Soledad

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La oscuridad que lo atormentaba fue remplazada por el techo de bambú, Shen Jiu abrió los ojos con un leve tinte de miedo, sus manos heladas apretando los bordes de la sabana, el sudor frió bajando por su sien, un sonido ahogado lo abandono cuando trago el nudo que se formaba en su garganta mientras se sentaba apoyando su espalda contra la pared, aun intentando obligarse a dejar de temblar.

Un pequeño rió de lágrimas se abrió paso sobre las blancas mejillas, los ojos jades aun contraídos por el pánico, solo un suave tartamudeo logro salir de sus labios cuando intento pronunciar una palabra, dejando libre el aliento que había contenido cuando pudo encontrar su lengua en su lugar.

La pálida mano derecha se dirigió a sus piernas mientras la otra buscaba su ojo izquierdo, un suspiro de alivio cuando aún lo sintió, y tras este pequeño análisis, un sollozo lleno la habitación, intensificándose cuando la segunda ola de recuerdos invadió sin piedad su mente.

La imagen del hombre que lo había torturado por décadas sobreponiéndose a la del joven que lo veía y besaba con adoración, la risa angelical de su amada alumna favorita siendo opacada por la sonrisa indiferente que la chica le había dirigido cuando fue tomado como prisionero del palacio HuaHua, la risa maliciosa del joven y estúpido discípulo principal siendo acallada por los gritos de agonía del adolescente cuando fue arrojado a su muerte, su fracaso al salvar a su primer amor frente al triunfo de quien tomo su cuerpo, la confesión de su hermano que el impostor obtuvo sin esfuerzo frente al silencio obstinado que él consiguió tras suplicas.

Shen Jiu ahogo un grito mientras se sujetaba la cabeza con fuerza, escondiendo su rostro entre sus rodillas, intentando tragarse los sollozos mientras sus uñas atacaban sin piedad la piel blanda de sus brazos dejando a su paso pequeños caminos de sangre y sus molares se presionaron con fuerza entre sí para contener los sollozos.

Por un segundo volteo a ver a Xiu Ya con los ojos enloquecidos, quería morir, los dioses sabían cuanto deseaba morir en ese momento, se sentía enloquecer en su pequeña cabaña, su mente absorbida por como un niño logro robarle su vida y obtener todo lo que el había deseado con todo su corazón, como sus hermanos le perdonaron y amaron a pesar de que el niño siempre actuó por su propio beneficio.

Y en el fondo Shen Jiu no lo juzgaba, todos tenían el derecho y la obligación de ponerse a sí mismo sobre los demás o no sobrevivirían en el infierno al que los humanos e inmortales llaman vida, pero ese no era el punto, el punto era lo estúpidos que eran todos en esa maldita montaña para no notar que bailaban como títeres al son de una canción ridícula en la palma de su suplente, bola de idiotas.

Shen Jiu aparto la vista de su espada mientras se clavaba las uñas con fuerza contra la piel de sus muñecas, arrastrando las uñas bien cuidadas por la piel jade hasta que el dolor le permitió aclarar un poco su mente, la sensación de ardor en sus manos manteniendo a raya el dolor sordo que parecía querer perforar su conciencia.

Todos en esa maldita secta creían que era una escoria digna de ser torturada hasta la ruptura de su alma, sin merecer que ninguno de ellos diga una palabra en su favor durante el juicio.

Está bien, ya no pensaba sacrificar un segundo más preocupándose por esos imbéciles.

Todos en esa secta llena de hipócritas querían a esa serpiente sonriente, pues bien, eso era la que Shen Jiu les daría hasta que pudiera largarse... solo debía esperar al hijo del destino antes de empezar su juego.

Viva la venganza ||  Original Luo Binghe/Original Shen QingqiuWhere stories live. Discover now