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Billie tenía una de esas miradas capaces de atravesar los huesos. Ella casi podía escuchar el chasquido de los suyos en su cráneo cada vez que clavaba los ojos en la joven. También vigilaba a su hombre, o más concretamente al sujeto que la acompañaba. Chimney, de cabello negro y sonrisa inocente.
Billie soltó el aire despacio y trató de contener los latidos desbocados del corazón. Tenía la espalda rígida apoyada en la pared de piedra, y el oído muy atento a los sonidos de los humanos.
Tragó saliva y trató de aclarar sus ideas por encima del zumbido de la sangre que corría por sus sienes.
━¿Sigues molesta con Buck?
Su piel blanca como la leche resaltaba en la oscuridad. Maddie le tendió su pulsera de cuero con el ceño fruncido. Billie chasqueó la lengua.
━Molesta es poco.
━Ya se te pasará.
Maddie se encogió de hombros, aunque pudiera verla, mientras terminaba. Abrió camino casi a tientas, las estrellas estaban lejos y a duras penas veía los que estaban a su alrededor.
Tomó asiento en un sofá. Estaba demasiado inquieta e incómoda para hablar, pero sus piernas agradecían el descanso.
Se forzó a caminar como si no le afectaran, aún le quedaba un viaje largo y no podía permitirse retrasarlo, menos con Chimney mirándola sonriente comiendo pastel junto a Maddie.
Se preguntó dónde estaría su hermana. Si seguiría teniendo esa mirada brillante y vacía, pendiente de su padre. Si, alguna vez, podría volver a hablar con ella.
Si, aún seguía molesta con Evan y perdonarlo no sería tan sencillo.
Tomó un poco de ponche de la bandeja, yendo en dirección a su teléfono. Podía escuchar la voz de Evan diciendo lo emocionado que estaba por conseguir su certificado aunque no abría salido de rehabilitación no más que en semanas. En el fondo estaba tan preocupada por él.
