Decepciones y Disculpas

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Alexander

De regreso en el pueblo, y luego de un baño, fuimos a cenar a un restaurante. Afuera, los habitantes caminaban de lado a lado con esas casas de corte victoriano, puertas dobles en las ventanas y puertas principales dobles de hojas finas, como fondo.

La rubia se deleitaba con el sabor de cada bocado de su filete de res y papas bañadas en queso y perejil. Cerraba los ojos e inclinaba su cabeza como si disfrutara de un hermoso recuerdo. Luego abría los ojos y con su mirada acompañada de una sonrisa de satisfacción hacía otro corte. Cuando repite su gesto, le tomo una foto.

—No recuerdo haberte dado permiso para que me fotografiaras —me dijo.

—Hay momentos en que no sabemos como nos vemos, hasta que nos toman una foto —contesté con mi famosa sonrisa maliciosa.

La sonrisa de Natalia se ocultó y sus ojos se abrieron extrañada.

—¿Me veo rara? ¿Ridícula?

Me reí en silencio.

—¡Déjame ver! —exclama alargando sus manos para tratar de tomar la cámara.

—¡Nop! —respondí atrayendo la cámara hacia mí.

—¡Vamos déjame verla!

—No te ves mal, confía en mí.

Se cruzó de brazos y sus finos labios se escondieron en su boca. Cuando me relajo, permanece en silencio y muy quieta.

—¿Te molestaste? —le pregunté —. No sería la primera vez.

Cerró los ojos en un gesto de indiferencia y yo me relajo dejando la cámara sobre la mesa. Ella vuelve a abrir los ojos y me mira relajada.

—No estoy molesta —replicó entonces.

Pinchó el último pedazo de carne y papa muy calmada y en silencio. Y al momento en que presto atención a mi plato. Siento como se levanta y se tira por encima de la mesa para tomar la cámara. Reaccioné de inmediato, no es la primera vez que intentaban quitármela.

—¡Déjame verla! —dice ella tirando de esta.

No pude evitar reírme al verla ser espontánea y divertida de manera genuina. Pero la diversión se vio interrumpida por el serio carraspeo del mesero y lentamente nos volvimos a sentar tranquilos y callados para terminar nuestros platos.

Una vez afuera, caminábamos iluminados por los faroles de la calle con esa luz amarillenta que le da ese ambiente suave.

—¿Sigues molesta? —pregunté.

—Ya dije que no estoy molesta —respondió.

De pronto y sin previo aviso, se hizo de mi cámara que colgaba de mi cuello y se volteó para evitar que la detuviera. La correa me dio un tirón y quedé pegado a su espalda. La manejó rápidamente, pero en realidad no lograba hacer que esta, le mostrara las fotos.

—Está bien —dije resignado.

Pasando mis manos por encima de sus hombros, manipulé los controles para que se vieran las fotos. Las primeras en aparecer, fueron las de la arboleda, seguida de la suya con la cara manchada de lodo riendo divertida. Lanzó una risita y entonces llegué al final.

La foto en el restaurante, la dejó con la boca abierta. Con la cabeza echada hacia atrás, los ojos cerrados, sus labios que se proyectaban levemente, parecía estar en un éxtasis.

—Parezco que tengo un... que estoy teniendo un...

—Un orgasmo —completé su idea. En serio, sí lo parecía.

Ladrón de Besos(Completa)Where stories live. Discover now