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Los nervios carcomían el interior de Johnny con una áspera y amarga ferocidad. Una extraña sensación bailaba con una emoción tan grande en su estómago que por instantes tuvo ganas de desmayarse. El roce nervioso entre sus dedos reflejaba la singular inquietud que desplazaba con celeridad su alma.

No estaba soñando, ¿verdad?

No iba a despertar como siempre lo hacía, ¿verdad?

El lugar que se extendía ante sus ojos estaba totalmente impregnado de un olor particular que te daba tanta vergüenza admitir que conocía casi a la perfección. Era el perfume de Doyoung.

Un suave color cereza bañó con timidez cada ángulo de su cuello. Deseaba, muy en el fondo de sí mismo, que no fuera una simple alucinación concebida por los más confusos sentimientos que atormentaban su desorientado corazón. Se le hacía imposible no querer que todo hiciera parte de su enrevesada realidad y que no solo fuera una travesura nacida de su propio subconsciente.

De pronto, una voz familiar interrumpió sus pensamientos.

—No es tan grande como nos gustaría, pero creo que cumple su función. —Rio brevemente Doyoung mientras guiaba a Johnny por los pasillos del pequeño apartamento que compartía con su tía.

El olor a lavanda rápidamente inundó sus fosas nasales. La sensación de sus pies chocando con la fina madera del suelo llenaban sus oídos de un suave y constante sonido que empañaba todos los rincones de aquella zona.

—No pasa nada. Mi hogar tampoco es muy grande que digamos —Admitió con cierta diversión el médium. Las comisuras de sus labios se elevaron con ligereza al observar la suave expresión que se posaba sobre el rostro del contrario. No pudo evitar sentir su pulso latir con fuerza en sus canales auditivos—. Aun así, tu apartamento es bastante acogedor. Se ve que les gustan mucho las plantas. —Mencionó Johnny. Deslizó la mirada durante unos instantes para contemplar el conjunto de tonos pasteles que se dibujaban sobre la sala del apartamento. Del mismo modo, macetas de todos los colores adornaban con ternura cada espacio del lugar.

—Oh, eso es gracias a mi tía Taeyeon. Es diseñadora de interiores y créeme cuando te digo que le apasionan las flores —Explicó Doyoung—. A mí también me gustan, pero no tanto como a ella. Se podría decir que es toda una profesional a este punto. Si tienes alguna pregunta al respecto, solo tienes que preguntarle y ella te contestará.

—Me lo imagino. Mi padre también es igual —Expresó Johnny—. Cuando empieza a hablar sobre sus "hijos", simplemente no puede parar. A veces pienso que quiere más a sus plantas que a mí, pero creo que no es tan difícil hacerlo.

Una suave risa se escapó de los labios del contrario. El médium no pudo evitar sentirse contento al saber que era el causante de aquella momentánea felicidad que por instantes parecía bailar sobre el delicado rostro de aquel muchacho.

A continuación, se sentó en una de las sillas de la cocina y apoyó los codos en la barra en frente de él. Sus ojos siguieron a Doyoung por unos segundos mientras veía al contrario abrir algunos gabinetes llenos de todo tipo de objetos.

—¿Qué prefieres, Johnny? ¿Tteokbokki o bibimbap? —Preguntó Doyoung al tiempo que sostenía un paquete de algas kelp en la mano.

—Bibimbap suena bien. Hace mucho tiempo que no como uno casero —Contestó el médium—. ¿Quieres que te ayude un poco?

Doyoung negó con la cabeza.

—Eso estaría excelente, pero no puedo dejar que mi invitado lo haga. No sería cortés de mi parte. —Contestó el muchacho. Johnny solo soltó un breve suspiro.

—Sé que no soy muy bueno cocinando, pero me sentiré un poco mal si te dejo hacer todo el trabajo duro. Déjame hacer algo, ¿si? —Insistió Johnny, y lo cierto es que logró que Doyoung ablandara un poco su corazón.

—Bueno... si ese es el caso, entonces... —El chico posó un dedo índice sobre su labio inferior mientras pensaba en una alternativa para su situación—. ¿Qué te parece poner la mesa? Los platos y los utensilios deben estar en las estanterías. Los manteles creo que están en el mueble en frente del comedor.

—Está bien. —Respondió con simpleza Johnny. Se levantó de su silla con cuidado antes de dirigirse a tomar los manteles justo en donde Doyoung le había indicado.

Rápidamente dobló sus rodillas para abrir las pequeñas puertas de cristal que decoraban el mueble y observar mejor su interior. No pudo evitar pasear su mirada por los documentos coloridos, los libros enormes y las delgadas revistas de moda que se hallaban en su interior. También se podían apreciar varias macetas pequeñas que sostenían hermosas plantas artificiales de todos los tonos.

Sin embargo, después de mirar durante un rato, se dio cuenta de una cosa.

—¿Oh?

—¿Sucede algo, Johnny? ¿No los encuentras? —Preguntó Doyoung con suavidad. Giró un poco su cuerpo mientras acomodaba un lindo delantal azul encima de su ropa.

—No los veo por ningún lado. Quizás están en otra parte. —Contestó Johnny.

—En ese caso, entonces ve hacia el pasillo del fondo. Creo que mi tía los dejó en las estanterías con el resto de los libros y las enciclopedias. A veces hace esas cosas. —Sugirió el muchacho.

Johnny asintió ante sus palabras y se enderezó con cuidado. Resopló ligeramente mientras una extraña sensación empezaba a hacerse un lugar dentro de las enredadas emociones que brincaban sobre su pecho.

—Qué raro. —Murmuró el médium, pero ni siquiera Doyoung fue capaz de escucharlo.

Se acercó al pasillo con cuidado mientras aquel sentimiento parecía crecer cada vez más dentro de sus amargas entrañas. La aspereza del apretón inquieto en el que habían sucumbido sus manos hizo envolver su mundo en una realidad desconocida en donde el único color que reinaba era el azul. La saliva que bajó por su garganta atravesó sus sentidos en una extraña percepción de su propio panorama.

Por alguna razón, Johnny sentía que no pertenecía a ese lugar.

De pronto, una extraña corazonada empezó a quemar en el interior de su alma. La incertidumbre que aumentaba dentro de su corazón deliberadamente le indicaba que no era buena idea seguir avanzando, que debía retroceder y correr ahora que todavía tenía una oportunidad.

Y, de cierto modo, las rodillas de Johnny parecieron temblar ante los torrentes de nerviosismo que bañaban con cobardía cada una de sus extremidades.

Fue entonces cuando, en ese simple y deslucido instante, que el médium se dio cuenta de una cosa, de una sencilla impresión que, a pesar de todo, tenía la capacidad de inundar su cuerpo del pánico más extremo que había experimentado jamás.

Tenía miedo.

Tenía demasiado miedo por lo que estaba delante de él.

engaños ও johndoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora