0.0 | La ceniza

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19 marzo 1870

En el ajetreo y el bullicio que azotaba el sucio callejón de Nueva York, las cenizas rojizas se reflejaron en los ojos de la pequeña. Es maravilloso. Edwina Clark no pudo evitar pensarlo. En ese momento no sentía frío, a pesar de que la lluvia le había mojado la cabeza y le había empapado la ropa.

Había estado lloviendo continuamente durante una semana. No había sido una buena idea salir de casa en esa tormenta, pero su tutora le había informado que tenía algunos asuntos urgentes que atender y quería llevarla. Le había puesto el abrigo y el sombrero nuevo que había comprado con mayor frenesí que de costumbre; luego, la había hecho sentar en el carruaje y se habían ido.

Edwina, sin tocar el suelo, había balanceado los pies de un lado a otro, pateando de emoción como un caballo en espera. La señora Emerson la había mirado, ordenándole que se detuviera, y se había sentido obligada a complacerla solo para no hacerla enojar más de lo que ya estaba. Había detenido las manos cruzadas sobre las piernas, sobre la falda vaporosa de su vestido de muselina adornado con un lazo rosa, y había tratado de mantener la espalda erguida como le habían enseñado. Y la boca cerrada, sobre todo.

Todo el viaje había estado marcado únicamente por la respiración de Edwina, el sonido de las pezuñas de los caballos y las oraciones susurradas de su tutora. Sin embargo, a mitad de camino, la lluvia había derribado un árbol. Los caballos habían enloquecido: en la vehemencia de sus movimientos habían logrado soltarse y escapar. Edwina había pensado que en ese momento no había nada más que pudieran hacer, no podían ni ir, ni volver, pero la señora Emerson la había sorprendido. Edwina había mirado su rostro arrugado, cada arruga más acentuada con el paso de un nuevo segundo, y había sucumbido a la euforia cuando, al salir del carruaje, la había agarrado del codo obligándola a seguirla.

Corrían.

Era la primera vez que a Edwina se le permitía correr bajo la lluvia. Con cada paso, sentía el familiar chapoteo que dejaban sus zapatos. Sus pies se habían convertido en un charco de agua; movía los dedos y encontraba los calcetines húmedos. Aun así, se sentía viva.

Mirando hacia abajo, se dio cuenta de que sus zapatillas estaban arruinados. Solo los había usado una vez, pero su único pensamiento fue "pecado".

No detuvo su carrera y, por el contrario, empujó a su cuerpo a ir más rápido, a superar cualquier límite físico. Corrió hasta perder el aliento.

Le dolía el pecho y nunca se hubiera detenido, sentía que no debía... pero lo hizo. No había sido la señora Emerson quien la había persuadido, y ni siquiera había sido el cansancio. La culpa había que darla al crepitar de las gotas de ceniza ante sus ojos.

No podía apartar la mirada. Lo había intentado y había fallado. Lo que sintió fue el poder sacudir su cuerpo, la energía apoderarse de ella. Estaba entusiasmada. Nunca en su vida había visto fuegos artificiales tan cerca y nunca lo había esperado. Y, sin embargo, estaban allí, a una pulgada de su nariz.

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⏰ Last updated: Aug 01, 2023 ⏰

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Recuerdos de cenizas ( #1 Saga Magia Negra )Where stories live. Discover now