La llamada de Cthulhu

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Me dijeron que si veía una luz al final del túnel no debía seguirla

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Me dijeron que si veía una luz al final del túnel no debía seguirla.

Es comprensible que me suplicaran eso los doctores. Y después mi papá. Y mi hermana. Y... ojalá mamá.

Estuve en el mismo accidente que ella. Había sido un viernes. Noche de películas. Luego, madrugada de películas. Al apagar la tv eran las cinco. Mamá dijo de ir a la estación de servicio por café. No subimos al coche. Un borracho venía manejando. Ciento cincuenta kilómetros por hora. El resto es predecible...

Recuerdo que el auto quedó sin forma. Las costillas me mataban y el humo me ahogaba. Mi siguiente recuerdo fue un enfermero descargándome de la ambulancia:

—Tranquila todo estará bien.

Después recuerdo a papá y mi hermanita Tania en los pasillos del hospital, corriendo junto a la camilla.

—¡Eli... todo estará bien!

—Tranquila, querida.

—Por favor, resiste.

—Te amo.

—Ya todo pasara...

—Si ves una luz, no la sigas.

También tengo en la memoria a la enfermera con una mascarilla en la boca. Ella tenía un tubo de oxígeno para mí

—¿Qué vas a hacer?

—Vamos a dormirte.

—Para qué.

—Te sacaremos ese fierro.

—¿Qué fierro?

No podía moverme, pero sabía que había algo ahí.

—Estarás bien... Si ves una luz no la sigas.

Me dormí. Y la luz, fiel a su promesa, apareció. Era el destello más hermoso que pude ver, pero, teniendo a tanta gente que me llamaba decidí no seguirla.

Las llamadas son poderosas.

Mamá siguió la luz.

A ella nadie le dio instrucciones.

Tania, cinco años después, cuando encontramos ese libro, seguiría a los desconocidos. Pero ellos no eran una luz, todo lo contrario, estaban vestidos de negro y eran tranquilos como la oscuridad.

Después de la muerte de mamá nos refugiamos en la biblioteca municipal: un lugar lleno de biblias, documentos viejos y donaciones.

Preferíamos perder el tiempo ahí, leyendo, que en casa: vivíamos con la tía María porque papá estaba en rehabilitación. Se había vuelto adicto al mismo veneno que casi me mató.

La bibliotecaria nos conocía tanto que nos permitía trabajar. Un día, desempacando donaciones, Tania encontró un diario personal. Estaba escrito con extraños símbolos, pero ella dijo que se leía en español y hablaba sobre una ciudad lejana y un extraño monstruo destructor.

Les traigo concursosWhere stories live. Discover now