1. un, dos, tres

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El interior de la consulta te sorprende cuando entras por la puerta: creías que un lugar donde hicieran algo que sonara tan ocultista como la hipnosis tendría que verse pequeño, húmedo y oscuro, como una vieja trastienda llena de telarañas y heces...

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El interior de la consulta te sorprende cuando entras por la puerta: creías que un lugar donde hicieran algo que sonara tan ocultista como la hipnosis tendría que verse pequeño, húmedo y oscuro, como una vieja trastienda llena de telarañas y heces de ratón; en cambio, resulta ser como cualquier otro centro médico que hayas visitado, tal vez incluso más acogedor. Todas las paredes son blancas y el suelo es de cerámica impoluta, pero la frialdad de ese blanco cegador se contrarresta con el marrón de los sofás mullidos de la sala de espera y los sobrios cuadros de la pared de recepción que te hacen recordar, inevitablemente, a unos Rothko. El refinamiento del lugar te hace avanzar con timidez hacia el recepcionista, un chico de pelo negro y de ojos amables que te mira con una sonrisa cuando te sitúas delante de su mesa.

–Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla?

–Hola, soy... tengo cita con el Doctor Kim –dices como puedes, intentando tragarte los nervios que ya empiezan a hacer acto de presencia en tu garganta.

–Claro –su sonrisa se ensancha y casi tienes que entrecerrar los ojos de lo resplandecientes que se ven sus dientes–. ¿Me puede decir su nombre?

–Kat.

Él vuelve a hablar antes de que te des cuenta de que no es demasiado apropiado decir solo tu nombre de pila en una consulta médica.

–Ah, sí, Katherine Delpy –dice, encontrando tu nombre en la lista al instante–. Ya puedes pasar a la sala de espera. El doctor te recibirá en cuanto termine con el paciente con el que está ahora.

Respondes un débil «de acuerdo» y te alejas de la sonrisa nuclear de ese recepcionista para dirigirte a donde te ha indicado. Te sientas en uno de los sofás y descubres que son tan mullidos como parecen, pero ni siquiera su comodidad te relaja el aceleramiento de todas tus partículas, agitadas como el zumo de arándanos de un Cosmopolitan un viernes noche. Coges una de las revistas que están encima de la mesa sin detenerte mucho a ver su contenido: tan solo quieres parecer desinteresada, parecer que estar en esa consulta un sábado a las doce del mediodía es únicamente un trompicón en tu ocupada vida diaria y no el bote de rescate que podría salvar tu vida sexual.

De repente, la puerta de enfrente se abre y levantas la mirada de sopetón, topándote con un chico de pelo largo y oscuro y ojos felinos que te inspeccionan durante un segundo antes de apartar la mirada con una extraña sonrisa en los labios. Detrás de él, también sale un hombre, mucho más alto que él, vestido con un jersey negro de cuello vuelto y unos chinos de color crudo. Le palmea la espalda con una sonrisa y parece estar diciéndole algo como «en un par de sesiones más te podremos dar el alta», pero las palabras parecen enturbiadas y apenas distingues unas de las otras, como si estuviera hablando en otro dialecto.

El chico bajito con cara de asesino vuelve a mirarte con esa sonrisa cruel y entonces el mayor también lo hace, dándose cuenta de tu presencia por primera vez.

Te encoges al sentir sus miradas sobre ti. No puedes evitarlo.

–¿Katherine? –dice el alto. Aunque, ahora que te fijas, no lo definirías solo como alto. Grande parece una palabra que le encaja mejor.

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⏰ Last updated: Jul 08, 2023 ⏰

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hedoné » btsWhere stories live. Discover now