MI CUMPLEAÑOS Nro. CINCUENTA

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I

La vida ya me tiene acostumbrado a tareas extrañas, ella es exigente y siempre me impone retos que muchas, muchas veces se me hacen tan imposibles que para poderlos afrontar me toca acudir a ciertos valores que, usualmente, no se suelen ejercer de manera consciente; aunque, así sea en forma inconsciente, siempre están a nuestro alcance por más que permanezcan dormiditos. Pero por más que yo trate de conocerla, o al menos entenderla, la maliciosa vida me da vueltas para llevarme, con mañas y trampas, al sitio exacto en el momento preciso en donde no me queda otro camino que reconocerle su perfección, con humildad y agradecimiento porque cada uno de sus retos alimenta mi escaza voluntad.

Me encuentro pasando por una etapa muy difícil, estoy enfrentando una muy cruel crisis económica durante la cual no genero ingresos; solo tengo deudas por todas partes; hasta los servicios públicos están a punto de suspendérmelos. Todo esto me pasa al tiempo que voy sumando años al calendario personal, lo que me resta posibilidades laborales, sociales, productivas, personales y, en consecuencia, me hace sentir cada vez más inseguro y temeroso frente a la inminente vejez. Toda esta perorata mental me ocasiona estrés, ansiedad y depresión que en nada contribuyen a mejorar mi situación, todo lo contrario, tienden a empeorarla.

Y es que la vida es de ida y vuelta. De ida vamos regando las semillas, por lo general sin saberlo, de los frutos que vamos recogiendo en cada paso del camino de regreso. Ya para entonces, de nada sirven quejas y lamentos porque durante el sendero de vuelta no se pueden disolver los pasos porque ya el camino está construido.

Pensar en mi difícil situación económica me lleva a criticarme de manera cruel, lo ligero que soy con mis finanzas a futuro (las que padezco en el presente). Ahora solo me queda observar las consecuencias de no hacer hecho las provisiones necesarias que me permitan sobrevivir mis últimos años en forma tranquila. ¡ya para qué! Ya me encuentro enfrentando un presente lleno de reproches por el pasado y sin esperanzas para el futuro. Más bien, mientras recorro el camino de regreso me doy cuenta que estoy viviendo un presente preñado del pasado, con inminente urgencia por abortar el futuro.

Y así, inmerso en la depresión y la angustia fruto de mi fatídica situación financiera, comienza el día de mi cumpleaños número cincuenta... pero como tengo claro que la pobreza y la vejez son dos cosas que jamás celebraré en mi vida, decido aislarme, desconectarme de todo mi entorno familiar y social, aunque sea solo por este día, de tal manera que muy temprano en la mañana asumo un camino sin rumbo y sin meta... Claro está que lo de entorno familiar y social es un simple eufemismo, puesto que mi núcleo familiar así como mi círculo social se reducen a una sola persona... a mí mismo. Mi círculo familiar y social se reducen a mí mismo... no porque yo sea un tipo antipático o mala persona, no. Todo lo contrario, soy un hombre tan noble que, por no entrar en el chismorreo de la vida social, prefiero aislarme. Igual me pasa en mi entorno familiar, por evadir disgustos y evitarme contrariedades y controversias, opto por repetir el mismo error toda mi vida: hacerme a un lado, no participar de los encuentros familiares. El fruto de esta semilla es un círculo social y familiar reducido a mí mismo.

Efectivamente, luego de una noche muy serena, superada en el marco de un tranquilo y reparador sueño, despierto cumpliendo cincuenta años de vida; a eso de las cuatro de la mañana, me despierta el mismo coro de pajaritos que viene haciéndolo desde hace algún tiempo; me levanto para ir al baño y regreso a mi cama a hacer un poco de oración. Aunque muy consciente de mi crítica situación financiera, social y personal, también tengo muchas cosas por las cuales dar gracias a Dios, a la vida, al universo... a mí mismo. Después de algunos minutos, arreglo mi cuarto y salgo para darme un baño y arreglarme para salir; hoy no quiero estar en mi casa, ni parientes, ni amigos, ni vecinos... preparo algo para desayunar y también empaco un emparedado y una cantimplora con agua que guardo en mi mochila, me la echo a la espalda y a las cinco y quince de la mañana aproximadamente, salgo de mi casa, hacia dónde? no sé; sólo sé que siento una infinita ansiedad por encontrarme con esa pareja de amigos que siempre me acompañan, sin que me dé cuenta; pero que recién valoro la tranquilidad y sosiego que me aportan en medio de mi desolación y mi desesperanza, sin exigir mayor recompensa que la esperanza que albergan por mi gratitud... ¿hasta cuándo? ni idea, quizás hasta cuando mis dos amigos me soporten o hasta que yo los aguante a ellos porque, aunque nos aceptamos y nos comprendemos mutuamente, también es cierto que todos los excesos, por más buenos que sean, terminan por aburrirnos o cansarnos; es decir, que, al final, resultan ser malos.

EL REY PASADO Y SUS HEREDEROSWhere stories live. Discover now