con ojos retadores dirigidos hacia el chico nuevo.

Himawari giraba su mirada hacia los dos rápidamente, pensando mientras tanto en alguna idea para detener la contienda.

Kawaki se levantó de la silla. Boruto volteó completamente su cuerpo para quedar frente a él. La mesa era lo único que los separaba. Hubo choque de miradas, azul contra gris, desafiándose sin decir palabra alguna.

– Él no, pero yo sí –la voz de la fémina dejó a todos congelados, nadie volteó a ver de quién se trataba porque sabían exactamente al pertenecedor de ella. –Boruto, dime, ¿tiene algo de malo tu comida para que no puedas terminarla?-- preguntó con suma y aterradora dulzura.

– Bu-bueno yo...– Estaba pálido, sudando a mares por el nerviosismo. No se despegó ni un milímetro desde la posición retadora que había tomado con el idiota de Kawaki, como si de alguna forma fuera a pasar desapercibido de un feroz dinosaurio: –Y-yo sólo...

Dirigió lentamente su mirada al de la princesa Hyuga, un movimiento en el que intentó armarse de valor, pero que pronto se dio cuenta de su grave error al ver a su madre con el byakugan activado y con unos ojos que podía calificar como enteramente sombríos.

– ¿Decías algo Boruto? –Hinata sonrió– por favor continúa.

Himawari y Kawaki tenían una gota de sudor en la frente ante la escena, Boruto temblaba de forma imperceptible y tragó pesado saliva.

– ¡Qu-Que justo ahora iba a comerme los vegetales! –rió nervioso– creíste que no lo haría ¿cierto?

– Claro que no. Sé perfectamente que tú sabes qué es lo más saludable para ti.– Ella desactivó su doujutsu e inmediatamente el aura tétrica que la rodeaba fue reemplazada por una tranquila y amable.

La señora Uzumaki se perdió entre las escaleras. Al parecer, olvidó rápidamente el anterior suceso protagonizado por su hijo mayor. La mirada grisácea de Kawaki se perdió en la adulta y surgió una diminuta sonrisa que reprimía sus intenciones de reír, poco características de él.

Por supuesto no lo hizo.

Levantó sus platos y se dirigió a la cocina.

La señora Uzumaki lo intimidada a veces y de manera bizzara también le entretenía un poco aunque sólo cuando le daba una regañiza al idiota de Boruto...

Si es que a eso se le podía llamar regañiza.

_..._

– Kawaki-kun, ¿podrías ayudarme?

– ¿A qué?

Se encontraban en el hermoso jardín de la casa; la oji perla acuclillada en el fresco pasto a lado de la valla que limitaba toda el área verde, mientras que el bronceado chico estaba recargado en la puerta de la casa que daba al vergel.

– ¿Podrías pasarme aquellas flores que están en las macetas? –le señaló con el dedo las macetas que estaban en una esquina de la casa. Kawaki las notó y cargó todas ellas para dejarlas en el suelo a lado de Hinata–. Gracias –agradeció la afable señora Uzumaki con la mirada hacia los ojos grises del moreno que nuevamente huían de ella.

Parecido a un hijoWhere stories live. Discover now