Capitulo 5

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Cuatro años después, marzo de 1824...

… disfrutarías aquí, aunque no del calor, me  parece; a nadie le gusta el calor. Pero todo lo demás te encantaría. Los colores, las especias, el aroma del aire; te sumergen los sentidos en un extraño estado de niebla que a veces produce desasosiego y a veces resulta embriagador. Creo que, por encima de todo, disfrutarías paseando por los jardines de recreo. Se parecen bastante a nuestros parques de Londres, aunque aquí son más verdes y exuberantes, llenos de las flores más extraordinarias que hayas visto  en tu vida. Siempre te ha gustado estar al aire libre, en medio de la naturaleza, y aquí esto te encantaría, estoy muy seguro.


De la carta de Harry Styles
(nuevo conde de Kilmartin) a la condesa de Kilmartin, un mes después de su llegada a la India.

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Louis deseaba tener un bebé. Llevaba mucho tiempo deseándolo, pero sólo esos últimos meses había sido capaz de reconocerlo para sí mismo, de poner por fin en palabras ese anhelo que parecía acompañarlo dondequiera que fuera.

El anhelo le comenzó de una manera bastante inocente, con una ligera punzada en el corazón cuando estaba leyendo una carta de su cuñada Kate, la omega de su hermano; la carta abundaba en noticias acerca de su hija pequeña Florence, que pronto cumpliría los dos años y ya era incorregible.

Pero las punzadas se hicieron más fuertes y más parecidas al verdadero dolor cuando su hermano Zayn vino a Escocia a visitarlo, acompañado por todos sus hijos, tres omegas y un alfa. Jamás se le había ocurrido pensar cómo una manada de niños podían transformar una casa. Los niños  Hasting cambiaron la esencia misma de Kilmartin, llenando la casa de vida y risas, haciéndolo comprender que todo eso le había faltado lamentablemente durante años.

Y cuando se marcharon, todo quedó en silencio y quietud, pero no en paz.

Simplemente vacío.

Desde ese momento, él cambió, se sentía diferente. Veía a una niñera empujando un cochecito y le dolía el corazón. Veía pasar un conejo saltando por un campo y no podía evitar pensar que debería señalárselo a alguien, a alguien pequeño. Durante su estancia en Kent donde fue a pasar la Navidad con su familia, al caer la noche, cuando metían en la cama a todos los sobrinos y sobrinas, se sentía muy solo.

Y en lo único que podía pensar era en que su vida iba pasando por su lado y que si no hacía algo pronto, se moriría así.

Solo.

No desgraciado, no, no se sentía desgraciado. Curiosamente, se había acostumbrado a su viudez y encontrado una forma de vida cómoda y agradable. Eso era algo que no habría creído posible durante los horribles meses que siguieron a la muerte de John, pero probando y cometiendo errores, había encontrado un lugar para él en el mundo y, con ello, una cierta paz.

Le gustaba la vida que llevaba como condesa de Kilmartin. Puesto que Harry aún no se había casado, él seguía teniendo las obligaciones anejas al condado y también el título.

Le encantaba vivir en Kilmartin, y administraba la propiedad sin ninguna intervención de Harry; entre las órdenes que él dejó antes de marcharse del país hacía cuatro años, estaba la de que Louis administrara el condado como le pareciera conveniente, y una vez que se le pasó la conmoción por su marcha, comprendió que eso era el regalo más precioso que podría haberle hecho.

Le había dado algo que hacer, algo por lo cual trabajar.

Un motivo para dejar de contemplar el cielo raso.

WHEN HE WAS WICKEDWhere stories live. Discover now