Capítulo 29

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Dejamos a Ishida y a Gabumon en aquella dimensión oscura y regresé con Pyrus al castillo. Él no dijo nada. Se alejó de mí refunfuñando mientras rechinaba los dientes.

Régar estaba reunido cuando llegamos. Aparte de Pesbas, Lórman, Tigasde, Drac y los otros tres hombres que trabajaban para Régar habitualmente, había otro más, también sombra. Era bajito, robusto, de grandes y altas orejas. Había perdido casi todo el pelo de la cabeza. El poco que tenía era largo, de un blanco sucio y completamente enmarañado. Puede que hubiera sido oscuro en tiempos pasados. Gesticulaba con los brazos mientras dialogaban, y lo hacían en ofiuco, pero pude distinguir gran parte de la conversación. Su tema principal era Takaishi.

—Habrá que sacar la energía que nos falta de donde sea —decía Régar—. Tenemos poco tiempo y necesito que ese humano de mierda esté preparado lo antes posible. Como si tengo que romperle las piernas para conseguirlo, ¿me explico? Pesbas, ¿el digimon está listo?

—Sí, señor, está en la celda. El aparato que trajo Uf-Tá está preparado para exprimir hasta la última gota de su poder.

Supuse que Uf-Tá era el nombre del sombra que no conocía. Régar asintió con la cabeza, despacio.

—¿Y bien, Uf-Tá? —añadió entonces—. ¿Finalmente podrás hacerlo?

—Claro que sí, sí, sí. Por supuesto que sí —respondió el aludido frotándose las manos—. Puedo conseguirlo, y rápido. Aunque el costo será más elevado si tenéis tanta prisa.

A él no podía verle la cara, pero a Régar, en el trono, sí. Su rostro se crispó. Quitó el pie derecho de la rodilla izquierda para apoyarlo en el suelo y descansar los antebrazos en su regazo, sin apartar ni un segundo la vista de Uf-Tá.

—Mejor vamos a hacer esto —dijo—: tú haces lo que te digo en el tiempo que te digo y yo te doy los mismos rakis que te ofrecí al llegar. Después te largas y no vuelves a asomarte por aquí a menos que quieras morir. ¿Te parece bien?

Uf-Tá tardó en responder. Se frotó las manos, miró a Pesbas y a Tigasde, que custodiaban los flancos de Régar, y después asintió varias veces con la cabeza.

—Sí, sí, sí. Claro que sí.

Régar, sin moverse ni un ápice, elevó sus iris hasta los míos. Entendí al instante que debía acercarme, y obedecí sin dudarlo. Por el rabillo del ojo pude notar que Uf-Tá me inspeccionaba de arriba abajo, casi escandalizado.

—Pyrus, ¿ha ido todo bien? —inquirió Régar.

Aunque se dirigía a Pyrus, habló en japonés y sus ojos plateados no se apartaron de los míos, como si la pregunta fuera dirigida a mí. Estaba claro que quería saber si yo sería capaz de volver a traicionarlo, si su castigo había servido, si estaba dispuesto a entregarme a sus exigencias sin pedir nada a cambio y, sobre todo, si podía confiar en mí.

Y lo cierto es que no debía, porque después de aquello pensaba traicionarlo las veces que hiciera falta con tal de salirme con la mía. Fuera como fuese y costara lo que costase.

La última paliza me había tirado a un precipicio del que ya no podía escapar. Estaba cayendo en picado, a una velocidad lo bastante vertiginosa como para no darme cuenta de toda la distancia que podía recorrer en tan solo un segundo.

A pesar del dolor, ya no estaba asustado por lo que pudiera hacerme.

Régar me había demostrado que había sobrepasado su límite, que bastaba una sola decisión mía para que considerase que ya no podía seguir manteniéndome con vida. Por eso creí que no me quedaba de otra. O escapaba de él, o me acabaría matando más temprano que tarde.

Le sostuve la mirada, esforzándome por no mostrarle, siquiera, indiferencia.

—Sí —respondió Pyrus—. Los digimon deben estar enfrentándose a Borg.

—¿Te ha dado problemas el mestizo?

—No.

El tiempo que se mantuvo en mis ojos me pareció eterno.

Se puso en pie y se acercó a mí. La luz de las antorchas sobre su nariz exageró la curvatura ligera de su tabique, y podría jurar que su rostro bruto y tosco se suavizó, aunque lo hizo de una manera casi imperceptible.

—¿Has recapacitado? —me preguntó en voz baja, casi como si no quisiera que los demás lo escucharan. Me tomé como una pequeña victoria personal el hecho de que no hubiera sabido leer mi expresión.

—No se me ocurrirá volver a intentar nada en tu contra. Jamás —le aseguré.

Soné tan convincente que él solo pudo entornar los ojos y mover la mandíbula de lado a lado mientras me analizaba. Después se dirigió de nuevo a Uf-Tá, en ofiuco:

—Pues empecemos. ¿Cómo piensas conseguir lo que te pido?

Uf-Tá mostró sus dientes roñosos y oscuros al sonreír.

—Gracias a Whisimbell.







Sombra&Luz

Sé que ha sido muy cortito, así que el domingo publicaré el capítulo 30. 🖤

Digimon Adventure: Proyecto MestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora