Capítulo 1: Un sueño.

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Casa Infernal

Se encontraba en su trono, sereno, como siempre hacía cuando meditaba acerca de las inmensidades de su reino y de los atisbos de maldad que tenía que crear para encontrar el equilibrio. Usando su forma humana, la que gustaba de ponerse cuando tenía que hacer apariciones en el reino de los hombres o cuando se encontraba con sus hermanos, quienes cumplían sus misiones según las órdenes que él daba.

Era un hombre mayor, bien dicen, más sabe el diablo por viejo que por diablo, y su cabello con canas reflejaba las luces del Inframundo, por el que ahora caminaba con pasos inquietos mientras que las almas de los que habían sido eliminados vagabundeaban en búsqueda de la libertad.

Suspirando, soltó un bufido inquieto y se cruzó de brazos, observando frente a sí lo que parecía ser una pantalla, donde una joven, que no tenía la dicha de conocer pero que pronto entraría a su reino más allá de la lejanía, se entretenía recostada en una cama, mirando la televisión y en una postura tan desfachatada como sólo los humanos hacían, encorvados, sin elegancia.

Repentinamente dos volutas de humo estallaron a sus espaldas, una primero que la otra, y observando de espaldas al rey del Inframundo, que ellos llamaban hermano, se acercaron lentamente.

- Hermano - dijo la primera figura, posando su mano en el hombro del Rey -, ¿por qué observas a esa mortal? ¿Qué acaso te han aburrido las diversiones que encuentras aquí? - sus ojos azules observaron atentamente al patriarca de los infiernos. Vestía sencillamente, con un traje negro y un prendedor en forma de luciérnaga, quizás lo único que admiraba del mundo humano. Su forma humana era sencilla, pero elegante. De barba y cabello negro, un poco bajo de estatura pero sin perder la compostura y el porte digno de un Príncipe del Inframundo. Tenía pecas, tan mundano y sencillo para pasar desapercibido, y su voz era fina, casi angelical, si esta obra fuese una ironía. Apio, le llamaban. 

- Humanos viejos - respondió la segunda figura, con repulsión. La Princesa del Infierno en persona: Wendy. De largo cabello rubio y un cuerpo por el que los mejores ángeles estarían dispuestos a caer, observaba por encima del hombro a sus hermanos. Caprichosa, la favorita de su hermano mayor y divertida tanto para entidades como para seres humanos, su nombre venía del antiguo Gales, las primeras tierras donde los mortales se habían comunicado con ellos y donde se le conocía como Gwenhwyfar, Blanca Suave. 

- Callados.- Respondió secamente Mayer, levantando una mano para silenciarlos - Los mortales nos observan, saben hablarnos, y hemos de complacerles si queremos ganar. 

Intrigado, se acercaba a la pantalla, meditando en cuál sería el momento indicado para llamar a la joven que vivía en la ignorancia en el planeta tierra.

- Ella - continuó el Rey -, ella es la clave del éxito, la que definirá si nuestro reino puede ganar sobre el Cielo, lo que hemos esperado durante millones de años. - la miraba fijamente, sintiéndose extraño por la sensación que lo recorría, una sensación que sólo había experimentado miles de años atrás.

- Ay, Sergio - lo llamó la princesa por su nombre humano, burlona -, no me digas que te estás enamorando de una mortal. - Se tapó la boca con las manos, con una risa incontrolable saliendo de sus labios. -  Los humanos son viejos, más que nosotros, almas en desgracia, no conocen más placeres que los de su comida. 

Empezó a explicarles detalladamente los mejores platillos que hacían los humanos, mientras que observaba cómo las llamas serían una excelente ayuda al momento de calentar de más los alimentos.

- No, Wendy, no seas tonta, hermana - Apio revolvió los ojos, harto. Se observaba las uñas mientras escuchaba a su hermana, pero no perdía la vista de su hermano mayor, que se había quedado pensativo ante las palabras de la princesa.- Nuestro Rey Mayer jamás caería por una humana, ni siquiera por una tan linda como la que vemos. 

