Siete

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Jay

Me detuve frente a la casa de Jungwon y apagué las luces del auto. A través de sus cortinas, pude ver su sombra moviéndose de un lado a otro. Ya le había hecho saber que estaba de camino y que me esperara.

Mis ojos siguieron sus movimientos. Era como un tigre enjaulado listo para ser liberado y poder atacar a alguien. ¿Por qué tiene que actuar con tanta ingenuidad? Sería un asesino increíble si dejara de fingir que el mundo es bueno.

Jungwon tenía una idea equivocada si creía que la gente que recogíamos era gente recta. Parecía creer que lo que yo hacía estaba mal, pero la verdad era que yo equilibraba la balanza del mundo. Yo era el karma encarnado. ¿Qué había de malo en poner las cosas en su sitio?

Observé cómo agarraba su teléfono y lo miraba fijamente. El corazón me dio un vuelco cuando se lo llevó a la oreja. ¿Con quién demonios está hablando? Agarré el volante con más fuerza, el cuero protestó contra mi agarre hasta que lo solté.

Desde la noche en que Jungwon chocó conmigo, lo había estado observando. No todo el tiempo, pero sí cuando estaba en el gimnasio o cuando tenía una pelea. Era una persona interesante. Un trabajador duro que no aceptaba una mierda y que, sin embargo, era constantemente pisoteado, un preocupado, un solitario. Las únicas personas con las que se juntaba eran su padre, la gente que trabajaba para él y Baekhyun. Aparte de eso, llegaba a casa solo, abría una sola cerveza y se relajaba durante cuarenta y cinco minutos antes de irse a la cama.

-Para ser tan joven te comportas como un anciano, Jungwon-, murmuraba. -¿Qué demonios te ha pasado?

Nadie sin una mierda de trauma se pondría como ermitaño a su edad. Por aquel entonces estaba de fiesta, era un imbécil y seguía aceptando trabajos para la familia. Lo único en lo que parecía estar centrado era en trabajar, en la MMA y en dormir cuando tenía la oportunidad.

Se me hundió el corazón. Parecía triste. Y solitario.

Deja de compadecerte y ponte a trabajar.

Saqué mi teléfono y lo miré fijamente. Cierto, teníamos un trabajo que hacer y cuanto antes se solucionara, antes podría volver a vivir mi vida y no vigilar a Jungwon.

Jay: Vamos.

Jungwon: ¿Estás aquí?

Jay: No me digas. ¿Qué te parece?

¿Qué me gusta mandarte mensajes para divertirme? Vamos.

Jungwon abrió la cortina y se quedó mirando antes de que se apagaran las luces y saliera corriendo por la puerta principal. Esta vez llevaba una camisa roja abotonada y pantalones negros. Los dos primeros botones de su camisa estaban desabrochados y yo estaba seguro de que era porque se había olvidado y no porque estuviera intentando ser sexy y llamar mi atención sobre el vello que pillé asomando por su ropa.

-¿Qué? -, preguntó cuándo se metió en el coche. -¿Por qué me estás mirando?

-No lo hago-, refunfuñé, carraspeando con dureza mientras me volvía a girar hacia delante. -Sé más rápido la próxima vez.

Jungwon se burló. -¡Me ha costado dos minutos!

-La próxima vez que sea uno-, espeté. -¿Por qué te gusta tanto contestarme? ¿Necesitas que te enseñe lo que pasa cuando sigues abriendo la boca?

Miré a Jungwon y sus dientes estaban enterrados en su labio inferior, como si le costara todo el autocontrol que podía reunir para permanecer callado. Algo en esa mirada me dio ganas de reír. Se está esforzando. Sabía que me odiaba, al menos mucha gente lo hacía, pero también estaba intentando no morir, lo cual admiraba.

FIGHT ME DADDYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora