El Perro Max

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En un tranquilo vecindario, vivía un hombre llamado Thomas. Era conocido por ser un amante de los animales y especialmente cercano a su perro, Max. Thomas y Max compartían una relación especial y pasaban mucho tiempo juntos. Caminaban por el parque, jugaban en el jardín, e incluso Thomas hablaba con Max como si fuera una persona más. Al principio, algunos vecinos lo consideraban un poco extraño, pero nunca lo juzgaron, ya que Thomas era una persona amable y respetuosa.

La conexión entre Thomas y Max era asombrosamente profunda. Max respondía de manera sorprendente a las palabras de su dueño, casi como si pudiera entenderlo completamente. Thomas decía que Max era su confidente, su mejor amigo, y siempre afirmaba que Max lo escuchaba y le brindaba consuelo en sus momentos más difíciles.

Un día, Thomas decidió presentar a su novia, Emily, a Max. Ella llegó a la casa y, aunque inicialmente sorprendida por la estrecha relación de Thomas con su mascota, se sintió intrigada por lo especial que era su conexión. Thomas fue a la cocina a preparar bebidas para ambos, dejando a Emily a solas con Max en la sala de estar.

Mientras Thomas estaba fuera, ocurrió algo que sacudió el corazón de Emily. Max, de alguna manera, comenzó a hablar. Su voz era suave pero claramente articulada, y pronunció el nombre de Emily con sorprendente precisión. "Emily, no tengas miedo. Soy Max. Quiero que sepas que Thomas es mi mundo, y lo amo más que a nada. Cuídalo bien."

Aturdida y asustada, Emily se levantó de golpe y salió corriendo de la casa. Al regresar con las bebidas, Thomas encontró la casa vacía y a Max esperándolo tranquilamente en la sala de estar. La mirada triste y comprensiva de Max dejó claro que había presenciado la escena.

Emily no pudo dormir durante esa noche, su mente atormentada por lo que había experimentado. No podía comprender cómo el perro de Thomas había hablado con ella. Temía volver a ver a Thomas, pero finalmente reunió el valor para enfrentar la situación.

Cuando se encontraron nuevamente, Thomas notó la mirada inquieta en los ojos de Emily. Ella finalmente compartió la extraña experiencia que había tenido con Max. Thomas escuchó en silencio y luego le explicó que, desde que era niño, siempre había tenido una conexión especial con los animales, especialmente con Max. Afirmó que siempre había sentido que Max lo entendía en un nivel más profundo y que, de alguna manera, podía comunicarse con él.

Emily se encontró con una elección difícil. Aunque amaba a Thomas, el encuentro con Max la había dejado sintiendo que había algo sobrenatural en su relación. La idea de que su novio y su perro compartieran un lazo tan profundo la aterraba.

Finalmente, Emily decidió seguir adelante con su relación, aunque siempre mantuvo cierta distancia con Max. Thomas comprendió su preocupación y se esforzó por respetar su espacio.

Pero la experiencia con Max dejó una marca indeleble en Emily. A partir de entonces, la atmósfera en la casa de Thomas cambió. Los días parecían más oscuros, y aunque Thomas y Max seguían siendo inseparables, el vínculo con Emily nunca volvió a ser el mismo. Siempre quedó un rastro de inquietud, y la pregunta sobre la verdadera naturaleza de la relación entre Thomas y su perro se convirtió en una sombra que los persiguió en cada momento juntos.

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