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Cuando tomaba clases de danza, era el momento donde más me sentía relajada, era como un escape para mí. En esos momentos sólo pensaba en mover mi cuerpo con completa libertad, dejando ir la energía almacenada en mi cuerpo. Sentirme tan ligera es algo que sólo podía permitirme en este tiempo.

A pesar de que no le podía dedicar mucho tiempo a la danza, son mis horas favoritas y se me van volando, ni siquiera siento el paso de las horas. Desafortunadamente es un placer que sólo me puedo permitir los sábados ya que una gran parte de mis días los dedico a mis estudios.

Como siempre, la clase acaba antes de que me pueda dar cuenta, todos los sábados quisiera quedarme más tiempo. Sin embargo, sólo debía tomar mis cosas para irme. Cuando lo hice, me dirigí al estacionamiento para poder regresar a mi departamento.

—¡Oye! Ven un momento —volteé hacia la voz y noté que era Ana quien me llamaba. Pero no estaba sola.

El chico del otro día de la cafetería estaba con ella.

—Hola, chicos

—Mi amigo aquí dice que te estaba esperando y me preguntó por ti —dijo Ana con una sonrisa amigable—. Así que lo acompañé hasta que saliste, espero que no te moleste.

¿Me estaba esperando? Casi sentí una gota de sudor frío recorrer mi espalda, pero puse mi mejor cara y le dije que no se preocupara. Y, sobre todo, yo no debía preocuparme, si Ana lo conocía no debía ser alguien raro. Es más, seguramente era Ana la persona que él me dijo que había venido a ver el sábado pasado. Despejé mi cabeza de tantos pensamientos enredados y le devolví la sonrisa.

—Bueno, entonces mejor los dejo solos, ya me tengo que ir —dijo Ana con cierta incomodidad, como quien siente que no pertenece a un lugar—. Los veo luego, ¡adiós!

Ana nos despidió a ambos agitando su mano en el aire mientras caminaba hacia lado contrario de donde nos encontrábamos. Aunque parecía que él no le prestaba atención a ella, sólo me miraba a mí sonriendo. Me daban ganas de correr tras Ana y rogarle que no se fuera, no me sentía cómoda quedándome sola con alguien a quien apenas y he cruzado un par de palabras.

Nunca he sido buena en situaciones sociales, así que me pongo muy nerviosa con gente que no conozco. Debo tener confianza con la gente para poder hablarles como una persona normal.

Pero, algo era diferente al sábado pasado.

Ahora su mirada no era tan penetrante, su sonrisa era amable y se miraba más atractivo que la última vez que lo miré. Llevaba una camisa de manga larga, así que no podía ver su tatuaje de la serpiente en el brazo. Dudé en qué decir, me ponía muy nerviosa y él parecía que no tenía intención de hablar primero, casi como si esperara que yo le dijera algo a pesar de que Ana me dijo que me estaba esperando.

—Entonces, ¿Ana y tú son amigos? —le pregunté sólo para ya no seguir en este silencio.

—Te dije que venía a ver a alguien.

Entonces mis suposiciones eran correctas y a quien venía a ver era a Ana, me pregunto cómo se conocerán o cuál será la relación entre ellos.

Pero había algo en él que me llamaba la atención: su manera de hablar. Hacía que todo sonara de manera burlona o sarcástica; me sacaba un poco de onda, pero hasta eso que no era molesto, era juguetón de manera agradable. Su respuesta me hizo sonreír y gané un poco de confianza para continuar la plática.

—Bueno, pues me estabas esperando, ¿no? ¿me querías decir algo?

Su sonrisa se extendió y sus ojos, que con la luz exterior se miraban menos oscuros que la vez anterior, se iluminaron.

—Espero que no te moleste o te parezca extraño, pero te estaba esperando para invitarte a salir —lo dijo como quien le habla a su amigo de toda la vida, sin ningún atisbo de pena. Sólo sonrió y me miró directo a los ojos.

—¿Qué? —sólo pude decir sorprendida. No me esperaba eso, ni siquiera conocía a este chico y, ¿me estaba esperando para invitarme a salir?

En lugar de ofenderse o sorprenderse por mi reacción, sólo pareció que le divirtió mucho. Tenía la sensación de que podía leer todos mis pensamientos.

—Sé que ni siquiera me conoces, pero desde el otro día en la cafetería simplemente me atrapaste —ahora parecía estar hablando con total seriedad—. Y tuvieron que pasar estos días para juntar confianza y poder invitarte a salir. No me podía permitir no volver a verte.

Ya no sonaba burlón o sarcástico, su tono había cambiado totalmente y estaba serio, pero con una sonrisa amigable en el rostro, y para serme sincera, me parecía simplemente encantador. Pensaba que era una mala idea, digo, ¿un chico sale de la nada y me quiere invitar a salir? Pero al parecer mi sentido común no funcionaba muy bien cuando él estaba a mi lado. Además, no salió de la nada, era amigo de Ana y esa chica es encantadora, no creo que ande por ahí con tipos malos.

—Claro, ¿por qué no?

—Tomaré eso como un entusiasta "sí" —volvió su tono burlón y esa sonrisa magnética—. Préstame tu celular para anotar mi número.

Casi sin pensarlo se lo di, él anotó su número y me devolvió mi celular. Parecía que a su lado sólo podía acceder a todo lo que él me pidiera.

Y él parecía darse cuenta de ello.

—Luego nos ponemos de acuerdo, adiós Amalia.

Cuando lo perdí de vista dejé salir la respiración que no había notado que me estaba aguantando y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Miré hacia el cielo y noté que de pronto todo estaba nublado y oscuro, entonces recordé que en las noticias habían pronosticado tormentas.

Al tratar de recapitular todo lo que había pasado hace unos minutos, me di cuenta de algo, ni siquiera me había dicho su nombre. Revisé el celular para ver con cuál nombre se había registrado: "Leo".

—De esto no puede salir nada bueno —pensé, pero luego me reí de mis propios pensamientos. Tenía que dejar de ser tan melodramática y dejar de hacer excusas para evitar relacionarme con las personas.

Perfección SiniestraWhere stories live. Discover now