one and only

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Harry era una persona muy paciente, demasiado.

Todos sus colegas lo conocían por eso y siempre había sido el único halago sincero que le dedicaban, desde siempre, además que fue clave para ser contratado en este trabajo.

Pero hoy, martes, primer día de otoño, sentía que sus reservas energéticas de paciencia habían sido drenadas, se sentía una bolsa de papas que podían tirar y patear a su gusto.

Y aún eran las 9 de la mañana cuando su jornada concluía al mediodía. Tan solo llevaba dos horas y ya había pasado todo lo que podía llevarlo a caer en lo más bajo y oscuro de sus emociones y pensamientos.

6 a.m, había perdido su colectivo, por lo que llegó tarde justo en el día en que su jefe decidía aparecer por lo que no sabía que Harry era quien normalmente abría al ser el primero en llegar, y sus compañeros no iban a admitir eso ya que expondría que nunca estaban a horario.

Recibió una reprimenda y un recordatorio sobre la puntualidad, además que le estuvo recordando toda la mañana cada error que le encontraba.

7 a.m, estaba en entrega de pedidos y por ende, detrás del mostrador, una señora aparentemente mayor discutió con él por una mesa sin levantar, no le interesó ver la fila de personas esperando retirar lo suyo por lo que detrás de esta mujer tuvo que disculparse con todos los que esperaban y disculparse de más con otros que estaban molestos con él también por no agilizar la situación. No tuvo propina.

No tuvo voz para decirle a Nadine, quien era la encargada de las mesas, lo que había pasado. La pobre estaba pasando una separación muy dura y lloraba por los rincones, tenía sentido que no estuviera dando todo de si.

8 a.m, hora pico, un niño vómito por lo que tuvieron que devolver el dinero por una comida en mal estado que el niño no había ni mirado, una de las baristas se desmayó y tomó su lugar, por lo que cumplía dos funciones parciales mientras esperaba que sus demás compañeros entren al turno.

Mirando hacía atrás, había hecho tantas cosas en ese horario que no podía enfocar casi nada concreto. Muchas voces juntas, gritos, risas, quejas, tazas que golpeaban, cucharas que caían, la música estridente, el olor al café siendo lo único que su olfato podía captar, y las decenas de rostros que pasaron frente a él con sus pedidos y preguntas.

Y llegamos a las 9 a.m, y Harry sentía que el próximo en desmayarse sería él.

Nunca había tenido un día tan cargado, la cafetería Amuleto siempre había sido un lugar sereno y tranquilo, al menos hasta que el jefe puso gente de marketing que popularizó el lugar y remodeló todo,  borrando e innovando toda esa vibra suave que tanto le gustaba cuando comenzó a trabajar allí.

No sé quejaba de su trabajo, era dinero que necesitaban demasiado, pero era humano y podía decir algo sobre los nuevos visitantes del lugar que habían barrido a los "originales", como le gustaba llamar a los grupitos de vecinos que se unían a beber un café y leer un libro o el diario, cada tanto un hipster en busca de aquel factor vintage que podían encontrar en el ambiente. Los extrañaba, había llegado a conocerlos y las viejitas le decían cosas lindas que le alegraban los días.

Ahora iban a la nueva cafetería una cuadra más lejos, había visto a un par de ellos desayunando allí cuando desaparecieron de su vida, buscando de nuevo el ambiente que perdieron, pero no estaban recibiendo empleados y Harry no podía arriesgarse a perder sus turnos en Amuleto por algo tan impredecible.

Lo bueno de ese horario era que tenía un descanso de quince minutos que aprovecharía para hablar con su novio, desahogarse un poco, comer una manzana y prepararse para seguir la jornada hasta el mediodía.

flores amarillas - larry os Where stories live. Discover now