𝐂𝐚𝐫𝐥
No me dicen hacker o el chico malo de las redes sociales solo por fastidiarme o por tener un estatus importante dentro de mi mundo virtual. No. Lo hacen por una jodida razón y es que siempre encuentro lo que busco. Siempre.
Y a 𝘦𝘭𝘭𝘢, v...
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Carl
Toco la puerta, después de unos segundos Ellie aparece, y mi jodido aliento tartamudea como una Harley defectuosa al verla. Impresión que ha subido de nivel porque el día de la fiesta de nuestro bar, cuando fuimos al cementerio, me di cuenta de muchas cosas. Más bien mis hermanos me hicieron verlas, alejando mis preocupaciones, reforzando mi promesa para con la rosa White y más ahora con su reintegración al mundo.
Ella no ha tenido recaídas, y además del aura de tranquilidad que la rodea, lleva un sutil maquillaje que resalta más esos ojos grises en los que todavía hay trazos de tristeza, como un tatuaje que no se va. Mis pulmones se expanden anhelando más de su inconfundible aroma cítrico y sus apetecibles labios siempre llaman mi atención, me tientan, pero no he podido besarlos como deseo aunque esté agonizando por ello. Ella luce bien cualquier ropa que se ponga y hoy tiene puestas unas botas, una chaqueta de manga larga y unos cómodos pantalones ajustados en un cuerpo curvilíneo y sensual que despierta mi polla y me hace gruñir como un cavernícola, llevarla a la habitación y no precisamente para dormir aunque también haya extrañado eso con ella. Ellie White trenzó su cabello y está vestida así porque vamos de paseo en mi Harley y vengo por ella. Pero...Mierda.
Sé cuando una chica está molesta, veo los caracteres, y es obvio que es conmigo y no por la sesión con su psicólogo esta mañana en el centro Synergy. Es porque llevo tres días viniendo a comprobarla sin pasar más allá de la puerta. Le traigo comida, hablamos trivialidades, juego un poco con Byte, y me voy sin siquiera tocarla, sin besarla, aunque vea el anhelo y la decepción en sus ojos. Me he contenido duramente de hacer todo eso porque le di ese tiempo para que se adaptara a sus nuevas rutinas, a sus amigas, pero ya es momento de tenerla para mí, de mostrarle mi mundo mientras sigo velando por su recuperación. Y seré condenado si no voy a aprovechar cualquier oportunidad que se presente de probar de nuevo sus suaves labios porque estoy literalmente muriendo por hacerlo. Estoy sediento de toda ella, de su toque, sonrisa y mirada gris. Y Ellie, estando en mi territorio, mantiene activado mi modo protector todo el tiempo, mi euforia viva, y mantiene despierta mi polla en mi solitarias noches.
Me acerco en una actitud cómoda, apoyando mi antebrazo en el marco de la puerta. —¿Qué hay, nena? —saludo tentando mi suerte, sonriendo como si nada.
Recostada del otro lado de la puerta y cruzada de brazos, plantea: —Tu madre vino a verme.
Asiento tranquilo. —Ella dijo que vendría a traerte almuerzo, te conocería y recogería a Byte para que tú y yo podamos dar un paseo. Mi madre tiende a ser un poco intensa, pero es todo amor —termino con sumo orgullo.
—Sí, comprobé de primera mano su apasionamiento por la vida y por su familia, sobre todo porque cree fielmente que ya pertenezco a ella porque soy tu novia. Necesito el contexto de ello porque estoy perdida en esa parte —pide con actitud estoica, pero algo brilla en su mirada y no es molestia.
