Narra Roberta:
No podía dejar de mirar el celular sobre mi cama. Las rodillas me dolían de tanto tenerlas apoyadas en el piso y soportando el peso de mi cuerpo, y había recostado la cabeza sobre el colchón porque ya me dolía el cuello.
Habían pasado dos horas desde que Diego se fue, y aun no me llamaba. No puedo explicarles el sentimiento extraño y horrible que me estaba invadiendo en ese momento.
Tenía miedo de no volver a hablar con él nunca. Pero nunca.
Sabía que él me había prometido que hablariamos y que seguiríamos juntos a pesar de estar lejos y a pesar de que mi papá se esforzaría por hacer que no nos veamos más, pero también sabía que era probable que mi papá lo convenciera de alguna manera para que él no me vea más.
No quería ni siquiera pensar en salir de mi habitación. Después de que Diego se fue, me metí dentro de mi casa rápido y subí las escaleras aún más rápido, sin dejar que nadie me vea.
En pocas palabras: todavía no podía creer que las cosas habían salido tan mal. Y es que, a pesar de que era predecible que a mis papás no les gustara para nada que tuviera una relación con un chico mayor que yo, en verdad llegué a creer al menos por medio segundo que ellos podrían llegar a comprender.
Me equivoqué. Me equivoqué feo.
Alguien golpeando la puerta de mi cuarto me hizo quitar la mirada del celular por primera vez después de muchos minutos, pero ni siquiera me levanté, no quería ver a nadie, en especial a mis papás, y era obvio que era uno de ellos quién estaba del otro lado.
Alma: Roberta?
Roberta: Estoy durmiendo. (murmuré)
Alma: Vamos hija, quiero hablar con vos.
Roberta: Yo no, muchas gracias.
Alma: No seas tan dura.
Roberta: Soy como quiero.
Alma: ¿Por qué no me abrís así hablamos como personas normales?
Roberta: ¿Para qué? Si ya sé lo que pensás.
Alma: Abrime Roberta Pardo.
Rodeé los ojos y me levanté. Cada vez que ella me llamaba por mi nombre y apellido me daba un odio terrible, y es que siempre lo hacía cuando estaba enojada o iba a castigarme. Eso solo me hacía poner de peor humor.
Abrí la puerta y la miré. Ella clavó sus ojos marrones sobre los mios y movió la cabeza en señal de que quería entrar en mi habitación. Solo me hice a un lado, para dejarle el lugar y cerré la puerta, sin decir ni una sola palabra.
Alma: ¿No me vas a mirar a la cara?
Roberta: No tengo ganas de hacer esto, mamá.
Alma: No te podés escapar de todos tus problemas.
Roberta: No me estoy escapando de nada, solo no quiero hablar con vos ni con nadie sobre esto porque no me lleva a nada, porque hablemos lo que hablemos, las cosas van a seguir siendo iguales..
Alma: A ver, hija.. (se acercó a mi, y me tomó de las mejillas) Puedo entender que estés enojada, te juro que te entiendo, pero para eso hay que hablar.
Roberta: Si con papá no se puede hablar.
Alma: Pero conmigo si.
Roberta: ¿Y eso qué importa? Si igual vamos a hacer lo que a él se le ocurra..
Me senté en mi cama y ella se sentó al lado mio. Hubo un poco de silencio incómodo, pero ella se encargó de romperlo.
Alma: ¿Querés mucho a ese chico, no?
Roberta: Mucho. (murmuré)
Alma: Me hubiera gustado que me lo contaras..
Roberta: Ay mamá no digas tonterias, mirá cómo salió todo por contárselo..
Alma: Pero yo no hablo de tu papá hija, digo que me hubiera gustado que me lo cuentes a mi, que confíes en mi.
Roberta: Supongo que siempre pensé que ibas a pensar como papá.
Alma: Yo también me enamoré cuando era chica, y todavía recuerdo que cuando mis papás me prohibieron acercarme a él.. sentí que mi mundo se acababa.
Roberta: ¿Lo volviste a ver?
Alma: En su momento no, y para cuando nos vimos otra vez, ya ninguno de los dos sentía lo mismo. Conocí a tu papá, me enamoré, y formamos una familia. A veces, lo que ahora parece ser el fin del mundo, en solo un tiempo se olvida, Roberta.
Roberta: A mi no me va a pasar lo mismo. Porque estoy segura de lo que siento por Diego.
Alma: ¿De verdad?
Roberta: Si..
Alma: Diego es más grande, tiene otro ritmo de mi vida, otra clase social, otra..
Roberta: No me importa. Y si estás acá para decirme que no puedo enamorarme de él porque no tiene plata quiero que te vayas..
Alma: No Roberta, ahí no está el problema. Lo que pasa es que creo que estás haciendo mucho drama por algo que dentro de poco vas a terminar olvidando.
(...)
No sé de cómo no saqué a mi mamá a patadas de mi cuarto. Aguante y aguante hasta que terminó de hablar y se fue por su cuenta.
Mi celular seguía mudo, y parecía que iba a seguir así por mucho tiempo más. ¿Por qué no llamaba?
No aguante mucho tiempo más esperando a que Diego se dignara a llamarme, los nervios y las ansias me estaban torturando y necesitaba escuchar su voz para tranquilizarme.
Agarré el celular y marqué yo su número. Tuve que esperar varios tonos, pero al final, me atendió.
Diego: Roberta.. (murmuró)
Roberta: Hola Diego... yo..
