Prólogo: el mono araña.

227 42 12
                                    

El día en que Alexis se convirtió en SpiderMan, fue el día más jodidamente extraño de toda su vida.

Porque, bueno, no todos los días se despertaba con la vista borrosa al ver por medio de sus propios lentes, logrando visualizar todo como si tuviera un telescopio incrustado en las pupilas sin ellos. Tampoco todos los días rompía tres de sus sudaderas favoritas por una sustancia viscosa que se le escurría de las yemas de los dedos; y tampoco se despertaba todos los días con el abdomen tan marcado y su trasero demasiado...

Bueno, su punto era que ese día estuvo lleno de desgracias para él. Rompió muchas cosas, pasó una gran cantidad de vergüenzas que se supone debió haber repartido a lo largo de toda su vida, y recibió más miradas curiosas de las que había obtenido desde que había iniciado la pubertad.

(Y, para ser sinceros, también lloró un poco.)

(Como siete veces, pero no habían sido muchas.)

Luego de un par de semanas con estos extraños... dotes, y de una larga introspección para averiguar la situación que lo había metido en esto, llegó a la conclusión de que había sido a causa de esa araña que lo había picado en el laboratorio del Instituto Jeffersonian, a donde habían ido de excursión para su clase de biología avanzada, y en la cual su estúpido compañero Noah lo había encerrado en una sala que sólo se abría por fuera.

En fin, no iba a entrar en muchos detalles, pero después de descubrir que también tenía una sumamente inusual cantidad de fuerza, y unos reflejos que definitivamente todos los felinos en el planeta envidiarían, también descubrió que le gustaba salvar la vida de la gente.

Sobre todo, después de haber salvado a un chico veinte centímetros más alto que él, castaño y de una sonrisa encantadora que, definitivamente, no lo había enamorado después del suceso.

Ese día había salido a la calle a "experimentar" un poco con sus nuevas habilidades. Se había puesto un cubrebocas negro y unos lentes de sol, junto de una sudadera azul que lo protegía muy bien de los vientos helados que acompañaban al entrante invierno, al igual que un gorro de lana que además de también protegerlo del frío, lo ayudaba a cubrir gran parte de sus largos cabellos negros.

Ya entrada la tarde, estaba acuclillado en la pared de un edificio, probando su equilibro y su fuerza cuando escuchó un fuerte grito y el rechinido de los neumáticos de un coche, sonido que le atrofió los tímpanos por lo escandaloso del estruendo. Eso lo hizo voltear al instante en la dirección de la que provenía el ruido, y pudo ver claramente cómo un auto había chocado con otro en una intersección, haciendo que el que había recibido el impacto saliera dando vueltas a gran velocidad y dirigiéndose a las tiendas que estaban de ese lado de la calle. Tiendas que tenían una gran cantidad de clientes a esa hora del día, entre ellos un chico que iba saliendo de una cafetería, sosteniendo un vaso desechable de (lo que suponía era) café en una mano y volteando hacia atrás mientras se reía de algo que le dijo el tipo que estaba a sus espaldas; como claramente no estaba viendo al frente, no le había prestado atención al estruendo, y mucho menos había visto que un automóvil se dirigía a toda velocidad para estamparse contra su delgado cuerpo.

Una señora que vendía flores afuera del local gritó asustada, corriendo por su vida al mismo tiempo que también le gritaba: —¡Chico! ¡Tú, muchacho! ¡MUÉVETE POR EL AMOR DE DIOS!

A partir de ahí, vio en cámara lenta todo lo que ocurrió a continuación.

Observó cómo el chico frunció el ceño al escuchar los gritos, girando finalmente la cabeza al mismo tiempo que su amigo le gritaba un: "¡Rubén, cuidado!". En ese momento, fue como si todas y cada una de las células de su cuerpo se enfriaran, y una sensación húmeda e incómoda le invadió todo el cuerpo, recorriéndolo desde el cuello, pasando por su espalda baja y llegando a la planta de sus pies. Todos los vellos de su piel se erizaron (una sensación para nada agradable, si podía decirlo), y entonces sus piernas se movieron solas.

Quackity: a través de nuestros corazones.Where stories live. Discover now