15; El Artista Y El Cantante

84 25 4
                                    

Diez años atrás, cuándo apenas era un jovencito de 23 años, no tenía absolutamente nada. Tan sólo a aquel artista, tan sólo tenía a Eijiro a su lado. Y lo amaba demasiado, porque él era su todo, todo lo que tenía en esos momentos, pues no tenía amigos y de un momento a otro dejó de hablar con sus padres.

Sin embargo, ahora lo tenía todo. Tenía la fama, admiradores, amigos, amor, apoyo y reconocimiento. Tenía todo lo que siempre había soñado desde hacía tantos años. Pero había un pequeño problema, que cada noche lo atormentaba una y otra vez sin parar. Había perdido al que alguna vez fue su todo. Había perdido a Eijiro, sin razón alguna, simplemente perdieron todo el contacto una vez llegó al estrellato.
Su mánager ya se lo dijo la primera vez que lo vió, los artistas reconocidos no tienen tiempo para amores lejanos, no le creyó, pero pronto comprobó que tenía toda la razón, Eijiro ahora se encontraba lejos, seguía en algún punto de Francia, pintando y dibujando cómo siempre lo había hecho, viviendo una vida tranquila debajo de los focos pese a también ser famoso, viviendo cómodamente en una casa acogedora, publicando sus cuadros a los que dedicaba todo su tiempo libre, y hacía exposiciones a las que acudían decenas y decenas de personas, sólo para admirar la delicadeza de sus trazos o al menos, eso es lo que él imaginaba y le gustaría.

Sin embargo, él tenía una vida completamente distinta. Vivía en la más grande de las casas, y ahora se encontraba en Liverpool, tan lejos de su conocido París. Vivía de forma ajetreada y rápida, yendo de un lugar para el otro, haciendo conciertos sin descanso, cuándo no estaba cantando, estaba tocando la batería, cuándo no hacía ninguna de las dos cosas, es porque estaba volando en un avión para una nueva gira, y en sus ratos libres, solía componer. Sus estilos de vida no tenían absolutamente nada que ver con el otro, y eso al final del día, no podía ser compatible.

✷✷✷✷✷
✷✷✷✷✷✷

París seguía siendo tal y cómo recordaba, nada había cambiado pese a los años que habían pasado desde la última vez que recorrió sus calles. Conocía todo demasiado bien, pero aún así, no podía evitar detenerse a observar cada vez que la más mínima cosa se salía aunque fuera un poco de lo que él recordaba. Ahora había vuelto, sin siquiera percatarse de lo mucho que había extrañado la ciudad. Acababa de dar un concierto en un estadio en pleno centro de París, y ahora se encontraba en su camerino, cambiándose de ropa y ajustando las cuerdas de su guitarra eléctrica. Suspiró, ese había sido el último concierto de la noche y él estaba exhausto. Alguien entró con total naturalidad.

—Katsuki, tengo algo que decirle.

Se giró y vió entonces a su mánager, quién se acercaba a él con aire de preocupación, cómo si no supiera como comunicarle la noticia.

—¿Que pasa?

—Los conciertos de mañana han sido cancelados, hay muchas posibilidades de que nieve durante todo el día.—Informó.—Además, es víspera de Año Nuevo, y por lo tanto no habrán tantos espectadores.

—¿Eso quiere decir que tendré el día libre?

—Efectivamente. Pero no se preocupe, sólo será por un día.—No estaba preocupado en lo absoluto, pero no dijo nada al respecto.—¿Que hará en su día libre?

Katsuki no tuvo que pensarlo mucho antes de recordar lo que había visto hacia unos días en el periódico, pronto sonrió al mismo tiempo que continuaba ajustando las cuerdas de la guitarra.

—Tengo un plan perfecto para mañana, y agradecería mucho si me dejaras ir completamente sólo.

✷✷✷✷✷
✷✷✷✷✷✷

Jamás se lo dirá a su mánager, pero ya había comprado las entradas antes de saber que sus conciertos serían cancelados. Y tras comer, inmediatamente se vistió de la forma más discreta y tapada que pudo, —para que nadie fuera capaz de reconocerlo.— y salió a la calle. Se encaminó hacia el museo del Louvre.

La encargada lo dejó pasar en cuestión de cortísimos segundos, en cuánto entregó la entrada. El museo se encontraba abarrotado de aficionados a las artes que querían ver los más novedosos y extravagantes cuadros. Pero él ignoró a todas estas personas y a todos los cuadros que miraban con expresiones de asombro. Él sabía muy bien hacia dónde iba, y no iba a detenerse a mirar ningún otro cuadro que no fueran los que realmente quería ver y le interesaban. Por eso, pasó de largo y se dirigió a otra sala, que esa era la que realmente le interesaba. Aquella al fondo del pasillo, dónde se anunciaba en letras grandes una exposición de un pintor que era muy querido para él: Eijiro Kirishima, por supuesto.

El corazón le empezó a latir demasiado deprisa, pues de repente tuvo esperanzas de encontrarlo ahí, parloteando con cualquier persona desconocida sobre las técnicas que utilizaba o sobre cómo había llegado su inspiración para pintar, cómo siempre solía hacer cuándo estaban juntos. Pero una vez entró, no pareció verlo por ninguna parte, triste y desesperanzado, comenzó a recorrer la habitación, observando cada cuadro, admirando todos y cada uno de ellos. Eijiro en estos años no había hecho más que practicar y mejorar, se sintió realmente orgulloso al ver todo lo que había logrado o cómo ahora tenía a centenares de personas admirando su arte, ese que él mismo consideraba extraño, y que nadie entendía, ni siquiera su propia familia.

Los jóvenes hacían comentarios sobre lo bien hechos que estaban todos y cada uno de los trazos, y no pudo evitar recordar en cómo era él al principio, cuándo no sabía que dibujar, si tal vez aquella mezcla de colores no era la correcta o si algún día llegaría a conseguirlo, pero ahora, míralo bien, estaba en lo más alto. Se preguntó si Eijiro tal vez ahora estaría con otra persona, si se habría casado o si tendría hijos. Se preguntó si este ya lo habría olvidado, pero mientras tanto, siguió caminando, hasta que el más grande de los cuadros en toda la habitación se presentó ante sus ojos, y entonces entendió que de ninguna manera Eijiro se olvidaría de él.

En aquel cuadro se veía perfectamente reflejado a un chico de cabello rubio y tez pálida, en un escenario de lo que parecía ser un teatro, portando unas extravagantes vestimentas y con la mirada más triste que había visto jamás. No tardó ni un segundo en darse cuenta de que aquel chico era él, y una vez leyó el nombre del cuadro, el chico de la ópera, pudo confirmar por completo sus sospechas. No le había olvidado, aún lo recordaba, y siempre sería su musa.

Fin.

Holaa. Este es el final de este fanfic, muchísimas gracias a todos los que lo han leído, votado y comentado. Espero que os haya gustado todos y cada uno de sus capítulos, y sobre todo su final. Adiós <3




Ópera Y Lienzos | BakushimaWhere stories live. Discover now