La preocupación de Hisao

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                                                                                                          I

—Ha sido un día agobiante, ¿no lo cree?

Neji asintió, sin dejar de redactar su última carta pendiente. Si todo salía como él esperaba, enviaría una copia a los señores feudales... —Todos nuestros días han sido así, Hisao. No entiendo por qué te sorprende.

—Precisamente por eso, señor, ¿no piensa salir a dar un paseo por la villa? —le aconsejó— Muchas personas estarían encantadas de encontrarlo en las afueras y darle sus respetos personalmente... —el hombre hizo una pausa y después añadió de manera casi paternal— Últimamente ha tenido más responsabilidades y apenas ha salido de las dependencias del clan en semanas... y eso no es bueno...

—¿No es bueno para quién exactamente? —intervino Neji.

—Para usted. Podría enfermarse si permanece encerrado. Es demasiado joven para que cargue con los achaques de la gente de mi edad. Debería salir un rato a tomar el sol antes de que se ponga. Una vez escuché a Sakura-sama mencionar que tomar el sol era importante para el organismo, y algo de la vitamina D, lo que sea que eso signifique. Lo cierto es que usted está muy pálido, debe faltarle eso...

Neji detuvo su hacer y alzó la mirada, no estaba seguro si lo había hecho por la preocupación que veía en el hombre o por la sola mención de la joven médico... Pero el aumento casi imperceptible de su frecuencia cardiaca le hacía suponer que era más por lo segundo.

—La vitamina D tiene que ver con el calcio, Hisao, no con lo pálido de mi piel...

—No debatiremos eso, señor —acotó Hisao con prudencia—. Que sea Sakura-sama quién dé la razón, ella es la experta... pero estoy seguro que apoyará mi intención de sacarlo de esta oficina... aunque últimamente, la única forma de sacarlo de aquí sea ella con su presencia...

Neji desvió la atención del pergamino y miró con suspicacia al anciano.

Le costaba entender la actitud de su consejero. Hisao formaba parte de la rama secundaria del clan y en honor a la amistad que le guardaba a su padre se había hecho cargo de él después de la muerte de Kizashi. Era un hombre mayor de cabello cano, de su larga y castaña cabellera de antaño únicamente guardaba el recuerdo.

—¿Qué tratas de decir exactamente? —interrogó, Neji, a la defensiva. —¿Yo? —inquirió Hisao, fingiendo demencia— Nada, señor. 

Neji dejó de lado sus quehaceres y se detuvo a observar el rostro del hombre. Su rostro, que recordaba generalmente sereno, únicamente lo veía transformarse cuando se metía en problemas o su vida peligraba, y eso únicamente había sido en contadas ocasiones. Después de ver su cercana muerte a manos de Kidomaru y la más reciente, en La Gran Guerra, Neji no había vuelto a ver esa inquietud en la mirada ópala del hombre.

—¿Acaso es preocupación eso que escucho de ti, Hisao?

 —Sí, señor —confesó, finalmente.

 Neji se levantó de su asiento y dobló el pergamino a la mitad, guardándolo entre sus ropas. Lo terminaría de redactar más tarde...

—Bueno, a mi me preocupa que a pesar de los años que tenemos de conocernos de pronto levantes un muro impenetrable de respeto entre ambos, a pesar de que te he pedido que no lo hagas, que no es necesario —terció— A veces siento que se les olvida que estoy aquí para reestructurar los viejos cimientos de nuestro clan, no para seguir sus arcaicas tradiciones. Antes que un líder, soy un guerrero; y antes que cualquier honorífico, soy Neji.

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