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La ciudad era ruidosa y bien iluminada por la cantidad de pantallas en los edificios y el claxón de los autos era muy común de escuchar, al pasar de las décadas era fácil adaptarse a la vida mundana, al principio era complicado y molesto, disgustante diría yo por la cantidad de personas.
>>Como una plaga.<<
Claramente sabía en lo que me metía, después de todo, los sirvientes de Satán ya nos lo habían informado con claridad antes, podía llamarlo como quiera.
¿Curiosidad? ¿Venganza? ¿Nostalgia?
Probablemente no sea la última, sin embargo, estar en la tierra era mucho más cómodo que el infierno, a parte del calor insoportable, los gritos de los menos afortunados se volvía molesto, el sonido de las calles era más preferible. Lo único molesto era la cantidad de humanos con ganas de socializar, las mujeres eran las que más se acercaban, algunas me hablaban entre risas nerviosas, que molesto; otras rozaban sus piernas con las mías, jodidamente penoso; y las peores eran las que abrazaban luego de haberles dicho que no quería nada con ellas insistiendo en que me quede a sus lados.
Pero pasar tanto tiempo haciendo la misma rutina de mierda se tornaba aburrido, ya no era divertido salir a los bares a hacer cualquier estupidez, mas bien se convirtió en algo asqueroso estar rodeado de pecadores.
Marqué la clave y la puerta se dejó abrir, me adentré al penthouse para dejar mi abrigo sobre el perchero, lo único que quería en ese momento era tomar una copa de vino.
Sentir el líquido rojizo en mi garganta era de lo más refrescante y de lo mejor del día, prendí la chimenea, era época de invierno y realmente hacía frío, me saqué el saco y la incómoda corbata que tanto me ahogaba; me dejé caer en el sofá de la sala cansado, tomé el control de la televisión y me dirigí a ver las noticias.
—32 víctimas mortales por las inten— Aburrido, cambié de canal.
—Insólito caso de un Soldado que cruzó Cor— No era de mi interés.
—Cadena perpetua a mujer que maltrató hasta la muerte a su beb— Mierda, las ganas de ver televisión ya no eran tantas.
Suspiré cansado y me dirigí a mi habitación y ver por la ventana la gran ciudad de Seúl.
— Los humanos están podridos.
(...)
— Vamos director Min.
Caminaba por los pasillos de mi empresa haciendo el mayor esfuerzo por no golpearla, realmente era insoportable. Repentinamente la chica aumentó su velocidad hasta el punto de estar más adelante mío y girando para verme.
— Prometo no hacer nada que le desagrade. — Dijo intentando parecer irresistible.
Realmente no tenía vergüenza y yo cada vez me enojaba más, no era conocido por mi paciencia. Tomé todas las fuerzas que me quedaban para pasarle de lado, pero no quedó ahí como yo deseaba. Tomó mi brazo mientras gritaba escandalosamente.
