CAP 3- LA BATALLA Y EL MAGO

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El cielo se oscureció, las nubes taparon el sol y Las espadas sonaban como una orquesta, ambos bandos se estaban enfrentando muy duro, el pasto se tornó rojo por la sangre de los caídos. Los demonios llegaban y llegaban, habían demasiados.

—Resistan, no cedan espacio al enemigo —ordenó Ajax.

Montando en su gran lobo blanco, su bestia arrancaba las cabezas de los demonios con un solo mordiscazo. Portaba en su mano derecha, una espada color azul con una empuñadura de un lobo devorando a la luna, tallada en madera y metal, con dicha arma, tan filosa y pesada, rebanaba cada enemigo demoniaco.

Las arqueras ninfas apoyaban a sus aliados, como diosas de guerras, pero ellas no son de guerras, Minerva estaba danzando con su corcel y su espada tomaba ritmo en la batalla, cada movimiento significaba una cabeza menos del ejército demoniaco. Sin más que decir, ella tenía talento para este tipo de cosas, el jinete con túnica negra se encontraba lejos de ellos, pero observó a esta curiosa ninfa, agarro su lanza más ligera, y la proyectó hacia ella.

—Minerva, cuidado —gritó Ajax con todos sus pulmones.

Esta al ver lo que pasaba, se asustó tanto, que su caballo termino recibiendo la lanza del jinete. El corcel gritó, se meneo y se meneo, hasta tumbarse y caer encima de Minerva dejándole inmóvil, ya que sus piernas están prensadas con el cuerpo del caballo.

A la distancia, un sutil demonio horrible, delgado y encorvado se le acercaba a la líder de las ninfas.

—¡Ajax! —ella grito tan fuerte, que las pocas aves que había aun en esa pradera se fueron del alarido.

—Ya te toca, maldita perra —proclamó el demonio, riéndose y viéndola hitamente.

Apunto de clavarle su espada en el cuerpo de la ninfa, es degollado por Ajax y el lobo blanco, le muerde la cabeza del demonio desencajándola de su torso.

—Son demasiados, no podremos contra ellos —expresó Welno.

—Barkel y Darlo, formen escudos, ya, la fila —ordenó Ajax—. Muro de escudos ya.

— ¿Cuál es el plan? Dinos —preguntó Welno.

—No hay ningún plan —respondió Ajax.

La horda de demonios tomaba fuerzas, se alineaban en filas para atacar compactamente. Cada vez más los lobos génicos y las ninfas retrocedían dos pasos hacia atrás.

—Vamos retrocedan, a mi orden, ya, dos pasos más —ordenaba Ajax, analizando su siguiente estrategia.

El comandante del ejército demoniaco, que es el jinete antes mencionado, erige su espada.

—Criaturas del infierno, que vuestros enemigos caigan en nombre de la oscuridad, tráiganme al joven del amuleto con vida.

El jinete gritó con una voz gruesa, y tenebrosa, apuntando su espada hacia el joven Ajax, en ese preciso instante, todos los demonios levantaron su moral y los atacaron con más fuerza.

Los lobos génicos y las ninfas resistían, pero no por mucho tiempo lo harían, a la distancia, en la colina donde el sol iluminaba ese terreno, puesto que en la batalla hasta el sol se estaba escondiendo del mal. En la cima de la ladera, apareció un hombre con un sombrero puntiagudo, de color morado y de cabello largo tan oscuro, su piel moreno-claro y sus ojos de color gatos describían aquel desconocido, que estaba a punto de participar en esta batalla en las praderas de las ninfas.

El hombre desconocido en la colina abrió sus brazos guiando sus manos al cielo, súbitamente el cielo se abre, proyecta el resplandor del sol hacia toda la pradera. Un haz de luz arrasa con toda sombra u oscuridad de ese campo, era tanto el brillo e iluminación del astro, que la piel de los demonios se quemaba como fuego y papel.

Las criaturas infernales salieron corriendo, el jinete no podía creer lo que estaba pasando, pero no le quedó otra que huir a hacia el bosque donde la oscuridad habita.

Todo volvió a la calma, las ninfas curaban a los heridos y los miembros de la tribu lobo génica ayudaban a llevar y sepultar a los caídos. Aun no se hacía de noche, pero comenzaron a encender la fogata.

— ¿Dinos ¿quién eres? —le preguntó, Partrol al desconocido.

—Es un mago, si no me equivoco —les dijo a todos Minerva mientras llegaba a la fogata donde todos se encontraban.

— ¿Quién es qué?, oye tú, tienes nombre —le preguntó Udelto mientras mordía un pedazo de carne de ternero.

—Mi nombre es Casper Lorna, soy de otro mundo, digamos que un viajero —les respondió.

— ¿Qué diablos hace un mago aquí? —volvió a preguntar el inapropiado Partrol.

—Les contaré —dijo Casper.

‹‹Yo soy un mago reconocido, mi padre me heredó su poder hasta que un príncipe demoniaco, me tomó de prisionero y robo todo de mí. Estuve en una fortaleza cuidada por monstros y la única opción que me quedó, fue apoderarme de un cuerpo humano, pero no supe que estaría aquí, con un montón de lobos hediondos y ninfas, ah y más los demonios los cuales se fueron por mí, ¡gracias por salvarles la vida››

—Mira, sé que no son simpáticos, ni las ninfas ni estos perros hediondos tienen empatía, lo sé —replicó Ajax —. Pero te agradecemos que hubieras estado ahí, Casper.

—Y tu como supisteis que era yo un mago —preguntó Casper a Minerva, viéndola sin pestañar.

—Se muchas cosas, sé que no eres de este mundo —respondió—. Me dijeron que un día la guerra en la tierra acabaría, pero no quedará nadie con vida.

—Sí, el planeta tierra está perdido —aludió Casper.

— ¿Dónde queda la tierra? No he oído de ella —comentó Darlo.

—Cállate, tu ni siguiera sabes dónde dejas los calzones —dijo Barkel tomando cerveza de Katroiva, a la vez que todos se rieron—. La verdad ni yo sé dónde queda la tierra.

—No me importa eso, como se llame tierra o terra —se levantó y gritó enojado Cukol, el anciano de la tribu—. Hoy casi morimos por culpa de un inexperto, propongo cambiar de líder.

Todos los murmullos comenzaron, todos estaban gritando.

—Silencio, guarden silencio —evocó Ajax mientras se levantaba del tronco donde estaba.

‹‹Sé que no les agrado al consejo ni a otros, yo no soy un líder, yo soy un guerrero, lo llevo en mi sangre desde Tack Maltan, Chaac Ikal, Wayak Muuk'náal. Le prometí a mi padre que nos vengaríamos, pero mi prioridad es llevarlos a un lugar seguro, iremos a orión y nos asentaremos ahí››

—Esta es nuestra tierra, no nos iremos —expresó Partrol.

—Tiene razón Ajax, por eso nos iremos también nosotras del gran árbol y los acompañaremos hasta Orión —dijo Minerva.

Todas las ninfas suspiraron de temor, de angustia pues ellas nunca habían abandonado el gran árbol, pero Minerva sabía muy bien, que esos demonios regresarían por ellas o por quien sea.

—Mañana nos iremos por la mañana —delegó el joven Ajax mientras se daba la vuelta para irse de ahí.

—Esperen, yo también los acompañaré —dijo Casper.

— ¡Perfecto ahora el mago! —renegó Partrol.

—Está bien —le dijo Ajax a Casper.

¿Qué sucederá ahora?

EL AMULETO DEL CAZADORWhere stories live. Discover now