Diego: ¿Por qué me llamaste?
Roberta: Porque pensé que ibas a llamarme y no lo hiciste y..
Diego: Quise llamarte.
Roberta: ¿Pero?
Diego: No pude, Roberta.
Roberta: Pero solo tenías que tomarte un minuto.. nada más..
Diego: No puedo decirte por qué.
Roberta: Me dijiste una cosa y estás haciendo otra.
Diego: No estoy haciendo otra cosa, porque nosotros no nos vamos a separar.
Roberta: Entonces me gustaría saber por qué no me llamaste, qué pasó?
Diego: No puedo llamarte, está bien? Tu papá me lo prohibió.
Roberta: ¿Y qué importa mi papá? Creí que..
Diego: Importa, y mucho. El dijo que si te atrapada hablando por teléfono conmigo o teniendo cualquier tipo de contacto conmigo, te sacaría del país, preciosa.
Roberta: No.. él no puede hacer eso.
Diego: Desgraciadamente si puede.
Roberta: (suspiré) ¿Y entonces qué vamos a hacer? Qué va a pasar con nosotros?
Diego: Por ahora, quiero que cortes esta llamada e intentes olvidar todo lo malo que pasó, hace como si no hubiera pasado nada.. no te pelees con tu papá, no armes escándalos..
Roberta: ¿Y eso en qué ayuda? No entendés que lo único que me importa ahora es seguir viéndote?
Diego: Por eso mismo. Tenés que pensar que si tu papá te atrapa hablando conmigo.. es posible que no me veas más.
¿Por qué me pasaban esas cosas? Simplemente no era justo. Todo lo malo que imaginaba y que me aterraba que pudiera llegar a pasar... pasaba. Debía dejar de imaginar cosas malas.
Roberta: ¿Entonces me vas a llamar por las noches?
Diego: Si, lo prometo.
Roberta: Voy a esperar tu llamada... por favor, esta vez llamame.
Diego: Voy a hacerlo, no te preocupes.
Apenas corté, la furia se apoderó de mi cuerpo, y salí de mi cuarto prácticamente corriendo.
Abajo, en el living, mi papá estaba hablando por teléfono con no sé quién, sentado en el sillón, tranquilamente. Me acerqué a él y le quité el celular, para después cortar la llamada.
Martín: ¿Qué hacés??
Roberta: Quiero que me escuches con atención.
Martin: Sos una mocosa mal educada!
Roberta: Ah si? Bueno entonces fuiste vos el que falló en su tarea de padre.
Y lo siguiente que sentí fue un fuerte cachetazo en mi mejilla derecha. No fue lo suficientemente fuerte como para lastimarme, sabía que él no me lastimaría nunca, pero si fue lo suficientemente doloroso.
Martin: No vuelvas a hablarme en ese tono.
Roberta: Podes pegarme todo lo que quieras, pero igual vas a tener que escucharme, porque no pienso callarme nada.
Martín: ¿Qué es lo que tenés para decirme?
Roberta: No importa lo que hagas, Diego y yo no nos vamos a separar.
Martin: Otra vez con lo mismo?
Roberta: Ni se te ocurra excusarte diciendo que soy menor de edad.
Martín: Pero es que es así. La relación que vos tenés con ese tipo es ilegal, Roberta. Y no voy a permitir que te veas envuelta en algo así.
Roberta: Yo soy feliz así, papá..
Martin: No.Vos sos una adolescente, tus sentimientos y emociones cambian todo el tiempo, no sabés lo que querés todavía, y no me importa lo que digas porque es así y cuando ya hayas superado esta etapa vas a entenderlo.
Roberta: Entonces simplemente vas a seguir empeñado en alejarme de él.
Martin: Yo solo te estoy cuidando.
Días Después:
Mia se ocupó de maquillarme, peinarme y elegirme la ropa con total dedicación, como si hubiera sido todo para ella.
Cuando terminó, sonrió satisfecha y se hizo a un lado, para dejarme verme en el espejo.
Mia: Estás lista..
Roberta: Me encanta.
Mia: Lo sabía. (comentó, orgullosa) De todas maneras con esa carita que tenes, cualquier cosa te queda divino.
Roberta: De verdad, sos una genia! (le dí un pequeño abrazo)
Mia: ¿Nerviosa?
Roberta: Mucho.
Mia: No te preocupes. Me voy a quedar cerca tuyo todo el tiempo, para que sientas mi apoyo.
La puerta de mi cuarto se abrió y mi mamá entró, cambiada y arreglada.
Alma: Vamos Roberta, que se hace tarde.. (me vio de pies a cabeza) Estás hermosa hija.
Roberta: Los créditos le pertenecen a Mia.
Mia: (sonrió) Gracias.
Alma: ¿Tenés todo lo necesario?
Roberta: (agarré mi bolso) Si, vamos.
Hoy era la prueba. Los nervios se habían instalado en mi estómago, volviéndolo pesado y hasta me costaba tragar mi propia saliva.
Antes de poner un pie fuera de mi casa, mi celular vibró.
*Diego: Lamento no poder estar ahí con vos en este día tan importante. Pero te aseguro que todo va a salir bien, porque sos talentosa y hermosa, y cualquiera puede notarlo. Mucha suerte mi preciosa bailarina*
Suspiré.
Eso era lo único que me faltaba. Ahora si podía estar tranquila de que las cosas me saldrían bien.
Continuará...