༒CAPÍTULO 4༒

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JUDITH.

Ya estoy delirando, o eso quiero y prefiero creer, las dudas y suposiciones no dejan mi cabeza siendo estas quien provoquen un día de estos mi deceso, lo poco que llevo en este convento no ha sido malo pero podría ser peor si llego a presenciar lo de años pasados.

Un escalofrío me abraza y un temblor me avasalla, no quiero, no lo deseo y gritaría a Dios, le daría mi corazón ensangrentado como muestra de mi devoción por él antes de volver a ver eso.

La misa es una de mis torturas ya que las miradas no se van, los análisis de pies a cabeza tampoco y cada mirada me inquieta llegando a hacerme sentir terror, no quiero que esa persona me vuelva a perseguir. Tampoco quiero saber si viene de parte de ellos.

Dijo que sabe lo que hice, pero ¿Quién más si no es dios? ¿Quién más si no son ellos?

Los que todo lo ven, todo lo juzgan y a todo le hacen justicia...

Es un terror tener que pasar palabras con el padre Nanami pero es algo que necesito sí o sí. Dentro de mi cama en plena mañana recopilo todo lo que considere mis pecados para soltarlos uno a uno. Me visto y pienso comenzar mis labores antes de ir a la iglesia.

-Judith.

-Madre superiora, buenos días.

-Igualmente, que Dios esté contigo hoy mañana y siempre.

-Gracias.

-El padre Nanami me ha comentado que haz tenido dificultad con confesarte, ¿Qué pasa?

-Bueno, Madre, es verdad pero no se preocupe que hoy mismo voy a hacerlo ya que el padre me mandó un mensaje diciendo que hoy me podía ayudar

-Que bueno, el padre Nanami no te va a comer, cariño... -Sonríe haciendo los chistes de adultos hacia niños que tienen que hacer gracia a la fuerza. -No te obtengas de decir todo, absolutamente todo, sino estarías cometiendo un pecado y Dios lo sabe.

Él lo sabe...

La madre me acompaña hasta la iglesia, al ver la puerta lo primero que pienso es en la figura de María despidiéndose del padre Nanami y en los incesantes escenarios en los que intento de descubrir el porqué de estar así en la madrugada.

Las puertas se abren y un monaguillo (que no sabía que había) nos abre la puerta. Entro mientras la madre superiora se queda a fuera, una vez adentro frunzo el ceño ante una extraña sensación de escalofrío a mi espalda.

Sigo de largo pero volteo a verla, está en medio de la puerta en los escalones mirando a mi lugar con una sonrisa que se supone dulce, pero no... la detallo bien y no me gusta.

Mi piel se eriza y quiero regresar, sin embargo; el monaguillo cierra las puertas hacia el convento mirándome con otra sonrisa....

Comienzo a sudar y a caminar rápido del miedo, conozco a donde está la capilla descartando la idea del que monaguillo me guíe pues su sonrisa me da desconfianza, y no quiero estar a solas con un hombre. Lastimosamente el padre Nanami tiene que ser una excepción.

Cada paso es una palabra memorizada, cada palabra memorizada es un hilo que no puede faltar. Huele a limpio y el ambiente es frío, paso por una estatua de la virgen a la cual quedo mirando fijamente, el color está un poco desgastado dándole un aspecto totalmente viejo pero religioso, vuelvo a sus ojos y bajo hacia el pecho donde la pieza de un corazón sobresale igual de desgastada como si siempre la tocaran y...

-Señorita...

Me sobresalto con la voz del monaguillo, no recordé que me seguía, si sigo en este descuido las cosas pueden salir mal. Vuelvo a mí pero la estructura de este pasillo se me hace intrigante, un ambiente pesado que me obliga a querer saber porqué tal densidad.

PADRE ~NANAMI KENTO~Where stories live. Discover now