INTRODUCCIÓN: REY

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Había pasado tanto tiempo, pero no se rendiría: nunca lo haría. Aún llevaba la cuenta del tiempo que había pasado. Sabía que sus padres volverían a por ella, tarde o temprano, pero irían.

Los últimos días habían sido especialmente duros, y es que conseguir comida cada vez era más complicado.

Al menos podía decir que había aprendido muchas cosas nuevas estando allí. Había tenido la oportunidad de subirse a bordo de naves, algunas más modernas que otras. Le gustaba subirse allí e investigar todo, desde la mesa de mandos, hasta el funcionamiento de los asientos.

Cuando la dejaron allí apenas quería hacer nada, temía hasta moverse del sitio por si volvían y no la veían. Pero con el tiempo cada vez se atrevía a alejarse más, así fue cómo descubrió su pasión por las naves.

Conocía gente del pueblo, aunque su relación no era muy estrecha con nadie. Todo el mundo trataba de sobrevivir como podía, esa era la vida en aquel planeta. Bueno, había una excepción, la pequeña Rey se sentía unida a la persona que había aceptado cuidarla cuando sus padres la dejaron allí. Se trataba de una persona amable que siempre estaba dispuesta a ayudarla, es más, gracias a ella no le había faltado comida en todo aquel tiempo.

- ¡Es una nave del antiguo Imperio! – Gritó alguien.

Rey buscó con la mirada la nave de la que estaban hablando. Al divisarla en la lejanía se quedó estupefacta ¡era enorme!

Emocionada, la pequeña niña corrió hacia la nave.

- ¡Rey, no vayas!-Gritó la mujer que ahora la cuidaba.

Pero Rey no hizo caso, no quería hacerlo. Nunca había visto una nave como aquella y necesitaba saber cómo era, quería aprenderlo todo sobre ella.

Cuando apenas le faltaban unos metros para alcanzar la nave, la puerta de ésta se abrió dando paso a varios hombres que vestían un uniforme negro.

Rey pudo escuchar gritos ahogados provenientes de las personas del pueblo. Algo asustada intentó retroceder y huir de aquellos hombres, pero fue demasiado tarde, pues uno de ellos la agarró con fuerza de su brazo.

- No te alejes niña, servirás para hacer entender el mensaje que queremos transmitir.- Le espetó uno de aquellos hombres.

- ¡Suéltame!- Gritó ella, mientras pataleaba.

El hombre rio, su compañero lanzó varios comentarios de burla para luego dirigirse al resto del pueblo.

Todos los ciudadanos miraron a aquellos hombres con cierto temor.

Rey pudo apreciar que iban armados, los dos llevaban una pistola láser colgada de sus pantalones. Asustándose más, intentó zafarse del agarre del hombre, pero éste solo la agarró con más fuerza, además de gritarle que se estuviera quieta.

La pequeña pudo ver con el rabillo del ojo que dentro de la nave había varios soldados, pues vestían el uniforme de soldado imperial. A pesar de la juventud que tenía, Rey era muy curiosa y era conocedora de toda la historia, o al menos parte de ella. Sabía quiénes habían sido los soldados imperiales. Creía que ya apenas quedaban, pero allí estaban. Y lo que era peor, uno de aquellos soldados parecía muy bajito, ella estaba segura que detrás de esa armadura se escondía alguien de su edad.

Intentando buscar algo de complicidad con una persona de su edad, Rey miró a aquel soldado y con el movimiento de sus labios mudos le rogó que la ayudara. Pero nada, el soldadito se quedó completamente quieto.

La puerta de la nave se cerró y, al hacerlo, Rey dejó de ver al pequeño soldado.

- ¡Es solo una niña!- Gritó la mujer que cuidaba de Rey.- No le hagan daño.

El llanto de la mujer llamó la atención de Rey.

- Queremos que el mensaje quede claro, pero supongo que tú servirás.- Respondió uno de los hombres.

Sin soltar a Rey el hombre sacó la pistola y apuntó con ella a la mujer.

- ¡No!- Gritó Rey.

Pero sus gritos no sirvieron para nada. Mientras aquel hombre seguía apuntando a la mujer que siempre la había cuidado, el otro hablaba con el pueblo.

- ¡La primera orden ha comenzado con su ataque y no parará hasta hacerse con el poder! Dicho esto, aclaro que el comienzo ha sido la conquista de este planeta, aquel que quiera ponerse en nuestra contra...

El hombre hizo una breve seña a su compañero con los dedos de una mano. Al hacerlo, el otro apretó el gatillo y de la pistola salió una bala que voló directa a la cabeza de la mujer.

- ¡NO!- Chilló Rey.

Los gritos de Rey fueron inútiles. La mujer ya había muerto.

Satisfechos con su trabajo los dos hombres se dispusieron a marcharse, el que agarraba a Rey se había distraído y sonreía con satisfacción. Rey, aprovechando la ocasión, mordió con fuerza la mano del hombre y corrió hacia el cuerpo de su cuidadora.

El hombre gritó y soltó varios improperios, pero Rey era una niña de tan baja calaña que decidieron que no perderían más tiempo con ella. Después de todo, ya habían dado el mensaje, y el resto del pueblo se había limitado a bajar la mirada en respuesta.

La pequeña Rey lloró durante un rato, para luego arrastrar a la mujer con mucho fuerzo por el suelo. Finalmente llegó a lo que había sido la casa de la mujer, que compartía con ella, y con esfuerzo cavó en la arena, durante horas, una tumba para enterrar a su amiga.

Con los ojos hinchados de llorar y la tristeza corriendo por sus venas, la pequeña Rey enterró a su amiga.

- Perdóname...no debí acercarme a esa nave.- Dijo con un hilo de voz.

Al pasar las horas, la niña entró en la casita y, apoyándose en la pared, se sentó en el suelo y lloró.

Hubo un momento en el que, por alguna extraña razón, se sintió observada. Era como si no estuviera sola. Cuando elevó su mirada no vio nada a su alrededor, pero estaba segura de que había sentido a alguien cerca. 

La conexión de la FuerzaWhere stories live. Discover now