Del alma

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  Una vez su hermano le recomendó hacer cartas con el fin de desahogarse y él lo mandó a la mierda. Zero jamás le había hecho caso a esa recomendación que Lei le dio cuando volvió estresado, más que nunca, de un día arduo de trabajo. No importó que se lo dijera bien, él actuó con impulsividad y contestó de mala gana, cerrándole la puerta en la cara cuando Lei solo quería ayudar.

  Lei había cambiado con el pasar de los años, conocía sus actitudes, que podía ser serio pero luego juguetón sin ir a cuento. Zero conocía a su hermano porque fue quien más convivió con él en toda su vida. A pesar de que la diferencia de edad era notoria, estaba seguro que era de los pocos que conoció las verdaderas facetas del mayor. Y es que Lei ese día estaba siendo serio, no buscaba burlarse de él, fue sincero cuando dio aquel consejo, solo que Zero no estaba en el momento perfecto para razonar algo tan simple.

  Tenía esa escena en su memoria, la recordaba con bastante nitidez, como si hubiese ocurrido el día anterior. Zero se dio cuenta que actuó mal pero jamás pidió perdón. A veces no necesitaba ser directo, Lei lo conocía igualmente bien y estaba seguro de que notó que su actitud no fue la mejor. Todo estaba arreglado, los conflictos entre ellos no tenían porqué perdurar, vivían juntos y la tensión no era conveniente para ninguno.

  Con aquella situación rememorada, Zero tomó unas hojas sueltas y las dejó sobre la mesa. Buscó una pluma sobre el escritorio de su cuarto y regresó a la sala de estar sentándose frente a la mesa donde tiró las hojas. Tomaría el consejo que Lei le dio, era momento para hacerlo. Porque estaba agotado mentalmente y hablar no era lo suyo. En un mundo donde no podía abrirse por sus problemas de confianza, donde incluso no quería abrirse a su hermano, no por desconfianza sino por querer que esté tranquilo, ese era su mejor método para librarse del peso de sus hombros.

  Y ¿por dónde podía empezar? Vaya que tenía mucha porquería que sacar de su alma. Jamás hizo algo así y nunca tuvo un plan sobre como empezar ¿cómo debía hacerlo? Rayos, de verdad que le era complicado obtener una respuesta. Lei le dijo que podía desahogarse redactando como se sentía o como le había ido en el día. Rodó los ojos, el sonido del reloj haciendo ritmo con la pluma que Zero golpeaba levemente contra la mesa al moverla de un lado a otro entre sus dedos.

  ¿Cómo le fue en el día? Le fue pésimo, así fue como empezó su primera carta, la empezó contando lo pésimo que había sido su día. Los entrenamientos de los más jóvenes fueron nefastos, daban asco e incluso no se calló cuando tuvo que decírselos a la cara. Fue duro, lo admitía pero tampoco se arrepentía. No estaba arrepentido de que su forma de decirlo dejó a algún que otro novato en lágrimas, eso hasta lo hizo suspirar de hastío. No quería saber nada de los entrenamientos pero sí o sí debía estar ahí.

  No tenía mucha ayuda y eso debía enfrentarlo solo. No había forma de hacer que los alumnos entendieran qué cosas hacer y cuales no, no entendía qué los hacía tan necios, estúpidos e ineficientes. En todo el día pensó en como quería irse, que sus horas acabaran. Quería entrenar a solas en la sala con el fin de desquitarse golpeando sacos de arena o atravesando muñecos con sus espadas. Cualquier cosa de gasto de energía con acciones físicas le hubiese servido.

  Paró de escribir, levantó la pluma del último punto que dejó ahí. Se quedó viendo a la hoja, atento a lo que acababa de escribir. Lo repasó por encima e hizo una mueca de curiosidad; estaba sirviendo, desahogarse escribiendo estaba funcionando. Sentía que la tensión en sus hombros ya no era tanta, sentía que su corazón estaba menos pesado, sentía alivio. Un alivio enorme luego de escribir la última palabra y colocar el punto final.

  Con que Lei tenía razón. Suspiró con resignación, le costaba admitir que había funcionado, pero lo haría por el único hecho de que quería tener respeto por su hermano. No sabía porqué, simplemente quería.

CartasWhere stories live. Discover now