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A Changbin le resultó un poco extraño que el olor de Felix aún pudiera sentirse fuertemente en su habitación.

No había puesto un pie allí en horas, después de dejarlo durmiendo plácidamente entre las tibias sábanas, sin embargo, suponía que ya había ido a trabajar. Era cerca del mediodía, aunque Changbin no podía estar del todo seguro a menos que viera la hora.

Recorrió la habitación con su vista, sintiendo el aroma a almendras todavía demasiado fuerte. Sin dudas Felix seguía allí, pero no había música a todo volumen, tampoco podía escuchar la voz exaltada del menor mientras hablaba por teléfono, todo estaba inusualmente tranquilo.

Felix usualmente era un bullicio ambulante, especialmente ahora que ya parecía absolutamente acostumbrado a vivir con él, a estar en esa habitación, sintiéndola como suya. Changbin amaba la paz, pero no le molestaba el desorden y el ruido si provenía de su omega. Así que se le hizo extraño no verlo u oírlo.

Cerró la puerta con cuidado y alzó levemente su cabeza, tratando de captar mejor el olor. Pronto tendría que volver a trabajar, pero si Felix seguía allí, bien podía tomarse unos minutos para él.

Avanzó con pasos suaves a donde su olfato le dictaba, cuidándose de no hacer ruido. Algo le decía que Felix estaba silencioso a propósito y sus instintos le dictaban que averiguara por qué.

A medida que se acercaba al vestidor, el olor de Felix se hacía más intenso, pudo escuchar entonces un suave murmullo, palabras susurradas, ininteligibles para él a pesar de su buen oído. Fue cuidadoso al asomarse al armario, descubriendo a Felix allí, de espaldas a él.

Su omega estaba vestido para salir, una camisa a rayas y pantalones oscuros envolvían su cuerpo con elegancia, cosa que ya se había vuelto común después de unos días. El buen gusto de Felix al vestir no hacía otra cosa que florecer. Sin embargo, no fue eso lo que llamó la atención del alfa, sino que fue el hecho de que Felix estuviera de pie frente al aparador donde ponía sus accesorios, sus manos deslizándose entre los relojes y los brazaletes, absorto en ellos.

Changbin se recostó en el umbral de la puerta, viendo como Felix tomaba sus relojes y los miraba, observando los detalles, los sutiles diamantes o el brillo del oro. O como los hacía contrastar con su piel, como comprobando qué tal se verían sobre el tono tostado de ésta. Changbin lo vio tomar varios y observarlos en silencio antes de devolverlos a su lugar, hasta que hubo uno que observó por más tiempo que los otros.

Changbin sabía qué reloj era.

Se trataba de uno hecho especialmente para él, sus iniciales estaban grabadas en la esfera con pequeñísimos diamantes rosados, creando una armonía con el fondo negro y la caja dorada de este.

A Changbin en particular, le encantaba ese reloj, pero Felix parecía adorarlo aún más, a juzgar por la leve explosión que sufrió su olor al verlo y tenerlo en sus manos.

Incluso después de varios minutos, Felix seguía mirándolo con entusiasmo, hasta que se atrevió a deslizarlo por su muñeca, de forma demasiado lenta, incluso simbólica, alzando luego su brazo contra la luz, sonriendo al ver como el, para él, enorme reloj se deslizaba hasta detenerse en la parte más gruesa de su antebrazo.

—¿Te gusta ese reloj?— Su voz hizo que Felix se estremeciera de pies a cabeza, pegando un brinco al girarse y descubrir a su alfa a solo pasos de él.

—Bin...— murmuró Felix con voz ahogada, sujetando su mano contra su pecho, tratando de ocultar el reloj que estaba usando.— ...solo estaba mirando un poco.

Changbin se acercó a él, agarrando su brazo, observando el reloj en él.

—No te queda.— comentó, abriendo el cierre para sacarlo.— Fue hecho para mí, después de todo.

*.✧ No se admiten mascotas!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora