CAPITULO 14-2

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–¡Yunho! ¡Yunho!

A pesar de sus profundas heridas, Jongho dejó claro que todavía tenía buenos pulmones. La gente comenzó a mirarlo de mal modo aún antes de que derribara a un anciano al piso y que casi tumbara a tres personas más al abrirse paso hacia la calle. Los gritos y reproches no se hicieron esperar, pero fueron inútiles; se había vuelto totalmente ciego y sordo al mundo que lo rodeaba.

Cuando el viento frío del exterior golpeó su rostro, entornó los ojos en busca de su único objetivo. Lo vio al final de la gran escalera de piedra, y de inmediato se echó tras él, saltando los escalones de tres en tres para acortar la distancia que los separaba.

–¡Alto ahí, maldito! –gritó a todo pulmón, mientras bajaba como un huracán. Yunho se detuvo en seco, pero no se volteó a verlo–. Enfréntame, hijo de puta –lo increpó al llegar, aferrándolo violentamente de un brazo para volverlo hacia él. Yunho se deshizo de su mano con un gesto brusco y la expresión más homicida que jamás le hubiera visto. Un fuego asesino llameaba en el interior de sus ojos, volviéndolos hielo ardiente, una energía tan incontenible como peligrosa, a punto de estallar de un momento a otro.

–No te atrevas a volver a tocarme –lo amenazó con una voz que no era suya, y luego de sostenerle la mirada por unos segundos interminables, continuó bajando las escaleras en dirección al auto estacionado. Jongho lo siguió con la mirada, agitado, los dientes apretados. No iba a dejarlo ir, aunque para detenerlo tuviera que asesinarlo allí mismo.

–¿Te vas? ¡¿Te escapas, cobarde?! –comenzó a hostigarlo, echándose a andar tras él, mientras Yunho buscaba las llaves en su bolsillo, ignorándolo–. ¿Qué va a hacer? ¿Vas a ir a buscar tus patines para atacarme de nuevo o irás a lloriquear a los brazos de tu amiguito Jeonggi? –Yunho se detuvo un instante, clavándole una mirada envenenada, pero continuó girando el manojo de llaves en sus manos. Jongho sonrió, un brillo insano bailando en sus ojos–. Eso te gustaría, ¿verdad? –insistió maliciosamente–. Que te consuele y de paso que te la meta hasta la garganta... Vamos, ve, ¡hazlo! Acuéstate con él, con su esposa, ahógate en vodka mientras los filmas haciéndote el amor, ¡haz lo que quieras! Sólo adviérteles el pequeño detalle... ¡que puedes asesinarlos luego de poseerlos! ¡Hijo de puta!

La gente en la calle, más los que habían salido del templo alertados por los gritos y el pequeño caos que había armando Jongho en la puerta, los miraban sin disimulo. Murmullos como "patinador" y "campeón olímpico" comenzaron a llegar a oídos de Yunho; era evidente que los estaban reconociendo.

–Deja de gritar y sube al auto –ordenó en un susurro cargado de odio, mirando de reojo a su alrededor, con las mejillas ardiendo por el rencor y la vergüenza.

–¡¿No quieres que grite, eh?! –exclamó Jongho aún más fuerte–. ¡¿Temes que se enteren de lo que hiciste?!

–¡¿Quieres que yo comience a gritar lo que tú hiciste?! –rugió entonces Yunho, tan violento y sorpresivo que Jongho quedó tieso mirándolo. Ahora cuatro o cinco personas se habían detenido a observarlos de cerca, mientras los cuchicheos entre los demás se extendían como reguero de pólvora–. Créeme que no te conviene. No cuando ellos pueden entenderme a mí y a ti no. Así que cierra la maldita boca y sube al auto. Ahora.

Sin esperar la respuesta, Yunho abrió la puerta de su automóvil y se subió sin decir una palabra más. Jongho miró a su alrededor. Las miradas de desprecio se iban multiplicando, y todas en su dirección. Maldijo, primero en susurros y luego a los gritos. Hasta que finalmente rodeó el auto y subió azotando la puerta.

Retomaron el camino sumidos en un frágil mutismo. Jongho se mantenía en su asiento a duras penas, preso de una cólera que deseaba descargar a puñetazos, convertir su ira en dolor ajeno, tomar a su acompañante y molerlo a golpes hasta ya no poder mover sus nudillos ensangrentados.

Sangre sobre hielo - 2ho / YunjongWhere stories live. Discover now