La escena había cambiado, la joven recibía a otra figura humana que entraba a la sala donde momentos antes estaba recostada. Los tres, intrigados, se acercaron más a la pantalla y escucharon con atención: 

- Pasa, pasa, ¡se te ve muy bien el cabello! - la joven despeinó al otro, que rápidamente, de un manazo, quitó su mano y se peinó viendo su reflejo en un espejo que colgaba encima del mueble.

- Eh, morra, aguas, lo tengo que cuidar muy bien.- se volvió, sonriendo, sacudiéndose polvo inexistente del pantalón de pijama amarillo con cuadros que vestía - ¿Cómo vas? ¿Te gustaron las paletas que te compré? 

- Sí, mucho, Poncho.- Respondió, dirigiéndose a un pequeño refrigerador de la cocina de donde sacó las dichosas paletas.- Cómete una, en lo que nos preparamos para salir. ¿Sí vas a querer ir al Inframundo?

Poncho, como lo llamó la mujer, se dejó caer en el mueble de la sala, llevándose las manos a la nuca y siguiéndola con la mirada mientras se acomodaba a su lado. 

- Claro, pero ojalá que sí este vergas cómo dicen, la neta tengo mucho sin ir al antro y pues quiero algo fresco, ¿sabes?

Ella asintió, mirando a su amigo. Tomando su celular de la mesita que se encontraba a su costado, dijo:

- Bueno, a ver si ponen la canción que me mandaste. 

Reprodujo la canción, Poncho escuchó atentamente, y ambos sonrieron mientras que la canción sonaba de fondo: Y pégate pa' mí, pégate pa' mí, pégate pa' mí, orita'... que yo estoy pa' ti, que yo estoy pa' ti, que yo estoy pa' ti, muñequita... 

Lentamente la imagen en la pantalla se fue minimizando, mientras que los tres hermanos, a su vez, se alejaban y se miraban entre sí, sonrientes.

- ¿Escucharon? - dijo el Rey, tomando los hombros de su hermano y hermana -. Si no pueden llegar a este Inframundo, nosotros vamos al suyo. Alístense, hoy bajamos al mundo mortal.  

Con pasos rápidos salió de la estancia del trono, dejando a sus hermanos atrás y acariciándose los grises cabellos, pensativo. 

- ¿Qué tal? - preguntó el príncipe Apio, levantando las cejas -. Recuerda pedir merlot, que es el que más te gusta cuando visitamos a los humanos. De paso podemos ir a los océanos mediterráneos a ver cómo están tus delfines... 

Wendy, a punto de responder, miró más allá de la figura de su hermano a una de las ventanas donde se reflejaban los fuegos fatuos, abrió los ojos sorprendida y rápidamente le sonrió y dándole unas palmaditas en el hombro, dijo: 

- Sí, precioso, más tarde me explicas y no te preocupes, están bien resguardados en bolsas especiales de plástico.- mandó un beso al aire y corrió rápidamente a la ventana.

Apio, encogiéndose de hombros, salió por el mismo camino por el que Mayer había salido, pensando en qué podía utilizar esa noche.

Mientras tanto, la princesa, una vez que escuchó los pasos de Apio desaparecer, abrió la ventana cuidadosamente y ayudó a la figura que entraba a ponerse de pie.

- ¡¿Qué haces aquí?! ¿Estás loco o qué te pasa? - molesta, miró los ojos del ángel que no por primera vez entraba a escondidas al Inframundo - ¿Quieres pelear? 

- No dejo de pensar en ti.- Respondió el ángel, alto, de ojos azules y con las alas recogidas a la espalda. 

Se miraron fijamente, como habían hecho en los últimos encuentros furtivos que habían compartido. 

Silenciándolo con la mirada, lo tomó de la mano y lo llevó entre pasillos ocultos a su habitación, uno más de los cuartos del Infierno, donde cerró la puerta en silencio no sin antes observar a izquierda y derecha del amplio corredor. 

Lo que platicaron serán palabras para otra ocasión, y lo que vivirán esa noche en el Inframundo Terrenal, palabras para el siguiente capítulo.


Nos vemos pronto. 

Besos, B.

Idea original de @blizferse en TikTok, yo sólo escribo todo y le doy el toque Wattpadtesco. 


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⏰ Last updated: Jul 02, 2023 ⏰

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Casa Chica, Infierno GrandeWhere stories live. Discover now