Capítulo 3

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Cuando dejó el restaurante, César recibió un mensaje de una cliente reservando algunas horas en un hotel de lujo. Sofía era una joven que siempre contrataba sus servicios pagando muy bien por ellos, eso porqué tenía gustos peculiares entre cuatro paredes y la verdad es que a César le gustaba el sexo más común. Por ser un hombre sexualmente activo y como cualquiera tener gustos primitivos, para él cualquier cosa valía la pena en la cama desde que involucrase sentimiento y cómo eso no pasaba nunca, cobraría siempre mucho más cuando el tema era fantasías extraordinariamente exóticas.

Sofía era joven, rica y muy bella, tenía un cuerpo moreno estonteante y cabellos que a César encantaba enredar entre sus dedos mientras la penetraba sin piedad de rodillas en el colchón. Pero por otro lado era totalmente mimada y no había mucho que hablar mientras terminaban el acto, era apenas una milionária sin futuro intelectual que vivía de la herencia de su padre. Ese era su trabajo aunque muchas veces extrañaba hablar con alguien cómo lo había hecho con Mariana horas antes en la discoteca. A pesar de ser también todo un negocio, por primera vez en mucho tiempo se sintió bien en estar platicando con una mujer sin ser cual posición era la mejor en la cama o alguna fantasía sexual diferente.

Fue casi imposible no reflexionar la locura en que se estaba metiendo mientras ponía la cabeza bajo la ducha fuerte en el baño. Existía mucha gente loca y existía Mariana que a esta edad inventaba a su padre que tenía un novio que era casi su esposo, eso lo hizo sonreír durante un rato mientras el agua recorría su piel y principalmente por pensar en ella, su sonrisa y sus hermosos ojos oliva que eran tan diferente de los verdes que había conocido a lo largo de su vida. Si la encontrase en cualquier sitio, en cualquier otra circunstancia, no cobraría para nada para tener una noche a su lado, al contrario, seguramente pagaría a ella para que lo llevase a su cama. No entendía como una mujer tan hermosa, rica y con inteligencia necesitase alquilar un tipo para hacerse pasar por su novio.
Cerró los ojos abrazado a su almohada pensando en la loca propuesta de la guapa mujer de ojos verdes.

Despertó al día siguiente con el nombre de Mariana en la pantalla. Bufó al pensar que era su novia de mentira pero ya estaba causando dolores de cabeza como si fuera de real. Se levantó rápido para desayunar en un café cerca de su departamento junto a su mejor amigo, un abogado de prestigio y de nombre Adolfo Altamirano.

- No puedo creer que estarás ausente por três meses para meterse con una mujer que contrató tus servicios sin sexo. - Sonrió con ironía.

- Por favor Adolfo que eso se quede entre los dos. - Suspiró. - No quiero saber cómo arreglaré con las demás por aquí...

- No te preocupes, César. - Mordiscó su croassaint. - ¿Y cómo se llama la digníssima?

- Mariana. - Dijo su nombre lentamente sintiendo el dulzor por los labios.

- ¿Mariana de qué? Hay que buscar el poder que tiene... ¿Y si es una cualquiera que quiere jugar con tus narices y en realidad no tiene dinero? Yo cómo tú abogado, sobretodo como amigo, tengo el deber de protegerte.

- Eres un idiota. - Sonrió. - Toledo, su apellido es Toledo.

- Me sueña... Mariana Toledo. - Pareció pensar durante un rato mientras César tomaba su café sin azúcar. - Claro, es la escritora.

- No tengo la más remota idea. - Negó. - La información que tengo es que vive en Polanco y quedamos en vernos en su casa en... - Miró el reloj. - En diez minutos.

- Si realmente es quién estoy pensando, no necesitas firmar un contrato, la mujer prácticamente mea dinero... - Susurró. - Su padre es uno de los dueños de la ciudad y a parte, ella es muy bonita.

- No estoy interesado Adolfo, desde que mi dinero esté en mi cuenta personal como acordamos, lo demás me vale un bledo. - Dijo con desdén.

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El Acompañante Where stories live. Discover now