Prólogo: Acto II.

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La guerra galáctica y el éxodo.

La galaxia se vio sumida en un caos despiadado en el año 5.046, cuando una guerra galáctica estalló con furia avasalladora. Las motivaciones tras este conflicto eran tan antiguas como la codicia misma: la conquista de planetas y la envidia desenfrenada entre civilizaciones. Los planetas, clasificados según su estatus civil desde el tipo 0 hasta el tipo II, se convertían en campos de batalla donde se disputaba el acceso a mejores condiciones de vida y recursos.

En medio de la vorágine bélica, aquellos que anhelaban una vida más próspera se encontraban atrapados en un mar de dificultades. Los infiltrados, cuyo objetivo era encontrar oportunidades de desarrollo personal en planetas de mayor estatus, eran víctimas de maltrato y represalias. La falta de un sistema de transporte planetario eficiente dificultaba su escape de las garras de la guerra y la opresión.

Sin embargo, en los momentos más oscuros de nuestra existencia, siempre encontramos una chispa de esperanza. Nos vimos empujados a una elección desesperada: huir en pequeñas poblaciones, donde cada nave galáctica podía albergar a un máximo de 10 a 21 valientes pasajeros. Estas naves se convirtieron en nuestro único salvavidas, nuestra única oportunidad de escapar hacia planetas interestelares que vagaban en la vastedad del espacio.

Con cada partida, el corazón latía con fuerza, mezcla de miedo y determinación. Las naves se elevaban por encima de los campos de batalla, rompiendo las ataduras gravitacionales de nuestro mundo desgarrado por la guerra. La oscuridad del espacio nos rodeaba, pero también nos envolvía una sensación de liberación, de estar dejando atrás un pasado destruido y abriéndonos paso hacia un futuro incierto.

En aquellas naves, la camaradería florecía entre los viajeros. Compartíamos historias, sueños y esperanzas mientras atravesábamos los vastos vacíos intergalácticos. Nuestros destinos eran planetas lejanos, hogares improvisados que flotaban en el insondable océano estelar. Nos aferrábamos a la idea de encontrar un nuevo comienzo, de reconstruir nuestras vidas en tierras desconocidas.

El éxodo galáctico fue una odisea desafiante, pero también un testimonio de la resistencia y la valentía humana. Fuimos empujados a los límites de nuestra resistencia física y emocional, enfrentando peligros inimaginables en el camino. Pero cada vez que una de nuestras naves aterrizaba en un nuevo mundo, un suspiro colectivo de alivio se propagaba entre nosotros. Habíamos escapado de la vorágine de la guerra, habíamos encontrado una oportunidad para vivir en paz y reconstruir lo que se había perdido.

El éxodo marcó el inicio de una nueva era para nuestra especie. Un capítulo donde aprendimos de los errores del pasado, donde abrazamos la diversidad y buscamos la cooperación entre diferentes civilizaciones. Aprendimos a valorar la paz y la armonía, a luchar por un futuro mejor para todos.

Y así, en medio del vasto cosmos, nuestras pequeñas naves galácticas se convirtieron en símbolos de esperanza y resiliencia. Nuestro destino se entrelazó con las estrellas, y en cada nuevo planeta que llamamos hogar, plantamos las semillas de un futuro prometedor.

BEE INSPIRED
ABDIASAALF.

¡Espero que te haya gustado este acto II del prólogo!

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