Capítulo XI.

950 92 5
                                    


Un día nuevo empiezo. Noto como los rayos de sol golpean ligeramente mi rostro y abro mis ojos con dificultad, adaptándome a la luz que llega desde el gran ventanal a mi lado. Estoy en la habitación de Cuatro. Últimamente no duermo en los dormitorios con los demás. La idea de dormir con las personas que intentaron matarme, no me gusta.

Me coloco mejor sin hacer mucho ruido y bostezo. No he dormido bien. Sigo teniendo pesadillas desde el accidente de Al. Han pasado días, los demás hacen como si nada, pero yo lo sigo viendo en mis sueños, en mis recuerdos.

Miro a un lado. Está Cuatro. Acaricio levemente su brazo mientras sonrío levemente. Me levanto lentamente. Aún me duele la pierna. Salgo de la habitación sin cambiarme, solo llevo la camiseta de Cuatro. Es ancha, me gusta. Voy a la azotea. Nuestro lugar.

Siento el viento en mi cara y cierro los ojos. Puedo sentir como me tranquilizo más y más, permitiéndome sentir calma por primera vez en días.

No debes bajar la guardia. – Me susurra mi voz interior. Estoy harta. – A veces lo mejor es vivir en alerta, para no romperte.

Tal vez no me rompa. – Digo. Puedo sonar loca hablando conmigo misma. Me río para mí misma con una sonrisa amarga en la cara. – Déjame en paz, sé lo que hago. Lo tengo todo controlado.

¿Y qué pasará cuando sepan de lo que eres capaz? – Suspiro mientras miro a los edificios en ruinas. Me duele la cabeza de solo pensar que nadie me conoce realmente. Puede que todo haya sido un error... Pero una voz en mi cabeza me dice que los errores son buenos. Al menos algunas veces.

– Buenos días. Podrías haberme despertado. – Escucho la voz de Cuatro a mis espaldas. Sonrío de forma automática. Él siempre sabe dónde encontrarme. Me giro mientras él se acerca a mí. Pasa su brazo por mi cintura y yo miro hacia arriba, ya que es más alto que yo.

– No quería despertarte. Necesitaba tiempo sola.

– Siempre necesitas tiempo sola. – Dice mirándome. Su mirada indica preocupación. No quiero que sienta pena por mí. – Déjame estar solo contigo. Tiempo solos pero juntos. – Es una tontería, pero sé a lo que se refiere.

– Puede que algún día podamos estar juntos en mi soledad. – Susurro mientras nuestras frentes se tocan. Cerramos los ojos y dejamos que la brisa de la mañana nos salude a los dos. Un día más a su lado. Cada día puede ser el último.


(...)


Estoy caminando con mis amigos. A mi derecha están Will y Chris de la mano. A mi izquierda tengo a Tris, agarrada a mi brazo. En estos meses de entrenamiento, Tris y yo nos habíamos vuelto muy buenas amigas. Somos iguales y diferentes a la vez.

Las dos somos divergentes. Somos fuertes pero débiles al mismo tiempo. Ella se rehúsa a dejar su pasado. Es una viva imagen del gran corazón abnegado que tiene.

Yo, por otra parte, solo quiero dejar mi pasado atrás. Quiero olvidarme de mis días como erudita. Mi corazón no pertenece ahí, nunca lo hizo. Puede que mis recuerdos sean eruditos, pero mi corazón ahora es osado.

Tris me agarra del brazo más fuerte al ver como un grupo de eruditos se acercan. Puedo ver a Jeanine caminando hacia nosotros. Mira directamente a Tris y luego pasa su mirada a mí. Está intrigada, puedo notarlo.

– Beatrice Prior, ¿cierto? – Dice con una sonrisa falsa. Típico de Erudición.

– Es Tris, ahora. – Menciona Tris con un tono amargo. Beatrice no existe, ya no.

𝐒𝐂𝐀𝐑𝐒 || 𝐓𝐨𝐛𝐢𝐚𝐬 𝐄𝐚𝐭𝐨𝐧.Where stories live. Discover now