--CAPITULO 23--

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ZAILA

Siento que una gran luz pega directamente en mis ojos, joder eso molesta mucho me muevo incomoda en mi cama, Dios, esta tan cómoda y calentita que no me quiero parar nunca, pero quiero hacer pipí, joder, abro mis ojos despacio y los vuelvo a cerras por la luz que entra por la ventana. Mierda me orino, me paro de la cama media dormida y voy hacia donde esta mi baño y me estrello contra algo duro, joder que he dejado la puerta cerrada, toco pero no encuentro la chapa, me tallo los ojos tratando de abrirlos, cuando lo logro me asusto.

Mierda. Mierda. Más mierda. No estoy en mi cuarto. Veo a todos lados tratando de descifrar en donde estoy y me doy cuenta que se trata de la recamara de Circe. Siento un alivio instantáneo, auch me duele la cabeza, creo que ayer bebí demasiado. Voy hacia la dirección correcta sin chocar con algo en el camino y me meto al baño. Hago mis necesidades y me lavo las manos, me veo al espejo y Dios, casi me asusto al verme, parezco un vampiro, ojerosa y demacrada.

Los recuerdos de anoche me llegan seguido de un fuerte dolor de cabeza, mierda, hice el ridículo, que patética, llorando por un hombre.

Contemplo mi rostro y al verme desecha me da mucha rabia. Concéntrate Zaila, no pierdas tu centro, no por un hombre habiendo tantos en esta tierra. Dios, dije que no me volvería a enamorar y eso hice.

—Eres una completa estúpida— me digo golpeando la pared del baño haciendo mis nudillos sangrar.

—No sufras. ¿Por qué sufres?, acaso no eres lo suficientemente fuerte—me digo a mi misma. Regañándome por haberme sentido mal y haber hecho el ridículo.

—Cabeza y orgullo en alto. No se sufre por nadie porque la persona más importante para mi soy yo—Me repito el lema que me ha acompañado por años. Respiro profundo y no logro ahuyentar el enojo. Aviento algunas decoraciones que tiene mi amiga en su baño estrellándolas contra la pared.

>Hiciste el ridículo, te veías tan tonta, llorando por alguien que no lo merece, pobrecita no lo soportas< me dice mi otro yo el frío y cruel.

—AAAAAAHHHHHHHH— grito con fuerza. Golpeo y pateo la puerta rompiéndola en pedazos.

>No dejes que el enojo te venza. Tú eres más fuerte, amor < recuerdo las palabras del hombre que tanto amo. La repito mil veces en voz baja para tranquilizarme.

—Dios, Zaila. ¿Qué pasa? ¿Estás bien?—me pregunta mi amiga muy preocupada.

—Aléjate Circe, por favor—digo irritada.

—Dios, estás teniendo un ataque de ira.

—Si, así que vete de aquí, no quiero dañarte—digo enojada conmigo misma por haber perdido el control.

—No quiero empeorarlo así que voy a llamar a tu papá— dice saliendo del lugar.

—Solo sal— estoy fuera de control, no logro calmarme y eso me enfurece más, estoy fracasando.

En mi mente hago operaciones matemáticas tratando de distraer mi mente de mi problema, parece que lo logro unos minutos y después vuelvo a distraerme. Miro mi reflejo, mi pecho sube y baja con rapidez.

—Ya basta Zaila, vuelve al centro, vuelve al equilibrio—digo tomando mi cabeza con mis manos, mi cabeza está apunto de explotar.

Veo entrar a mi papá a la habitación, preocupado.

—Zaila, hija. Quieres sacar tu coraje, te entiendo, ven.

Dudo en acercarme a él. Pero lo hago, estoy parada frente a frente, sus ojos azules se encuentran con los míos.

RAMÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora