Capitulo treinta: Castigo de traidores

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Esta en definitiva era la semana más espantosa de su vida, era temprano muy temprano cuando los despertaron todo gracias a Daemon, o más bien a Joffrey y Daeron.

El mocoso no se equivoco al decir que Daemon adelantaría el juicio, no fue ayer solo porque ya era muy tarde.

Así que ahora estaban parados en el campo de justas, solo que no iban a ver una pelea de caballeros si no que ejecuciones.

Se había planteado en un inicio solo las ejecuciones deberían ser públicas, al final Rhaenyra dijo que no, porque el pueblo podría ver las cabezas cuando estén en las picas del castillo, por ello los únicos que verían morir a los traidores serían los grandes señores y sus vasallos en un espectáculo que el Rey consorte está muy feliz de dar.

"Jacaerys dice que Joffrey no durmió en toda la noche y que acompañó a Daemon esta mañana a probar el filo de la espada." Lucerys ingresó a los aposentos luciendo tranquilo y un poco divertido.

"Dile a Joffrey que no esconda mucho su alegría, los demás pueden pensar que esta triste por sus muertes." Lucerys se acercó y acomodó mejor su túnica.

Él se había vestido de negro por respeto a Alicent, pero Lucerys iba de rojo y azul, cuando salieron en dirección al carruaje, Aemond jura que después de esta semana no saldrá durante mucho tiempo.

Daeron, Helaena y Rhaena era quienes iban a acompañarlos esta vez, su hermano se veía algo perturbado, mientras ambas princesas sonreían y le daban ánimos.

"¿Qué te pasó tío?¿La tentación fue más fuerte que tú?" Las palabras de Lucerys, hicieron sonrojar a Daeron h confundieron a Aemond.

Pero podía notar como Lucerys reí con burla, como un secreto que sólo ellos saben. Trató de interpretar las palabras de su esposo pero no hallaba nada fuera de lo común.

Lucerys tomó su mano todo el trayecto, mientras conversaban con Helaena, su hermana les contaba como Lord Stark se había acercado a ella ayer con una flor cerca del bosque de dioses, y según su relato el hombre fue tan encantador al comparar su belleza con la nieve del invierno que Helaena aceptó su cortejo.

Estaba feliz por su hermana, ella merecía un hombre que la ame, cuide, que la escuche y sobretodo que la valore, no solo por ser la hija de un rey, Helaena merecía mucho más y algo le dice que Lord Stark podría dárselo.

Además su hermana estaba tan emocionado por conocer al hijo de Cregan, Helaena amaba a los niños, desde que Visenya había nacido no había día que su hermana no vaya con la pequeña bebé.

Al llegar subieron a todos al palco de la familia, donde ya estaban todos, faltando solo ellos, Joffrey estaba en primera fila con una doncella sosteniendo galletas y jugo a su lado, estaba tal como dijo con un traje completamente rojo, con decorados dorados y como no estaba quejándose porque no lo dejaron bajar con Daemon.

Aemond vio que los tres condenados a muerte estaban, ahí en medio con las manos esposadas a cadenas cada uno con un guardia detrás, Otto Hightower estaba todo sucio, no parecía el hombre al que su madre le obligó llamar abuelo, su cabello ahora estaba grasiento y con suciedad, su ropa, rostro eran casi del mismo tono, Larys y Criston estaban igual o peor, todo delgados y muy malolientes, todos tenían signos de haber sido torturados, heridas que no estaban curadas, sangre y moretones en el rostro, Daemon en verdad se había divertido con ellos, hasta le dio pena por ellos.

Su madre estaba sentada con los Hightower y todos ellos vestían de un verde muy oscuro, ella tenía un velo que le cubría el rostro pero Aemond podía verla tomando su collar para rezar.

Los dioses no iban a salvar a Otto de su destino ahora y seguramente tampoco en el más allá, pero admiraba la fe que su madre tenía en que su abuelo iría con los dioses después de todo.

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