30- Ethan Riddle

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Mis dichos nunca habían sido tan serios como ahora.

Las semanas que pasaron sirvieron a la Orden de acostumbramiento. Ya nos dedicábamos, sobre todo, a la protección, al brindar las casas seguras a opositores que estuvieran siendo perseguidos, y a informar mediante la radio los sucesos más importantes.

La violencia, sin embargo, solo incrementaba; y cada vez eran más los muertos y desaparecidos en las garras de Voldemort.

Ese había sido el empujón que necesitaba para decidir mi siguiente movimiento. Y es que ya había llegado a la conclusión de que poco sentido tenía seguir exponiendo a personas no capacitadas a luchar por sus vidas en el frente.

Si quería esto bien hecho, yo debía ser quien se encargara; yo debía dar la cara y empezar a jugar como tan bien sabía. Pondría las reglas, ellos no podían conmigo y lo sabían.

No había dicho nada a nadie de mi reunión con Pius. Por supuesto el Ministro estuvo más que feliz de aceptar mi rendición, y tomarme dentro del grupo de aurores que se encargaban, particularmente, de las detenciones.

Desde allí podía salvar unas cuantas vidas más que desde mi dormitorio, y saber más de lo que estaba pasando de lo que sabría mediante lo que los demás traían.

Eventualmente tuve que esclarecerlo con el resto de la Orden, y aunque mi familia se opuso por completo, todos supieron comprender la relevancia de lo que estaba pretendiendo de esto. Lo último que necesitaba en momentos así, era ser considerada una traidora a mi propia gente, a mi sangre, por lo que, hecho eso, trabajar de lo que se me había propuesto ya no carcomía mi cabeza, pero la amparaba.

No pasó mucho tiempo para que las celdas de Azkaban estuvieran bastante pobladas. Había logrado fugar a algún que otro recluso, pero no era fácil teniendo tantos compañeros bajo el maleficio imperius, ni tanta vigilancia mortífaga.

Desde que hacía esto, Lee tenía listas más certeras de víctimas que presentar en Pottervigilancia, transmisión que tuvo que ser mudada dos veces en un lapso de tres meses por la constante amenaza de persecución. Era más fácil salvar el tablero jugando del lado del oponente, confiaban en mi criterio, y yo en la necesidad de alejarlos.

En cuanto a la foto de Clarisse, mamá no supo responder mucho más que quién era. Eso fue suficiente, de todos modos.

Aparentemente, Mary, su madre, se había distanciado por cuestiones de la vida de la propia suya, Mera. No habían pasado mucho tiempo con su abuela, más fueron casi que criadas por su abuela paterna, Amelia. Las pocas veces que vieron a Mera, ella solía contarles historias de un collar de fuego que su madre, Clarisse, le había regalado, pero que lo había perdido y nunca más supo de él.

Saber que Ignis había estado en mi familia tanto antes de mi nacimiento me hacía dudar de muchas cosas, pero nada ponía en tela de juicio el odio de Charlotte hacia mi madre, y hacia mí.

Ella sabía que yo sería la heredera, me odiaba porque el collar no la había elegido.

Porque la piedra había encontrado refugio en la línea consanguínea de su hermana, y no existiría hijo perfecto que pudiera saciar su necesidad de poseerla.

Eso explicaba su rigidez con Alexa y Ethan, y su resentimiento para con una sobrina que siquiera había visto crecer.

Por supuesto no tuve tiempo para preguntárselo, ni me interesaba hacerlo. Por otro lado, me urgía la necesidad de saber más de mis primos. De Ethan más que de Alexa, pues no necesité más de dos segundos de verla para notar la necesidad inagotable que tenía de satisfacer las expectativas de su madre. Expectativas que jamás alcanzaría, pero que se conformaba con rellenar mientras su hermano recibía toda la frustración que Charlotte contenía.

obliviate--- (Sirius Black)Where stories live. Discover now