2. La calma del hogar

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Xiao llegó al orfanato sin aliento, con los pulmones y los músculos de sus piernas ardiendo por el esfuerzo, ya que en ningún momento se había detenido a descansar. Todo estaba en silencio, pues se habían mandado a todos los niños a dormir temprano para que pudieran disfrutar lo más pronto posible de la fiesta de navidad del día siguiente. Lo único que hacía presente que todavía había actividad en el interior eran las luces de algunas habitaciones de los pisos de arriba, y gracias a eso Xiao se sintió un poco más tranquilo al ver que, por lo menos, había alguien más todavía despierto.

Como era común para Xiao el regresar cerca de esas horas al orfanato, los directores habían estado de acuerdo en darle una llave para cuando no hubiera nadie que pudiera recibirlo. A veces estaba Huffman, un guardia nocturno que patrullaba por los alrededores, pero debido a que era noche buena, en ese momento se encontraba festejando con su familia. Por lo tanto, Xiao se apresuró en sacar sus llaves, con manos todavía temblorosas, mientras sentía su espalda demasiado expuesta, como si alguien lo hubiera estado mirando desde hacía mucho rato.

El corazón le golpeaba con fuerza el pecho y sentía que en cualquier momento sus piernas colapsarían si no se detenía a descansar, por lo que para evitar hacer mucho ruido y llamar la atención, simplemente cerró el portón de entrada detrás suya y se dirigió al patio trasero, rodeando por completo el edificio, hacia donde se encontraba la zona de juegos.

De día, el lugar era muy animado y divertido, los niños gritaban y reían, la mayoría era muy amigable con el resto, algunos eran tímidos y se alejaban a los rincones solitarios o se quedaban en sus habitaciones, mientras que otros no eran más que niños malcriados que se la pasaban castigados gran parte del tiempo.

De noche, la imagen era triste e inquietante.

Aun así, Xiao caminó a través de los juegos hasta llegar a los columpios hasta tomar asiento en uno y comenzar a balancearse suavemente. El movimiento sirvió para que comenzara a tranquilizarse poco a poco, cada vez más consciente de que estaba en casa, a salvo, y gracias a eso pudo procesar mejor los hechos de hacía unos minutos.

¿Qué demonios había visto entre la hierba? Estaba seguro que era una persona... o eso parecía, pero lo que definitivamente no tenía explicación eran las enormes alas que había visto pegadas a su espalda, las cuales no eran simple decoración: estaba seguro que las había visto moverse.

Esa cosa no era humana.

A pesar de que estaba demasiado enfocado en sus propios pensamientos, intentando darle una explicación a lo que había visto, su alrededor estaba lo suficientemente en silencio como para que notara el suave sonido de la puerta trasera del orfanato abriéndose. Alzó la vista como reflejo y vio una figura delicada acercándose a él

—Xiao, ¿estás bien? ¿Qué haces aquí?

Bárbara, una aprendiz de monja que iba al orfanato de vez en cuando para ayudar con los niños, se acercó con preocupación, ladeando la cabeza al verlo solo en la zona de juegos a esas horas de la noche.

—Creí que ya habías vuelto desde hacía rato... —La mirada de Bárbara bajó hasta las rodillas de Xiao, donde toda la parte de sus pantorrillas se encontraba sucio de tierra y lodo seco—. Oh, veo que... estuviste ocupado.

—Ah... —Xiao bajó la mirada y se dio cuenta que no sólo su pantalón estaba sucio, sino que también parte de su camisa también; estaba seguro que al caer, se había manchado parte de la espalda, y no pudo evitar avergonzarse de que Bárbara se hubiera dado cuenta de su apariencia antes que él mismo—. Me caí.

—Puedo verlo —soltó una risita dulce—. ¿Qué ocurrió? ¿Por qué no entras a casa a darte una ducha?

Xiao dudó un poco, y su silencio fue lo suficientemente largo como para que Bárbara volviera a preocuparse.

Celestial | XiaoetherWhere stories live. Discover now