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Agosto 26, 1945.

Partimos a las siete de la mañana, tardamos dos horas y media en llegar a Nápoles pero finalmente habíamos encontrado el burdel.

—Solo vamos a fingir ser tus damas de compañía y que iremos contigo a ese burdel ¿De acuerdo? — dijo Rosé.
—¿Y si mi hija no está ahí? — respondió el señor Albani con lágrimas en los ojos.
—La encontraremos.

Salimos del auto y caminamos hacia las puertas del burdel, había un horrible olor, alcohol, cigarrillos, etc. Después de discutir con la señora que estaba a cargo del burdel, nos dejó entrar a los tres. Comenzamos a caminar hacia una habitación que nos habían dado, lo único que cubría las habitaciones era una cortina delgada, mirábamos a los lados y solo había chicas desconocidas. Al entrar a la habitación había una chica muy delgada, asustada en un rincón de la habitación a punto de llorar.

—¿Jisoo? — murmuró Rosé, Jisoo al escuchar su voz alzó la mirada y comenzó a llorar.
—Están aquí...
—Habla bajo — advirtió Rosé.
—Pensé que nunca vendrían por nosotras, o siquiera sabían algo.
—Jisoo... — la abracé con todas mis fuerzas.
—¿Estás bien, querida? — preguntó el señor Albani —¿Dónde están los demás? — preguntó ansioso.
—Jennie está con un soldado, mi hermana últimamente no se ha sentido bien; así que solo la votaron en nuestra habitación esperando a que muera y la señora Albani, ella...
—¿Dónde está? — volvió a preguntar.
—La enviaron al campo de concentración junto a mi padre.
—Escucha hija, solo tenemos veinte minutos — advirtió el señor Albani — Necesito que me digas por dónde pueden salir.
—Ya no hay forma, mañana nos enviarán a todas al campo de concentración — dijo Jisoo volviendo a llorar.
—¿De qué hablas? ¿Por qué? — preguntó Rosé.
—Todas estamos muriendo, prefieren nuestra muerte dando servicio hasta nuestros últimos días, ya no hay forma...
—Las sacaremos, lo prometo — dije tomando las manos de Jisoo.
—¡No! Deben irse o los matarán a ustedes, nosotras ya no podemos correr, ahora estamos débiles, no luchen.
—Jisoo, por favor da lo mejor de ti, sé fuerte — dijo Rosé.

Un par de tacones se escucharon entrar a la habitación.

—¿¡Qué es esto!? — preguntó la señora a cargo — ¡Está prohibido hablar con ellas! ¡Largo de aquí!
—No, nosotros... — trató de hablar el señor Albani.
—¡Largo!

Los tres salimos rápido de la habitación y escuché unas últimas palabras.

—Y tú niñita... — escuché que la señora le había dado una bofetada a Jisoo, ella solo lloraba — ¡Deja de llorar!

No pude evitar comenzar a llorar, ellas vivían en condiciones extremamente crueles y yo no dejaría de luchar hasta sacarlas de ahí. Decidimos quedarnos toda la madrugada en el auto esperando a que sacaran a todas las chicas para saber dónde se ubicaba el campo de concentración. Durante tres días nos dimos cuenta que siempre mandaban por la mañana a Jisoo y a Jennie a trabajar hasta una esquina que daba hacia el bosque, había rejas que impedían que salieran y al cuarto día... Decidimos dar un paso.

