Cap 1

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Era un hermoso día soleado, yo me encontraba recorriendo el bello jardín de la mansión, aspiraba hondo y me deleitaba con aquel silencio que rodeaba el lugar. Justo lo que me gusta, todo tan tranquilo y pacífico como de costumbre.

En ese momento escuché un llamado por parte de la servidumbre, muy amablemente recordándome que debía reunirme con mis padres dentro de 20 minutos en la sala de visitas ya que querían platicarme sobre algo. Con una cálida sonrisa en mi semblante asentí con la cabeza en dirección a la empleada y como acto seguido me encamine a mi habitación para empezar con mi rutina diaria, la de todos los días.

Hace una semana cumplí mis 19 años y desde ese momento adquirí más obligaciones, responsabilidades, entre otras cosas, como era de esperarse. Mis padres me han vuelto participe en su gran empresa y también he estado tomando un curso de lenguas extranjeras (idiomas), según ellos para expandirme mucho más, ya sea que se me presente alguna situación que lo amerite.

Terminé de arreglarme y baje rápidamente a la sala de visitas en la cual mis padres me esperaban desde hace un rato.
Mi padre detesta que lo hagan esperar, él siempre dice: « La puntualidad es el respeto hacia el tiempo de los demás »

— Amelia querida, que bueno que ya estás aquí. — dijo mi madre con una amplia sonrisa mostrando los dientes — Siéntate.

Sin hacerla esperar me senté en donde me indicó hasta percatarme de los caballeros que estaban justo frente a nosotros. Estaba tan distraída que me olvidé de saludar, que vergüenza.

— Amelia, quiero presentarte a un gran amigo mío. — señaló mi padre con su mano — Aquel señor de cabello ligeramente castaño y el cual me regalaba una sonrisa, me extendió su mano como saludo, a lo cual correspondí con agrado al instante de igual manera.

— Un gusto en conocerte finalmente Amelia. — dio un suave apretón a mi mano y luego la soltó volviendo a su lugar —

Pero, ¿A qué se refiere con “finalmente”?

— Te presento a mi hijo Román.

Aquel hombre alto de cabellos ligeramente desorganizados, ojos negros como la noche, que en este instante me observaba con desinterés y casi que sintiéndose obligado a saludarme, me extendió su mano para juntarla con la propia, de manera fugaz la soltó y se acomodó en su lugar.
¿Cómo carajos alguien tan antipático puede verse tan atractivo al mismo tiempo? Será esa su esencia, o no está interesado en conocerme simplemente.

— Bien, ya que se conocen.

Empezaba a sentirme incómoda con tanto misterio, así que me removi ligeramente en mi lugar, llevé mi mano a mis labios, tapé mi boca y tosi para luego intervenir.

— Padre, ¿Podrías agilizar y contarme por qué estamos reunidos? — arquee levemente mi ceja y lo mire con confusión — ¿Mamá?

Esperaba una respuesta por parte de alguno, ya que tanta intriga iba a acabar conmigo en cualquier momento. Cabe recalcar que nunca antes me habían presentado con tanta formalidad ante alguno de sus amigos o socios.

— Bien Amelia, ya que así lo pides.
— Queremos que nuestras empresas se unan. — aspiró profundo y soltó un largo suspiro, luego me miró fijamente — Y para ello, necesitamos que ustedes se comprometan.
— ¿Cómo?

El pelinegro se mantenía en silencio, solamente se detenía a mirarnos como si no le diera importancia al asunto, como si ya supiera de lo que están hablando. ¿Soy la única tonta que no lo sabe acaso? Pf, fantástico.

— ¿Hablas de matrimonio, papá?
— Sí. — respondieron casi que en coro — Hija, sólo es un contrato que ambos deben cumplir temporalmente. Uniremos nuestros patrimonios, pero necesitamos de su colaboración. — trató de sonar convincente —
— ¿Por qué? ¿Por qué hasta ahora me platican sobre esto? Necesito tiempo. — comencé a alterarme — Esto no es cualquier cosa, padre.
— Fue algo que vinimos planeando poco a poco, no estaba determinado aún, hasta que cumplieras cierta edad.
— ¡Pues! No me parece justo!

Impulsivamente de golpe me levanté del sofá y sin mirar atrás me dirigí a trotes a la salida de la mansión. Me metí a profundidad en el jardín, quería procesar esa noticia, ya que no me dieron tiempo para hacerlo. Estaba tan molesta pero el silencio de éste lugar me tranquilizaba, ese es el efecto que tiene en mi.
Fueron tan egoístas al pensar que es una decisión que ellos deben tomar por mi, por dios. El lugar estaba desolado, sólo era yo, el silencio y el cielo nublado.

Tal vez no me lo comentaron antes porque sabían que así reaccionaria, pero, ¿Cómo no? No es cualquier noticia.

Se trata de un contrato, el contrato.

Cayó la noche y yo seguía sin poder hacer nada, estaba más claro que el agua, no tenía otra opción más que aceptar la agria propuesta, ya que ellos mantenían intacta su decisión. En este momento mis padres y yo estábamos sentados cenando; ellos, deleitándose con la rica cena; yo, solamente ida en mis pensamientos.
Soy su única hija, cómo es posible que se lo tomen tan a la ligera. Aunque por otro lado, como miembro y tal vez en unos años presidente de la empresa, debería cooperar y aceptar, no tengo otra alternativa y como mayor de edad que soy debo actuar con madurez, es lo conveniente ahora supongo.

— Acepto. — es lo que salió de mi boca sin más rodeos —

Mis padres al escucharme decir eso se miraron al mismo tiempo y se alegraron de inmediato. Claro, es un estúpido negocio que nos conviene a todos, a ambas empresas.

— Amelia hija, que maravillosa decisión has tomado. — exclamaron dichosos —
— Ni que me hayan dado opción. — mucite entre dientes, los observé y les regale una sonrisa agridulce —
— Sabíamos que harías lo correcto, le avisaré a Isaac de inmediato. — mi padre se levantó de la silla y deprisa se dirigió a su estudio —

Sin más, me levanté insatisfecha del comedor y me encamine a mi alcoba para encerrarme a meditar durante toda la noche respecto a lo que acepté.
No era cualquier cosa, se trata de un contrato de quizás meses, se trata de contraer matrimonio con alguien que no conozco en absoluto y mucho menos aprecio o a quien no amo. Pero en fin, mejor me preparo para lo peor, que vendrá después.

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⏰ Dernière mise à jour : Sep 27, 2023 ⏰

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