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Alexis camina de un lado a otro, tomando cosas que están esparcidas entre la cocina, el comedor y la sala, mientras yo solo lo observo sentado en el sillón. El reloj que está colgado en la pared marca las siete con treinta minutos, lo que significa que ya llevamos retrasados media hora. Así que cierro un rato los ojos y me concentro en los pequeños ruidos que hace mi hermano al mover los muebles del departamento para no quedarme dormido.

A lo lejos en las calles suenan perros ladrando y algunos coches que pasan de vez en cuando.

Entonces Alexis grita (en realidad era un sonido más parecido al que hacen las ratas) y me empieza a zarandear.

—¡Vámonos! Ya la encontré. Mi primera clase se va a terminar antes de que lleguemos si no nos damos prisa.

Sin esperarme se adelanta a pasos gigantes hacia la puerta: la abre y se cierra automáticamente. Quisiera seguir cómodo en el sillón pero sé que mamá nos matará si se da cuenta que llegamos tarde el primer día: ahora mismo está con papá, cuidándolo porque la última quimioterapia lo dejó más cansado de lo habitual.

—¿En qué nos iremos?—-le pregunto a Alexis una vez estoy a su lado, afuera del edificio. Por la hora ya hay suficiente luz aunque sé que incluso si estuviera oscuro estaríamos bastante seguros: nuestro papá se encargó de conseguir un departamento en una zona bastante acomodada.

—Uber. Ya llegó, ¡córrele! —guarda su celular en el bolsillo de su pantalón y me jala para que crucemos la vereda que tenemos enfrente: hay un auto gris esperándonos. El primero en subirse es Alexis, por el lado del copiloto, y yo decido subirme detrás del conductor para no tener que rodear tanto.

En cuanto ambos nos abrochamos los cinturones el auto arranca. Toma el retorno de la manzana y en unos cuantos minutos volvemos a pasar el edificio donde estábamos hacía unos momentos. Me dan ganas de preguntarle al conductor si no hubiera sido mejor esperarnos una vez ya dio vuelta por el retorno pero me quedo callado; no tengo energía suficiente porque apenas pude pegar el ojo anoche. Por eso llevo mis lentes de sol. Me cubren las espantosas ojeras que me cargo.

Alexis también lleva unas pero se las quita, quizá para no darle mala espina a nuestro Uber.

Yo mientras me quedo viendo por la ventana: hay muchos árboles y personas conduciendo bicis. Algunos niños con mochilas coloridas y padres que los llevan a una escuela primaria que hay por aquí cerca. Quedan solo pocos minutos para que lleguemos a la universidad. Tuve oportunidad de visitarla cuando hice el examen de admisión y me dieron un muy pequeño recorrido, una vez lo aprobé y fui por mi plan de estudios, mi pago de matrícula y mis libros, por las partes principales: la dirección, las oficinas de los profesores y mi salón.

Alexis me comentó que solo cambiaría de salón en la última clase, pues al ser un plantel casi, casi, diminuto (para los estándares gringos) preferían ahorrarse espacio y que la mayoría de estudiantes estudiaran en un único lugar: mi última clase era una materia que no tenía que ver nada con la carrera, así que entendía el motivo por el cuál me iba a tener que mover.

—Bro, ya llegamos. —me dice Alexis cuando se está asomando la universidad de entre las copas de unos árboles. Unas letras enormes y doradas adornan el techo y hay todavía varios alumnos entrando y otros más sentados en unas mesas que hay en la entrada.

—Ya sé que llegamos, no estoy pendejo —le respondo bromeando. Le doy las gracias al conductor y me bajo mientras Alexis le paga.

El aire fresco de la mañana me refresca y me da un poco de energía. Empiezo a sentir la adrenalina recorriéndome y empiezo a dar pequeños brincos de felicidad y ansiedad. No me gusta sentir como si estuviera a punto de saltar por un precipicio y, al mismo tiempo, me agrada la sensación de desconocimiento y descubrimiento.

Divididos [Quackity Fanfic/Luckity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora