2. El canto de las sirenas en tierra

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Regulus Black creció bajo los horribles tratos de su madre, siendo protegido en muchas ocasiones por su hermano mayor quien recibía los peores castigos. Nunca llegó a odiar a su madre, no podía, aunque así lo quisiera, en cambio, aprendió a vivir con ella y todo lo que conllevaba estar bajo el mismo techo. Sirius y él empezaron a ignorar, pasaban la mayor parte del año en hogwarts y cuando si o si debían regresar no salían de sus habitaciones.

Lo único que retenía a los hermanos es esa casa era su padre, un hombre que, a pesar de todo, siempre estaba allí. No fue el mejor padre porque igual no los defendía de los abusos de su esposa, pero trataba todo el tiempo de cuidar de ellos detrás de la matriarca de la familia. Fue él quien les enseñó que, en esa gris casa, hay un poco de color, que los acordes de la música podrían llevarlos a muchos lugares, alejarlos del miedo y del peligro.

Los hermanos Black tuvieron ― tienen ― una horrible madre, pero se les fue recompensado con un padre presente ― no mucho ― pero que estuvo allí y les enseñó muchas cosas.

Fue por él que aguantaron muchos más años de los que debían en la casa Black y fue por él que se fueron una vez dejó ese mundo. Su muerte fue un detonante para los hermanos y ambos saben que a quien más le dolió fue a Regulus, quien bajo el manto de su padre aprendió que el mundo no es solo blanco o negro, hay grises, tonalidades de colores como lo existe el bien en el mal y viceversa. No todo es totalmente bueno o blanco y nunca habrá pura maldad o negro.

Es gris. La vida es gris.

Cuando el cuerpo de Orión Black fue dejado en la cripta familiar, esa misma noche, Sirius tomó lo que pudo de su hermano y él, lo guardó todo y sin mirar atrás ni un segundo, sin remordimientos, sin titubeos, salió de esa casa llevándose a Regulus Black con él y terminaron en la sala de la mansión Potter donde Euphemia y Fleamont Potter les enseñaron lo que es ser una familia de verdad.

Regulus no se acostumbró a las caricias, consejos y la simple presencia constante de la pareja Potter sino hasta mes y medio después que llegó a esa casa. Poco a poco fue acostumbrándose a ellos y su rutina. Se sintió, por una vez en su vida, feliz y en familia junto a su hermano, los Potter y James.

Oh, y el gryffindor de lentes, cabello indomable y sonrisa malditamente perfecta es algo a lo que nunca podrá acostumbrarse, porque lo hace sentir con un adolescente en plena pubertad, con piernas temblorosas, sudores cada que lo tiene cerca y piel caliente y rojizo con su solo presencia en la misma sala.

La primera vez que lo vio fue cuando llegó a su primer año en hogwarts. Él y su hermano caminaban por el pasillo como si fueran los reyes estando en segundo, pero a ninguno de los dos le importaba, iban en su mundo, carcajeándose de cualquier cosa que a alguno se le ocurriera y fue allí, en una fracción de segundo cuando ambos pares de ojos se conectaron a través del largo pasillo que Regulus supo que James Potter sería su perdición.

Primer año pasó, segundo llegó y allí seguía esa sensación. Al principio creyó que era un simple capricho y tal vez, en varias ocasiones también creyó que era rencor porque Sirius estaba más con él que con su propio hermano así que tercero y cuarto año lo observó a la distancia con ojos furiosos, dándole miradas retadoras y cuando entró al equipo de quidditch, ganándose siempre que se enfrentaban.

Pero luego llegó quinto y con el, la grandiosa pubertad de James Potter. Su cuerpo pequeño se estiro varios centímetros, su cabello creció y se le formaban nudos indomables, pero que por alguna razón lo hacían ver demasiado bien, sus ojos cafés mas brillantes y todo en él causaba estragos en el inexperto cuerpo de catorce de Regulus quien no podía siquiera verlo por unos segundos antes que todo su rostro pasará a un tono rojizo y empezará a temblar.

Melodía de Amor: En busca del pianista sin rostroWhere stories live. Discover now