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Armando Mendoza suspiró pesadamente mientras tomaba un vaso de whisky, su cuerpo estaba sumamente tenso, además de que sus ojos estaban constantemente sobre la persona que repartía las bebidas y si se observaba con atención su mano se movía compulsivamente en la búsqueda de algo que apretar. Los invitados vieron que estaba decaído, algunos se acercaban preocupados y él solo les dedicaba una sonrisa cordial junto con algunos monosílabos, pero nada más.

Muchos creían que era por el inminente retiro de su padre Roberto Mendoza, pero lejos de la nostalgia que aquel evento le ofrecía, sus razones era totalmente diferentes.

─── ¿Y esa cara larga tigre? ─── Mario Calderón, su mejor amigo, llego a su lado con su típico semblante despreocupado. ─── ¿No está disfrutando de la última colección de su papá? ───

─── No sé Calderón, me siento mal, quiero irme a mi apartamento ───

─── Armando, tú no puedes dejar el evento tirado, es más, usted tiene que sacar la cara como el hijo del actual presidente de Ecomoda ─── Musitó Mario pasando su brazo sobre los hombros de Armando ─── y claro, el futuro presidente de esta empresa. ───

─── Eso, precisamente eso es lo que me tiene así Calderón ─── El hombre hizo mala cara tomándose el licor de un solo trago y no paso mucho tiempo para que tomara otro de la charola del mesero.

─── Bueno, y ¿es que usted planea emborracharse esta noche? Mire en lugar de desestresarse con eso ─── El castaño le sonrió quitándole el vaso de sus manos ─── ¿Qué le parece si le presento a unas amigas? Una buena noche de sexo con una hermosa mujer le quita la tensión a cualquiera. ───

─── Yo no quiero saber de modelos ahorita alimaña ───

─── P-pero es que no son modelos, una es empresaria y la otra periodista, ¡Menos drama! ───

───¿Y como me quitó a Marcela de encima, ah?, además yo estoy de humor para aguantarme el escándalo que me haría mañana por desaparecer toda la noche ─── De solo pensar en la persecución que le haría su novia, Marcela Valencia, le dio dolor de cabeza, claro que la mujer tenía motivos para ser así, él mismo se los había dado, pero Armando simplemente no tenía el valor para terminar con ella.

─── Yo puedo solucionar eso Armando ─── Susurro con ese tono suave y sedoso que normalmente utilizaba para seducir a sus amantes y para el pesar de Armando funcionaba tan bien en él como en cualquier otra mujer.

Al menor de los Mendoza se le cortó la respiración por unos breves segundos, su pulso aumento considerablemente provocando un tenue sonrojo en sus mejillas y claro Mario pudo notarlo por lo que su sonrisa se ensanchó, haciendo que esos encantadores hoyuelos se marcarán en su cínico y lindo rostro.

─── Mire Mario, no moleste, ¿sí? ─── Reclamo sin ser realmente convincente y su amigo de toda la vida pudo leerlo como un libro abierto.

─── Entonces mi querido vicepresidente déjeme arreglar unas cuantas cosas para que quede libre esta noche ─── La mano que anteriormente estaba en su hombro bajó hasta su cintura apretándola, lo que le dio un ligero cosquilleo en su abdomen. Aún no podía entender como es que tenía tal control sobre él, lo hacía sentir como un adolescente lidiando con sus hormonas y no como el adulto que era.

─── Haga lo que quiera ───

Más se demoró en darle permiso cuando Calderón ya estaba frente a Marcela, de lejos pudo ver que no le agradaba la idea, silenciosamente esperaba que su prometida pudiera liberarlo de esa pequeña tentación.

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