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Quackity termino de trabajar mas temprano de lo habitual. Antes e ir a casa compro una pizza para darle una sorpresa a Juan cuando regrese de la escuela.

Entro a la casa, dejo la pizza aun caliente en la cocina y fue a cambiarse. Aun faltaba mucho para que su hijo llegue y decidió ir a revisar unos papeles en su despacho. Se sentó detrás del escritorio y algo llamo su atención: el cajón que siempre mantenía cerrado con llave sobresalía. Tiro del el y descubrió que estaba roto... y su diario no estaba.

-No... no... Juan... ¡¿que hiciste?!

Trato de calmarse y busco el diario en los otros cajones, libros de la estantería, pero no estaba en ningún lado.

Se llevo las manos a la cabeza y cerro los ojos con fuerza. No sabia como le explicaría a su hijo, no estaba seguro de que el tuviese su diario. Miro la hora, aun quedaba tiempo para pensar en lo que le diría a su hijo.

-Cálmate Quackity... Juan regresara, hará preguntas, pero todo irá bien... espero.

Sin saber que su padre lo esperaba en su casa, Juan se teletransporto muchas veces intentando teletransportarse a Karmaland

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Sin saber que su padre lo esperaba en su casa, Juan se teletransporto muchas veces intentando teletransportarse a Karmaland. Apareció en siete lugares diferentes.

Juan apareció junto a un cartel que decía "karmaland", sintió que se le iba a salir el corazón, había llegado.

Una vez ahí, se fio cuenta de que no tenia idea de como iba a encontrar a quien buscaba, y si realmente se parecían alguien podría reconocerlo. Vio a un vendedor ambulante que llevaba sombreros y lentesde sol. Busco en su bolsillo, sólo tenia cuatro dólares y veinticinco centavos. Se acerco al señor y por dos dólares se llevo unos lentes de sol.

Camino hasta la parada de autobuses mas cercana y se sentó a esperar. Tuvo una idea, quizás algo arriesgada pero no tenia opciones. Saco la foto del niño que había en el diario y se la mostro a un señor que estaba sentado en la parada.

-Oh-murmuró el anciano mientras se acomodaba las gafas.- Ese muchacho es el hijo de la señorita Luzu.

-¿Luzu?

-Sí, forma parte de los protectores de nuestra cuidad - el niño lo miró sin comprender. - No debes ser de por aquí si no los conoces.

-¿Y sabe dónde puedo encontrarla?

-Claro, tienes que tomar el autobús número 2, te deja en frente. Es una casa blanca con toques negros y rojos.

-Gracias - dijo Juan.

El vehículo tardo en llegar, Juan subió al autobús pero el conductor lo detuvo.

-Dos dólares con cincuenta.

Juan saco lo ultimo que le quedaba y vio que le faltaban veinticinco centavos.

-Sólo tengo dos veinticinco...

_Lo siento, pero no puedes subir.

-Yo le pago los centavos que le faltan-escucho una voz por detrás.- Buenas tardes, señor Carlos.

-Buenas tardes - respondió amablemente el conductor.

El castaño se giró para ver quien había subió tras él y casi se cayó al ver a un niño castaño de ojos miel como los de su padre. El pequeño le sonrió y fue a sentarse. El niño fue directo hacia quien creía que era su hermano, se sentó a su lado y trato de no ponerse nervioso.

-Gracias... por tu ayuda - dijo nervioso. 

-De nada - respondió con una sonrisa.

El niño de ojos rojos lo miró de reojo, se parecía muchísimo a él, menos por los ojos que eran como los de su padre. Llevaba uniforme escolar de color blanco y azul.

-Me llamo Juan. ¿Y tú?

-Roier. ¿Eres nuevo en la ciudad, cierto? -pregunto curioso.

-Sí... un poco... - balbuceó nervioso. - Acabo de llegar.

-Ya decía yo. La gente de aquí me conoce, y me pareció extraño que no supieras quien soy.

-¿Y quien eres?

-El hijo de una heroína - respondió orgulloso. - Mi madre y mis tíos protegen esta cuidad.

-¿Y tu padre? ¿También es un héroe?

La mirada del niño se oscureció.

-No quiero hablar de eso.

-Lo siento.

-Tranquilo, no pasa nada. Bueno, fue un gusto conocerte Juan, yo me bajo aquí.

El castaño de ojos miel se levanto, pues su parada era la siguiente. Pero él también se levantó al ver la casa.

-Yo también.

Los dos castaños bajaron justo al otro lado de aquella casa. El de ojos miel estaba apunto de irse pero Juan se puso delante.

-Tengo algo que decirte - Roier lo miro confundido. - Soy tu hermano.

Después de decir eso, ambos quedaron en silencio, Roier se empezó a reír. Pero las risas se detuvieron cuando Juan se quitó los lentes de sol, mostrando sus ojos rojos, iguales a los de su madre. Dio un paso hacia atrás.

-¿Qué estas diciendo? ¿Quién eres? ¿Llevas lentillas rojas?

-¡No! Yo me entere hoy y decidí buscarlos... a ti y a mamá.

-No entiendo nada...

Juan saco el diario de su mochila y le enseño las fotografías junto con lo que Quackity había escrito el día que nacieron. Roier reconoció inmediatamente a su madre en las fotos. Todo aquello era demasiado para él.

-¿Te encuentras bien? - preguntó Juan.

-No... esto es como un sueño. ¿Cómo es posible? Nunca nadie me dijo nada. Y ahora de repente apareces tú y... ¡¿esto es una broma de mal gusto?!

-Claro que no. Y estoy tan confundido como tú. Vine a buscar respuestas.

Roier limpio una lagrima que cayó por su mejilla. Los dos se miraron fijamente durante casi dos minutos sin decir nada. Luego sonrieron y se dieron un abrazo.

-Tenemos mucho de que hablar - dijo el de ojos miel.

Malentendido-LuckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora