17. Primer hechizo

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El otoño había llegado hace ya mucho tiempo, y las cosas seguían casi igual en aquella gran casa de Los Ángeles, incluso mejor

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El otoño había llegado hace ya mucho tiempo, y las cosas seguían casi igual en aquella gran casa de Los Ángeles, incluso mejor. Remus y Sirius eran muy unidos a Anne y ella los veía como los padres que siempre había anhelado. Los tres eran una familia, en pocas palabras.

Anne seguía trabajando en el zoo. Aquella mañana no tenía que ir, solo tenía un espectáculo por la noche. Se levantó temprano de todas formas para poner a funcionar su plan. Pidió ayuda a Remus y ambos se llevaron mucho tiempo trabajando.

Sirius se levantó sobre las 10:30, su hora habitual. Bajó a la cocina aun bostezando y se quedó parado en las escaleras al ver la escena que le montaban Remus y Anne.

—¡Feliz cumpleaños! —gritaron ambos, mostrando una tarta de chocolate en la encimera de la cocina.

Sirius terminó de bajar el tramo de escaleras que le quedaba con una enorme sonrisa en los labios.

—Dios mío... ¡no hacía falta! ¡Remus sabe que me da igual mi cumpleaños!

—Venga, amigo. No todos los días se cumplen 35 tacos.

—Parece mentira que hace unos años fuera al apuesto mujeriego Sirius Black —se echó aires—. Anne, no te lo imaginas, tenía a todas las chicas detrás de mí.

—Era un degenerado —Remus rodó los ojos—. Cállate ya y solía de una vez.

Sirius sopló sus velas de cumpleaños y los tres partieron trozos de tarta para desayunar.

—Hoy quería que fuerais al zoo para mi espectáculo, como regalo para ti —miró a Sirius—. Será más increíble que en mi sala de entrenamientos. Y ahora quiero seguir practicando un poco la magia.

—Llevamos ya un mes intentando el hechizo Lumos. Ya mismo te tiene que salir, lo sé —sonrió Remus.

—Tengo muchas ganas. Sé que no será rápido, pero voy a dar todo de mí.

—Bien dicho, niña —le sonrió Sirius.

Así pues, tras desayunar aquella deliciosa tarta casera de chocolate, se reunieron en la sala de prácticas. Remus abrió el libro y lo puso en el atril.

—Ya sabes cuál es el movimiento. Tienes que relajarte, tienes los brazos como una figurita de porcelana. Relájate, Anne.

—Vale —sacudió las manos—. Yo puedo con esto.

—Claro es que sí, eres una campeona y una luchadora —le sonrió Sirius, cogiendo la mano con la que no sujetaba la varita—. Los dos estamos contigo, ¿vale? Si no te sale, seguiremos practicando. No pasa nada.

—Vale, vale...

—Tranquila...

Anne respiró profundamente y cerró los ojos. Buscaba en ella misma su propia magia. Seguía siendo brillante y naranja, pero había crecido bastante. Quería que creciera y brillara más.

Sin magia || Draco MalfoyWhere stories live. Discover now