—¡Jennie, Jennie! — traté de gritar bajo, habían dejado a Jennie sin su hermoso cabello ondulado y Jisoo estaba igual. Jennie volteó hacia el bosque donde me encontraba con Rosé.
—Lis... — a lo lejos noté que los ojos de Jennie se cristalizaron en lágrimas, con mucha cautela me acerqué a las rejas.
—Amor mío... — tomé el rostro de Jennie y le di un beso necesitado en los labios —Pensé que estabas muerta, yo...
—Pensé que nos habían abandonado o que las habían asesinado.
—Todas las malditas noches pensaba en como recuperarte, averiguar en dónde estabas... Yo nunca te abandoné.
—¿Qué hacen aquí? — escuché a Jisoo acercarse, inmediatamente comenzó a llorar —Les dije que no vinieran por nosotras ¡Los matarán! Por favor Lisa... Vivan por nosotras pero por favor, váyanse, si los soldados los ven, nos matarán inmediatamente.
—Jisoo... — escuché a Rosé salir del bosque, para por fin acercarse en la reja a mi lado.
—Rosé... — ambas unieron sus rostros en la reja tomando uno que otro dedo que podía salir de la reja — Te extraño tanto.
—Yo igual, Rosie — Jisoo me dirigió una mirada —Está bien, lo intentaremos.
—Dos días — advertí.
—Haremos un hueco entre la tierra y la reja para que puedan salir, deben hacerlo en dos días y nos iremos, tengan — les entregué algo de comida, ambas comieron con bastante necesidad —Estaremos aquí en el bosque, esperándolas.
—De acuerdo.

Durante dos días las chicas lograron excavar un hoyo en el que cabían perfectamente, llegó la mañana y todo estaba listo. El señor Albani iba a distraer a los soldados si nos llegaban a ver mientras Rosé y yo las ayudábamos a salir, minutos después Jennie y Jisoo se acercaron a la reja.

—Vamos, vamos — traté de apresurar a Jennie, fue la primera en salir.

Lamentablemente soldados escucharon ruidos en la reja.

—¡Oigan! — un soldado apuntó con el arma hacia Jennie, el señor Albani inmediatamente la abrazó recibiendo el disparo.
—¡Papá! — gritó Jennie.
—Vete cariño... — el señor Albani había recibido el disparo en el corazón.
—No... Papá — Jennie trataba de parar el sangrado.
—¡Corre hacia el bosque! — grité, Jennie solo lloraba — ¡Ahora!

Con las pocas fuerzas que tenía, Jennie corrió en el bosque perdiéndose finalmente de mi vista. Jisoo trató de salir pero el soldado la tomo de las piernas regresándola al campo.

—¡No! — gritó Rosé.
—¡Suéltame! — decía Jisoo en llanto.

Si pensarlo dos veces, Rosé entró por el agujero tratando de salvar a Jisoo.

—¡Rosé! ¡Regresa! — volví a gritar.
—No me iré sin ella Lis... — decía Rosé comenzando a llorar.

Entre peleas, Rosé logró quitarle el arma al soldado.

—¡Corre! — le gritó a Jisoo — ¡Vete! —Jisoo apenas pudo salir del agujero.

El soldado logró golpear a Rosé tirándola al suelo y apuntó el arma hacia Jisoo.

—¡No! — escuché el grito de Rosé. Un disparo sonó una vez más, Rosé se interpuso entre el arma y Jisoo.
—Rosé... — ella cayó al suelo con un disparo en el estómago.
—¡Llévate tus malditas asiáticas de aquí! ¡No sirven de nada! — gritó el soldado retirándose finalmente.

Con todas mis fuerzas saqué a Rosé del campo, no sabía hacia donde había ido Jisoo, tal vez hacia el bosque, tal vez hacia el auto, o tal vez solo había desaparecido.

—Rosie... — dije entre lágrimas.
—Lo logramos — dijo con una sonrisa en su rostro, tenía su rostro en mis piernas mientras acariciaba su cabello.
—No te vayas, por favor no te vayas, no me dejes aquí, eres mi única amiga, por favor...
—Estaré bien Lis.
—No te vayas... No, ¿Rosé? ¿Rosé? — ella no respondía. Pegué su cuerpo a mi pecho y comencé a mecerla entre mis brazos —Vas a estar bien, vas a estar bien — decía mientras daba besos en su rostro.

Miré a los lados y el señor Albani también había muerto, solo había quedado yo...

My Heart Is YoursDove le storie prendono vita. Scoprilo ora