▪︎Capítulo I▪︎

13 1 0
                                    

—No deberías beber más, Teo —regañé al pelinegro que se empinaba una cerveza a mi lado.

Él me miró de reojo, divertido, y me dedicó una sonrisilla pícara antes de volver a beber, solo para llevarme la contraria.

Acomodé mi brazo contra la ventanilla abierta y recosté mi mejilla en el mismo, mirando la negrura que nos rodeaba. El viento era frío y húmedo, anticipaba lluvia, y las siluetas oscuras de los eucaliptos se veían terroríficas debajo de aquella redonda y luminosa luna.

Había sido una noche fantástica. Finalmente me había graduado, un cosquilleo de felicidad me lo recordaba a cada rato. Aún me sentía en una nube. Ver a mis padres orgullosos de mis logros, convivir con mis compañeros una última vez, ver las fotos del álbum de recuerdos que yo misma había tomado durante todo el curso. Un nudo se armaba en mi garganta al recordarlo, que aquella sería la última vez, que la locura de la preparatoria había llegado a su fin.

Dios, iba a echar de menos todo aquello.

Miré mi celular cuando vibró con una notificación. Daniela, mi madre, se preocupaba por si ya habíamos llegado. Comprendía su preocupación, por supuesto, pues no era un secreto que mi novio era un completo loco, además de que iba un poco borracho. Le respondí que todo iba bien, que pronto llegaríamos, y proferí una maldición cuando el celular se apagó al agotar las últimas líneas de batería que le quedaban.

Apoyé mi cabeza en el asiento, mirando al frente. Dios, que oscuro estaba todo. Salíamos del pueblo por una ruta poco transitada y peligrosa por sus tantas curvas, la casa de Teo quedaba a unos kilómetros de distancia, en un viñedo.

Atendí a mi novio cuando empezó a tararear una canción que sonaba en la radio, y sonreí.

Lo había conocido un año atrás, fue el estudiante de intercambio que llegó a mi preparatoria un inesperado día. Enseguida su innegable atractivo lo convirtió en toda una celebridad, todas las chicas lo veneraban. Sin embargo, el guapísimo canadiense solo se había acercado a mí, a la torpe y descuidada Nicki, todo después de aquel fatídico día en el que había llegado tarde a clase y me caí de cara al piso al abrir la puerta del aula. Todos se rieron, obviamente, pero cuando me puse en pie y arreglé mi uniforme, roja del bochorno, noté que aquel chico de la última mesa solamente me sonreía.

Supongo que quedé flechada al instante, parada como una retrasada en frente del aula, mientras él no me quitaba sus sensuales ojos de encima.

Lo demás fue historia, una que aún no terminaba y esperaba que fuese eterna, pues me había enamorado de él.

—Iré a Washington —dijo de repente, mirando al frente, inmutable, y mi sonrisa se esfumó.

Parpadeé tres veces, mirando su masculino perfil mientras él le fruncía el cejo a la carretera.

¿Acaso había escuchado bien?

—¿Qué? —pregunté por si acaso, mi corazón retumbaba en mi pecho, aterrado.

Sus ojos verdes brillaron en la oscuridad cuando me dedicó una breve mirada. No había diversión borracha en ellos, solo pena, solo un lo siento.

Se me apretó el pecho y miré afuerta. No quería llorar, no quería que la noche se jodiera de aquella manera, así que me mordí la lengua y no dije nada.

Mañana lo hablaríamos con más calma. Teo estaba alcoholizado, no pensaba bien lo que decía. Él no podía simplemente romper nuestros planes y fastidiarlo todo, así porque sí. Se suponía que iríamos a New York juntos, en eso habíamos quedado desde que nos habíamos hecho novios. Soñaba como una idiota con el día en el que viviéramos juntos.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jun 11, 2023 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Mi pequeño Teo © Where stories live. Discover now