Choi Yeonjun es un adolescente como cualquier otro: apesta en clases, tiene amigos por montones, sale a divertirse y gusta de otros chicos. En especial Moon Soobin, el nerd debilucho con el cual comparte clases y quien es tiernamente tímido.
En un g...
Vivir encima de la panaderia de su familia era algo que tenía tantas ventajas como desventajas. Podía comer lo que quisiera si habían sobras de lo que nadie llegó a comprar el día anterior, teniendo un festín los días en los que no quería cocinar. Lo malo era que cada vez que llegaba a casa después de un largo día en el instituto sentía el empalagoso aroma incluso antes de entrar al local.
En un día lluvioso como ese, dicha fragancia le tapaba el olor a petricor que las calles desprendían.
Esta vez había algo raro. Algo más. Frente al negocio yacía una pequeña caja con varios agujeros en los costados y un "ábreme" escrito en letras mayúsculas.
Se agachó y meció su torso sobre la caja, dudando entre abrirla o no. Decidió que lo haría, a pesar de las advertencias de sus madres sobre los peligros de las cajas sospechosas.
Aunque esta no era la ocasión. Adentro había una nota en una hoja de papel arrugada que leía "no tiene nombre" y un gato de aspecto delgado y pelaje negro; este dormía plácidamente sobre una capa de pañuelos celestes que le servían como manta.
Colocó el paraguas que estaba usando en el suelo, no queriendo que el animalito se moje. Rápidamente se acomodó bien la mochila y cogió al felino entre sus brazos. Cerró como pudo la sombrilla, metiéndose a las prisas a su casa.
El pequeño cuerpo cabía perfectamente sobre sus brazos, el felino tiritando por el gélido clima.
No comprendía quien pudo ser tan cruel para dejar a un gato tan chiquito en la puerta de una panadería.
Pero estaría bien, cuidaría bien de él.
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