Prólogo

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1: Kevin es un imbécil con todas las letras.

2: Odio los pasillos del instituto.

3: Quiero ser como antes.

Nunca supe cuando empezaron a pasarme todas esas cosas. Cosas que cualquier otra persona posiblemente tiene, pero que no empeoran. Cosa qué, en mi caso, fue justo lo que pasó.

Recuerdo empezar a ver muchos puntos blancos o negros cada vez que me levantaba, sentir que el corazón me iba a explotar, que mi cabeza iba a estallar, muchos mareos... Pero siempre disimulaba, eso era lo que pasaba en mi interior. Por fuera, los demás verían otra cosa. Verían que no me pasaba nada y que no parecía un pato mareado.

Hasta que la cosa fue empeorando. Ya no era que me levantaba y me pasaba todo eso, no, después pasó que casi no podía estar de pie, tenía que estar siempre en reposo, nada de ejercicios o movimientos bruscos... Claro que esas cosas sí que ya se empezaban a notar, porque justamente, si hacía algo de eso, me desmayaba. Sí, me desmayaba. Notaba como la oscuridad venía hacia mí y me comía enterita. No hay otra forma de describirlo mejor. Sentía un tipo de vértigo que provocaba que tuviera ganas de vomitar. Veía todo blanco o negro, y de repente, me caía. Perdía todo el control de mi cuerpo.

Todos esos pequeños detalles, que al final, no eran tan pequeños, me llevaron hasta hacerme pruebas. Hice un examen llamado Tilt Test, en el que me pusieron en diferentes posiciones, mientras me sujetaba a una camilla, dejándome por espacios prolongados. Aunque primero, permanecí acostada en la camilla durante diez minutos, antes de que me pusieran casi de pie. Se suponía que si después de unos veinte minutos no pasaba nada, la cosa iba bien. Pero es que la cosa fue mala, como no.

Hola, soy Arella, tengo diecisiete años, y soy la rarita del instituto. ¿Algún dato curioso más sobre mí? Pues aparte de tener esa enfermedad/discapacidad "invisible", como lo suelen catalogar, tengo poliosis desde los cinco años, por tener bajos niveles de melanina, que eso es justamente lo que le da el color a nuestra piel y pelo. Por eso mismo, estoy etiquetada con ese apodo. Pero bueno, que me da bastante igual, a veces me gusta y otras no, ¿qué le voy a hacer si no? A mí no me importa eso en absoluto, a mí lo que me molesta es lo que era y ya no soy. Porque desde que me detectaron eso, la disautonomía, tuve que cambiar muchas cosas.

Dejé de hacer las cosas que me gustaban, tengo que llevar otro tipo de alimentación, debo poner las piernas en alto para que circule bien la sangre, dormir mucho más, beber muchísima agua, aumentar el consumo de sal para tener más sed, ejercicios ligeros... Pero eso por un lado, por el otro, tenemos a mi cabecita, que no le gustaba eso. En general esa enfermedad, y me da a mí que nunca lo acabaría aceptando del todo. ¿Se puede aceptar acaso? No lo sé, diremos que sí por ahora, porque para eso también estaba yendo con Annalise, mi psicóloga y psiquiatra. Para ir mejorando y a bien.

Una de las cosas que más me encantaban de mí misma, es que me reía de todo. Me dicen cualquier cosa y me río, me caigo y me río, me sale algo mal y me río...
Bueno, aclaro que a algo mal me refiero a no sé, a no poner algo justo en su sitio o doblar mal una camiseta, por ejemplo. Alguna que otra vez no es así, si es algo que quiero de verdad, oye, pues que me frustro, que le hago, pero que se entiende lo que quiero decir, ¿no? Además, que yo me ría o alguien se ría, no significa que nos estamos burlando concretamente de alguien o ellos de nosotros, sino que es porque nos causa gracia la situación, a como ha surgido, me refiero.

Porque a veces, también hay que reírse de los peores momentos.

(Igual debería aplicarme más eso, porque cuando me pasa a mí, la cosa no es igual).

Pero qué todo se aprende en esta vida, vaya, no hay prisa. Y en algún momento será diferente, eso es lo que me dejaba tranquila. Y es que es lo que pasó.

Pude aprender poco a poco que no era perfecta, pero era real, y eso me volvía aún más perfecta que la propia perfección y mucho más importante. Aprendí que todos mis defectos eran mis dones y mis puntos de belleza, o donde resaltaba más mi belleza. Pero sobre todo, aprendí que cuando alguien tiene cosas así, cuando las personas nacemos o nos diagnostican alguna enfermedad, una discapacidad, un trastorno…, era por algo. Llegábamos al mundo para enseñar algo y deslumbrarlo.

Estoy orgullosa de estar consiguiéndolo y también estoy orgullosa de no haber dejado de creer en el amor nunca.

Pero eso también es gracias a él.

Donde nos lleve Nuestro Vuelo © ✔️Where stories live. Discover now