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《♤ Las ninfas fangirls ♤》

Montar a Arión fue lo mejor que le había pasado a Leo en todo el día, lo que no era decir mucho, considerando que su día había sido bastante asqueroso.

A pesar que Leo lo estaba disfrutando, este último sabía que Lilith no. Sentía con ella se aferraba a él como si fuera un koala mientras montaban al veloz caballo. Lilith cerraba los ojos con fuerza, su rostro reflejaba el miedo y la incertidumbre ante la velocidad a la que galopaban.

Leo se sentía muy alegre, pero su alegría se nublaba al ver el terror en los ojos de Lilith, aferrada a su cintura como si su vida dependiera de ello.

Los cascos del caballo convertían la superficie del lago en una bruma salada. Leo posó la mano contra el costado del caballo y notó que sus músculos funcionaban como una máquina bien engrasada. Por primera vez, entendió por qué los motores de los coches se medían en caballos. Arión era un Maserati con cuatro patas.

Delante de ellos estaba la isla: una raya de arena tan blanca que podría haber sido sal pura. Detrás de ella se alzaba una extensión de dunas cubiertas de hierba y cantos rodados erosionados.

Leo iba sentado detrás de Hazel, rodeándole la cintura con un brazo. El contacto tan próximo le incomodaba un poco, pero era la única forma de mantenerse a bordo (o como se dijera cuando ibas a caballo).

Antes de partir, Percy lo había llevado aparte para contarle la historia de Hazel. Percy había conseguido que pareciera que le estaba haciendo a Leo un favor, pero sus palabras tenían otro matiz, como si le estuviera advirtiendo: «Como la cagues con mi amiga, me encargaré personalmente de que sirvas de comida a un tiburón blanco».

Según Percy, Hazel era hija de Plutón. Había muerto en la década de 1940 y había vuelto a la vida hacía solo unos meses. A Leo le resultaba difícil de creer. Hazel parecía afable y llena de vida, no como los fantasmas o los otros mortales resucitados con los que Leo se había tropezado.

Además, parecía que tenía don de gentes, a diferencia de Leo, que se sentía mucho más cómodo con las máquinas. Él no tenía ni idea de cómo funcionaban los seres vivos como los caballos y las chicas.

Por otro lado, Hazel era la novia de Frank, de modo que Leo debía guardar las distancias. Aun así, el cabello le olía bien, y montar a caballo con ella hacía que se le acelerara el corazón casi en contra de su voluntad. Debía de ser la velocidad de Arión o el hecho de que Lilith estuvo muy cerca de él en todo el viaje.

Volviendo con Lilith, esta iba abrazando con fuerza a Leo y su cabeza estaba apoyada en la espalda de este. Al hijo de Hefesto esto no le incomodaba en lo absoluto aunque no sabía porque. Él se sentía en confianza y muy a gusto cuando estaba con ella, a pesar de la poca comunicación que se tenían ambos.

Arión llegó a la playa con gran estruendo. Pateó el suelo con los cascos y relinchó triunfalmente, como el entrenador Hedge lanzando un grito de guerra.

Los tres semidioses desmontaron.

-Oh, gracias a Hades. Ya terminó este viaje tan pésimo-dijo Lilith dramatizando mientras estaba recostada en el piso mirando al cielo.- Sin ofender.

Arión piafó en la arena.

-Necesita comer -explicó Hazel ignorando el comentario de Lilith-. Le gusta el oro, pero...

-¿Oro? -preguntó Leo.

-Se conformará con hierba. Adelante, Arión. Gracias por el viaje. Te llamaré.

Y sin más, el caballo desapareció; no quedó ni rastro de él salvo una estela humeante a través del lago.

-Qué caballo más rápido -dijo Leo-, y qué caro de mantener.

The Heiress Of Shadows| Leo Valdez ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora